El discurso de este miércoles en el que Vladímir Putin ha anunciado la movilización de 300.000 reservistas, en el que ha acusado a Occidente de intentar "dividir y destruir" Rusia utilizando a los ucranianos como peones y en el que ha amenazado con el uso de armas nucleares mediante el eufemismo habitual ("cualquier medio necesario") es preocupante por varios motivos.
En primer lugar, porque presentando la invasión de Ucrania como una guerra defensiva frente a un Occidente que estaría intentando "destruir" Rusia, Putin traza un hilo invisible que une este conflicto con los dos grandes traumas bélicos del imaginario sentimental ruso: la guerra contra la invasión Napoleónica y la guerra contra el invasor nazi durante la II Guerra Mundial. Ambos conflictos defensivos.
En segundo lugar, porque la doctrina militar rusa establece que Rusia sólo utilizará armas nucleares en respuesta al uso de ese tipo de proyectiles por otra potencia enemiga o si la misma existencia de la nación se ve amenazada.
Y es este segundo caso al que parece estar apelando el autócrata ruso al plantear la invasión no ya como una "operación especial" para "liberar" a la población rusohablante de las regiones del este de Ucrania, sino como una guerra de resistencia frente a una amenaza occidental que pone en riesgo la misma existencia del Estado ruso.
Por supuesto, la sugerencia de que la OTAN, la UE y Occidente en general son los Napoleón y Hitler del siglo XXI es risible. Pero el discurso de Putin, una evidente muestra de debilidad, confirma que nadie es más peligroso que un tirano que se siente acorralado. Convendría no asumir por tanto sin más que la frase del presidente ruso "esto no es un farol" es la prueba de que su discurso es, en efecto, un farol.
No, al menos, mientras Putin tenga el botón nuclear a su alcance.
En este contexto, la celebración de cuatro referendos ilegales de secesión en las regiones de Jersón, Donetsk, Lugansk y Zaporiyia no puede ser interpretado más que como una pantomima destinada a legitimar el uso de armas nucleares si Ucrania intenta recuperar dichos territorios dado que estos pasarían a ser considerados como parte de Rusia.
El resultado de los referendos está cantado de antemano y será el que el Kremlin dictamine (los medios oficialistas rusos ya han empezado de hecho a publicar "sondeos" que arrojan una victoria aplastante para la secesión). Pero el resultado no será aceptado por ningún país occidental y mucho menos por Ucrania, generando una situación de alegalidad en dichos territorios que empeorará la situación de los civiles que todavía viven y resisten allí.
El rechazo de Occidente a las amenazas de Putin ha sido unánime. El presidente estadounidense Joe Biden ha afirmado que la guerra de Putin no tiene otro objetivo que negarle a Ucrania su derecho a existir. Ucrania ha exigido que Occidente responda con una amenaza de ojo por ojo nuclear a Vladímir Putin. La UE ve "desesperación" en las amenazas de Putin y ha afirmado que continuará apoyando a Kiev.
El distanciamiento de China y la India ha dejado a Putin mucho más solo de lo que lo estaba hace apenas un mes. Y la reacción en las calles rusas, donde miles de jóvenes huyen del país o buscan maneras de esquivar su llamada a filas, parece ser señal de que al apoyo a la invasión de Ucrania no es tan alto hoy como lo era al principio de la llamada "operación especial".
Existe una última posibilidad. Que Putin esté ejecutando la vieja táctica diplomática rusa de "escalar para desescalar" buscando aterrorizar a Occidente para que este se avenga a negociar un acuerdo conveniente para él en Ucrania que implique el control del este del país y de toda Crimea.
Pero ese cálculo es el que le llevó a la guerra en un primer momento y redoblar la amenaza no hará que Occidente acepte hoy, bajo chantaje, lo que no aceptó en febrero.
Hoy más que nunca EL ESPAÑOL exige unidad a los países de la OTAN y de la UE frente a las amenazas de Putin. Porque sean estas una amenaza real o un farol, la estrategia a seguir en ambos casos es la misma. La solidaridad granítica del bloque occidental.