La posibilidad de que Pedro Sánchez aparte a Carmen Calvo de las negociaciones de la ley trans, que pasarían a ser directas entre el Ministerio de Igualdad de Irene Montero y el de Justicia de Juan Carlos Campo, sería, caso de consumarse, un grave error del presidente del Gobierno.
El hipotético arrinconamiento de Carmen Calvo parece tener un único objetivo. Facilitar que la futura ley trans consagre la muy polémica autodeterminación de género. Es decir, la tesis de que el género es electivo y de que no existen características biológicas particulares que distingan a los hombres de las mujeres.
La idea, como defiende el feminismo ortodoxo representado por Carmen Calvo, conduce a una idea demoledora para este. Porque si el sexo femenino no existe como tal porque no cuenta con rasgos morfológicos propios, ¿a quién defiende el feminismo y qué sentido último tiene este?
La autodeterminación de género es un misil en la línea de flotación del feminismo y dinamita argumentalmente todos los logros conseguidos por su lucha de siglos. Sus consecuencias serían sin duda alguna muy perjudiciales para las mujeres.
La ley trans podría conducir, por ejemplo, al absurdo de que deportistas de sexo biológico masculino y que no han pasado por un proceso de hormonación o por un proceso de cambio de sexo, o que ni siquiera han vivido durante un periodo de tiempo mínimo como mujeres, participen en las categorías femeninas.
O que, como está ocurriendo ya en California y otros estados americanos, convictos en una similar situación a la del anterior ejemplo pidan ser transferidos a prisiones de mujeres.
Matizaciones en la ley
La información que hoy publica EL ESPAÑOL deja la puerta abierta a que la libre autodeterminación de género sea matizada en la ley final para exigir algunos requisitos mínimos, como el de que sea necesaria una doble petición separada en el tiempo, o como la de que haga falta un testigo que apoye la petición del interesado.
Son, en cualquier caso, y a falta de conocer el contenido final de la ley, simples obstáculos formales que en nada impiden el fraude. Porque las enormes consecuencias administrativas de un cambio de sexo exigen que este sea demostrado con algo más que una simple declaración voluntaria.
El sexo, además, no es neutro en nuestra legislación. Pertenecer a uno u otro sexo conlleva enormes diferencias en algunos terrenos. Por ejemplo, en el de las ayudas monetarias que discriminan por sexo. En el asunto de la discriminación positiva en el acceso a algunos trabajos. En el de las listas cremallera. En el de la paridad en las empresas. O en el de las distintas penas que acarrea un mismo delito en función de si este es cometido por un hombre o por una mujer.
Miedo al Orgullo
El pasado 18 de mayo, el Congreso de los Diputados rechazó una propuesta de ley trans de ERC muy similar a la que pretende promulgar Irene Montero y a la que hasta ahora se negaba Carmen Calvo. La abstención del PSOE y el voto en contra de PP y de Vox lograron que no sirviera de nada el voto a favor de una extraña amalgama de partidos entre los que estaban EH Bildu, Ciudadanos, Unidas Podemos, la propia ERC, Compromís, el PNV y el BNG, entre otros.
La abstención del PSOE y la paralización de la ley provocaron la movilización de los colectivos trans, que amenazaron a los socialistas con "no ser bienvenidos" en la celebración del Orgullo LGBT si no rectificaban.
Es probable que el temor a ser acosados e incluso agredidos en las manifestaciones del Orgullo, como ha ocurrido en anteriores ocasiones con Ciudadanos, haya doblegado la resistencia del PSOE. Pero un partido de Gobierno no debería dejarse intimidar tan fácilmente por las amenazas de algunos activistas. Especialmente cuando sus tesis son tan dudosas como la de la libre autodeterminación de género.
Ceder al chantaje de los grupos de presión trans, especialmente si esa cesión conlleva el apartamiento de toda una vicepresidenta del Gobierno, no sienta un buen precedente y podría animar a otras asociaciones a seguir ese camino en el futuro.
En la batalla entre el feminismo tradicional defendido por el PSOE y el feminismo queer defendido por Podemos EL ESPAÑOL se alinea con el primero. De confirmarse la noticia hoy adelantada por este diario, la lucha feminista perdería su sentido y pasaría a diluirse en un magma de significantes vacíos que la condenaría a la irrelevancia.