Los vídeos de Cristina Cifuentes que aún no han salido
Cristina Cifuentes pensaba hacerse su sexto tatuaje en el cuello, pero no le ha dado tiempo. No le han dado tiempo. Los suyos se lo han cortado antes. Ya lo advertía el gallego Pío Cabanillas: “Al suelo que vienen los nuestros”.
A “Cifu” le ha pasado como a Chalier, el sacerdote de Lyon devenido en uno de los líderes que proliferaron como setas en la Revolución Francesa. Puso en su ciudad como altar una piedra de la Bastilla destruida y meses después acabó estrenando la guillotina. ¡Quién se lo iba a decir a Chalier! Y quién se lo iba a decir a Cristina Cifuentes. La hoja de la guillotina, roma, no consiguió cortar su cabeza con la primera pasada. El segundo tajo fue más certero; logró el objetivo revolucionario y regeneracionista. Es lo que le ha sucedido a la ex presidente de la Comunidad de Madrid: sobrevivió al primer golpe, el máster regalado, pero se le cayó la cara y el mundo encima al ser publicado el video de Eroski con los tarritos distraídos en el bolso. ¡Olay, la crema que puede costarte la cabeza si la administras mal! Menuda publicidad para la marca.
Cristina Cifuentes, la agnóstica educada en colegio religioso, ha pasado en pocos meses del ´hosanna, hosanna´ a la cruz, como le sucedió dos mil y pico años atrás a un carpintero metido en política. Diferencias aparte, a él también le lapidaron los suyos.
Pero no parece que Cifuentes vaya a descansar tras su crucifixión pública. Un amigo del CNI, que cada cinco años o así se convierte en buena fuente, me envía un mensaje con alertas. “Sabemos que hay, al menos, otros 10 videos incriminatorios contra Cifuentes. En cualquier momento saldrán”, me dice. Siento emoción por el scoop. Sigo leyendo. “Te los enumero telegráficamente: 1) Cristina poniendo, discretamente, la zancadilla a una vecina de Podemos. 2) Soltando la correa del perro de otra vecina, por molesto. 3) Dejando caer una cáscara de plátano al paso del escaño de Ángel Gabilondo. 4) Guardando un pelo de la americana de Ignacio Aguado, quizás para hacerle vudú. 5) Cambiando a hurtadillas las bolas de golf de Esperanza Aguirre para que no haga green. 6) Lo mismo con unas zapatillas de Mariano Rajoy, para que le hagan rozadura. 7) Revendiendo entradas de palco del Bernabéu. 8) Con uno de sus siete hermanos; dice que la pequeña Cristina les destrozó juguetes heredados. 9) Manipulando el reloj de la Puerta del Sol para que Anne Igartiburu, que le cae mal, fracase en las campanadas del… 2050. Y 10) Lo más gordo: unas imágenes mostrando un tatuaje de Cristina en la rabadilla con una C/ B. Con B. ¿De Bárcenas? No, de Barcelona”.
He descubierto que mi amigo del CNI es un bromista. Y, como siempre, un sibilino: me da así una pista para indicarme que hay más vídeos circulando con el objetivo de rematar (¿más aún?) a la rubia teñida si osa respirar. Vídeos de hace años de contenido sentimental, de Madrid a Cuba, probablemente tan intrascendentes como el podrían habernos grabado a cualquiera con un compañero/a de trabajo o en un viaje lejos tras una crisis matrimonial.
Rajoy es el gran sepulturero político de la democracia. Cuando un compañero suyo de partido está en apuros, si le apoya, ya se sabe cuál es la sentencia: “la mort”. Si los cementerios están llenos de valientes, en el del PP sus líderes enterrados por circunstancias oscuras casi siempre fueron avalados días antes de la condena por el sumo hacedor. No ha sido el presidente Rajoy (pero quizás sí otro presidente) quien ha filtrado el vídeo de la Marnie de la Puerta del Sol. Pero sí quien ha dictado sentencia.
Rajoy es un personaje complejo como todo ser humano gallego. Todavía a estas alturas yo dudo si es un mini-Fouché, un Barry en todo su esplendor o una mezcla de ambos. Fouché fue otro gran personaje de la Revolución Francesa: pasó de profesor de seminario, a saqueador de iglesias, a comunista, luego multimillonario y finalmente, duque de Otranto, como le describe Zweig. Sirvió lo mismo a Luis XVI, a Robespierre, a Napoleón que a lo que vino. “Si su cabeza no cae inmediatamente bajo la espada, todos los ladrones (…) podrían ir a la calle con la cabeza alta y nos amenazaría el caos terrible”, escribió Fouché. Es lo que dice siempre Rajoy segundos antes de darle el incensario a un compañero de partido antes apoyado.
Barry es el personaje principal de “La cena de los idiotas”. Se esfuerza por ser una buena persona pero todo el que entra en contacto con él acaba envuelto en graves problemas. Como pasa con Rajoy. La última, Cristina Cifuentes, la agnóstica, la republicana, la liberal, la proabortista, la defensora del colectivo LGBTI, la ex lideresa de un partido camino de mutar sus siglas: de PP a RIP (Requiescat in pace, descanse en paz).
Sólo la sentencia miserable de 'La Manada' (una chica de 18 años, violentada por todas partes por cinco hombres forzudos, 10 años mayores que ella, con premeditación, grabando su bestialidad, difundiendo su bestialidad…, pero no fue violada porque no se resistió hasta quizás la muerte), solo este espanto ha retirado a Cristina Cifuentes de las portadas de los periódicos. Cifuentes, más que violada en su intimidad, agredida o abusada ha perecido en el juego peligroso de la mafia política. Porque, querida Cristina, no se puede dormir con el enemigo, cercenar luego sus cabezas corruptas sin ser totalmente ejemplar. Llevar un tatuaje en la muñeca derecha, con la letra china que significa protección, no basta para salvarte de la quema. La vida es así. Que se lo pregunten a quienes pasan unos años en la cárcel por robar un jamón.
Nos hemos quedado sin una regeneracionista y en el PP queda el de siempre. La política se ha convertido en la “fatalité” moderna, dijo Napoleón hace un par de siglos. ¿Qué nos quedará por ver? Cayó la esperanza rubia, sentimos ganas de vomitar al conocer la sentencia de San Fermín y el PNV soberanista apoya los Presupuestos de Rajoy convirtiéndose en el adalid de todos los pensionistas españoles. Todos en la misma semana. ¿Conoceremos la letra no escrita del pacto que permite al PP seguir gobernando y que incluirá, seguro, beneficios para los etarras encarcelados?
Al fondo suena una canción de Héroes del Silencio –grupo que tanto gustaba a Miguel Ángel Blanco-, cuya letra dice: “Amanece tan pronto/ y yo estoy tan solo…/ Te sientes tan fuerte/ que nadie te puede tocar”. Es lo que sentirá esta mañana Cristina Cifuentes, en la soledad de su piso de alquiler, y que sintió en los últimos años cuando soñaba/ sonaba con y para la Moncloa.