Es cierto que cada año se celebra una cumbre de la OTAN, pero hay que retroceder mucho en el tiempo para dar con una tan significativa como esta. Fundamentalmente, porque Madrid acoge el evento en el momento más peligroso para la seguridad de Europa desde la Segunda Guerra Mundial, con Rusia entregada a la invasión sangrienta de Ucrania y con la amenaza abierta de ampliar sus ataques a otros vecinos.
Pero la cumbre de Madrid no es sólo central para responder al imprevisible Vladímir Putin. También lo es, en especial, por otros tres motivos. Uno, la tensión creciente en el Sahel, donde las milicias yihadistas están tomando el control de enormes áreas de países como Mali. Allí se ha establecido el foco de terrorismo más preocupante para nuestro continente, a pesar de los esfuerzos de Francia durante una década.
Dos, por el cada vez más masivo flujo de personas desde todas las áreas de África hacia Europa, lo que deja escalofriantes escenas a las puertas de España.
Y tres, por la decisión histórica de Suecia y Finlandia de ingresar en la Organización Transatlántica. Si en 1997, en Madrid, se dieron los pasos para el ingreso de Polonia o Hungría, ahora es el turno de estos dos estados nórdicos, que van a recibir en España la invitación unánime tras arrancar la luz verde de Turquía.
En clave nacional, Moncloa tenía un interés genuino por esta cumbre. Un año después del frustrado encuentro entre Joe Biden y Pedro Sánchez, limitado a un paseo efímero, el presidente español tenía la ocasión de escenificar la fraternidad, cohesión y sintonía de nuestro país con la primera potencia de Occidente.
Lo ha conseguido, y a buen seguro que ha influido el cambio de postura sobre el Sáhara Occidental y la presencia española en cinco misiones de la OTAN y en una región estratégica como la báltica.
Lo demuestran los apretones de mano, la fotografía ansiada desde el inicio de la legislatura y una declaración conjunta, concretada en 18 puntos, que demuestra que los destinos de Estados Unidos y España están ligados. Que son "socios indispensables".
Hito para Sánchez
En el documento de dicha declaración conjunta se resaltan tanto las raíces históricas "profundas" (Biden llegó a reconocer el papel de España en la independencia de su país) como la "visión común" para "abordar los desafíos globales" más allá de las zancadillas propinadas desde dentro del Gobierno por Unidas Podemos.
Son 18 lazos que fortalecen a España y que sirven, al tiempo, para suturar las heridas abiertas por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. En la Casa Blanca nunca olvidaron su negativa a levantarse ante la bandera estadounidense, ni la retirada unilateral y repentina de Irak que vino acompañada de una llamada al resto de aliados a seguir el ejemplo.
Son errores históricos de los que España se sobrepone dos décadas después. Porque los puntos compartidos corroboran una ambición de multilateralidad, donde Estados Unidos pone los ojos en el norte de África y España, en China. Donde ambos se comprometen a apoyar la resistencia ucraniana, a la protección de los derechos LGTBIQ+, a acometer la transición ecológica y a fortalecer la cooperación antiterrorista.
Del mismo modo, el documento aspira a una migración "segura, ordenada y regular", donde se garantice "un trato justo y humano de los migrantes", lo que llega muy poco después de las tragedias con hilos comunes en Texas y en Melilla. También afianza el compromiso de Washington por contribuir a la lucha contra la dependencia energética de Moscú, que puede ser crítica a partir de otoño.
Se trata de una declaración conjunta que se une a los envíos constantes de gas licuado a España o a la decisión anunciada por Washington de enviar dos destructores y 600 marines más a España. Una declaración conjunta que quedará, en fin, como uno de los hitos principales de la etapa de Sánchez como presidente del Gobierno.