Afganistán: otro capítulo de la caída de Occidente
¿A qué presidente estadounidense le corresponde la mayor responsabilidad por la espantada de Afganistán? ¿Y no será esta, más bien, la primera de las grandes derrotas que le esperan a Occidente durante el siglo XXI?
Los números no mienten. Desde marzo de 2020 no morían soldados estadounidenses en Afganistán. Esa racha fue interrumpida el 26 de agosto de 2021, cuando 13 efectivos del gigante estadounidense murieron en el ataque terrorista perpetrado por el Estado Islámico del Gran Jorasán (o ISIS-K) en el aeropuerto de Kabul.
Previamente, las imágenes del caos generado por la retirada atropellada de las tropas americanas dieron la vuelta al mundo. Pero no sólo en los medios tradicionales. Las redes sociales se inundaron de videos de afganos cayendo del fuselaje de los aviones que evacuaban a los refugiados como si fueran ganado. Estos preferían un viaje corto aferrados al tren de aterrizaje de la aeronave, un pasaje con destino a una muerte segura, antes que caer en manos de los talibanes. Un suicidio en toda regla.
Hagamos énfasis en las redes sociales. El estadounidense no lee ya The New York Times y considera que los periódicos se han convertido en una reliquia de las elites. Ese estadounidense promedio ni siquiera sintoniza ya el telediario. La televisión quedó para Netflix o el deporte.
Lo que lo emboba frente a la pantalla, sin importar si es trumpista o socialista, es Facebook, Twitter o Instagram. Es ahí donde John y Mary vieron al afgano como un puntito negro cayendo del avión, como vieron a su padre o a su hermano, hace 20 años, saltar desde las ventanas de las Torres Gemelas para huir del terror de las llamas.
Estados Unidos ha entrado en el mal negocio de ser un imperio que no remata lo que empieza
En cierta forma, tanto el afgano de 2021 como el americano de 2002 huían del yihadismo.
El poder de esas imágenes echa por tierra el mantra de que al americano promedio no le interesa la política exterior. Digamos adiós a eso de que en Wisconsin votan sólo en función de sus intereses crematísticos. La popularidad de Joe Biden se ha desplomado hasta los 41 puntos después del desastre de Afganistán. Desastre cuya responsabilidad comparte con los tres comandantes en jefe que lo precedieron.
¿Por qué? Porque Estados Unidos ha entrado en el mal negocio de ser un imperio que no remata lo que empieza. Y ese es el camino más directo a la caída de ese imperio.
Republicanos y demócratas juegan mientras tanto una peligrosa partida de ping-pong en la que ambos escurren su responsabilidad mientras acusan al otro de ella. ¿No fue acaso George W. Bush el que se metió en Afganistán prometiendo una guerra cortísima? ¿No fue acaso Barack Obama quien pedía perdón a diario, en nombre de los Estados Unidos, por haber pacificado Afganistán? ¿No fue acaso Donald Trump quien envalentonó a los talibanes al firmar un acuerdo con ellos? ¿No fue acaso Joe Biden el que salió a trompicones de Afganistán por querer apuntarse una victoria bipartidista?
La caída de Occidente no llegará por acoger a otras culturas, sino por blando
Son horas muy bajas. El gigante de Occidente anda huérfano de un estadista desde hace varias décadas. No había necesidad de salir de esa manera de Afganistán. “No creo que Estados Unidos tenga una obligación, moral o de cualquier otro tipo, de evacuar a extranjeros. Estados Unidos no tiene obligación de evacuar a uno o a 100.001 vietnamitas del sur”. Palabras del actual presidente americano, cuando ya era senador, en los tiempos de la caída de Saigón. No ha cambiado nada en 46 años.
Biden se está pareciendo mucho a Jimmy Carter. Y eso que hay quienes lo veían como un Franklin D. Roosevelt. El problema es que no hay un Ronald Reagan al acecho entre los republicanos, sino un Donald Trump.
De Europa, ni hablar. Junto a la patata caliente del nuevo santuario terrorista se calienta la de los refugiados que huyen de las brasas de los talibanes. ¿Qué van a hacer en la Unión Europea? ¿Seguir con la andanada populista y sin asumir sus responsabilidades? Porque los actos son vinculantes. No importa si se cometieron hace 20 años, si estamos de acuerdo con ellos o no, o si fueron cometidos por zurdos o por diestros.
La caída de Occidente no llegará por acoger a otras culturas, sino por blando. Por no asumir las consecuencias de nuestros actos y por no llegar hasta el final. Por buscar votos y retuits.
Por no pensar en las próximas generaciones, sino en las próximas elecciones, como diría Otto von Bismarck.
*** Francisco Poleo es analista especializado en Iberoamérica y Estados Unidos.