Con el pacto alcanzado este viernes en la Región de Murcia entre PP y Vox se ha terminado de configurar el mapa del poder autonómico tras el 28-M, a la espera de las investiduras de Ceuta y Melilla. De esta forma, Vox ha logrado entrar en los gobiernos de cinco de las siete autonomías en las que el PP no tiene la mayoría absoluta.
Estos acuerdos de investidura con la ultraderecha tienen sentido en aquellas autonomías donde no quedaba más remedio. Tal es el caso de la Comunidad Valenciana (donde los radicales obtuvieron doce escaños) y en Extremadura (donde el PP no fue la lista más votada).
Pero la inclusión en el Ejecutivo autonómico de Vox es un error en las regiones donde el equilibrio de fuerzas entre el centroderecha y la ultraderecha es mucho más disparejo. Como ha venido sosteniendo este periódico, los populares debieron plantarse en Aragón y en Murcia. Incluso aunque esto hubiera desembocado en una repetición electoral, en la que el centroderecha tenía mucho más que ganar.
En estas comunidades, la gobernabilidad estaba prácticamente resuelta, por lo que el PP estaba en condiciones de haber echado un órdago a Vox. Y más cuando ya se había cedido en Extremadura y Valencia, con nefastas consecuencias para los resultados de Alberto Núñez Feijóo en el 23-J.
Es aún más sangrante el caso murciano, porque sólo Fernando López Miras suma más que todo el bloque de izquierdas. Y porque el presidente se había mantenido firme hasta ahora en su negativa categórica a entregar consejerías a Vox, argumentando que se quedó a sólo dos diputados de la mayoría absoluta.
Incluso llegó a sufrir, tras meses de desencuentros con la extrema derecha, dos votaciones de investidura fallidas el pasado julio, ante la resistencia de Vox a ofrecer sus votos sin contrapartidas al ganador de las elecciones.
Además, hasta el último momento, altos dirigentes del PP (empezando por Elías Bendodo) se habían manifestado públicamente en contra de que se les dejara entrar en el Gobierno.
Pero finalmente al PP le han flaqueado las piernas. Y ha preferido primar a toda costa la evitación de unas segundas elecciones, con un "acuerdo de gobernabilidad" a siete días de que finalice el plazo para constituir la Asamblea Regional.
No sabemos si la claudicación del PP en Murcia, como en Aragón, forma parte del precio acordado entre Santiago Abascal y Feijóo a cambio del apoyo incondicionado a la investidura de este.
Tampoco está claro el papel que ha jugado en el pacto el turbio empresario Luis del Rivero, que ha estado moviendo los hilos de Vox en Murcia y presionando para que los de Abascal no se apeasen de sus reclamaciones de la cartera de Agricultura y de la derogación de la Ley de Protección del Mar Menor.
Como ha publicado este periódico, el terrateniente ha venido tratando de influir a través del partido radical para proteger sus intereses agrícolas frente a las restricciones impuestas en las explotaciones del Campo de Cartagena. No en vano, Vox es el principal valedor de su posicionamiento sobre esta cuestión, como quedó ratificado cuando sólo unas horas antes del anuncio del acuerdo votó contra el decreto-ley para evitar la caducidad de la moratoria urbanística del Mar Menor.
Es cierto que, al menos, López Miras no ha dado su brazo a torcer en lo que atañe a la principal exigencia de Vox, la Consejería de Agricultura (de la que depende la gestión de la albufera). Pero les ha entregado dos consejerías, la de Fomento y la de Seguridad, Interior y Emergencias, y una vicepresidencia.
Y la coalición con la ultraderecha no sólo va a dificultar la autonomía de López Miras para gobernar. También va a lastrar la credibilidad del PP y de su líder nacional, que ha querido construir su imagen a partir de la exclusión de los extremismos de la vida política española.
Más allá de la reunión privada entre López Miras y José Ángel Antelo este sábado, aún no ha trascendido el contenido del programa de Gobierno. Pero el haber perdido el pulso frente a Vox también en Murcia supone que el PP seguirá por el momento sin ser capaz de soltar el lastre tóxico que tanto le perjudicó en las generales.
Ciertamente, las rendiciones de Jorge Azcón y de López Miras se han producido después del 23-J. Pero ahora se da la circunstancia de que no es descartable una repetición electoral si Sánchez no logra la investidura. Y los nuevos acuerdos PP-Vox volverían a brindar a la izquierda la munición precisa que estaba buscando.