Nadie discute que estemos ante un caso grave de corrupción al más alto nivel. El caso Delcy, el IVA del combustible, las PCR o la trama de Koldo son los focos de un incendio reconocido hasta por el propio Gobierno.
Lo que se discute, por tanto, no son los casos de corrupción, sino hasta dónde se extiende la responsabilidad. ¿Se quedará en Ábalos o se extenderá hasta el mismo presidente Sánchez?
Y aquí es cuando empieza a funcionar la factoría de la opinión.
El producto más sofisticado, la última invención de la ingeniería de la opinión, es la creación de un ministerio cortafuegos. Es una idea brillante.
Un ministerio que tenga la culpa de todo, algo parecido a los bancos malos durante la crisis financiera. Un lugar que absorba todo lo malo, y una persona que se coma todas las culpas. Una alcantarilla a la que vayan todos los detritos de la política.
Es la mejor ocurrencia para que el máximo responsable del Gobierno nunca tenga la culpa de nada.
¿Cómo no se le había ocurrido a nadie crear un ministerio basura, un cortafuegos absoluto, con lo pródigos que hemos sido siempre en este país creando ministerios inverosímiles?
La idea de un ministro cortafuegos es la cumbre de la imaginación del equipo de Sánchez.
¿Que Delcy entró ilegalmente en España? La culpa es Ábalos.
¿Que se pagaron comisiones precios abusivos por mascarillas inexistentes? La culpa es de Ábalos.
¿Que se produce un rescate más que sospechoso de Air Europa? La culpa será de Ábalos.
¿Que hay un fraude del IVA con el pago de hidrocarburos? La culpa es de Ábalos.
¿Que hay un delito de estafa con las PCR? La culpa también es de Ábalos.
Lo dice Bolaños: "Este gobierno es implacable con la corrupción" y llegará hasta donde haga falta, incluso hasta Ábalos.
El que fue uno de los ministros más importantes del Gobierno.
El que se aupó al escaño abrazado a Sánchez cuando echaron a Rajoy para acabar con la corrupción.
El que fue mano derecha del actual presidente en los tiempos difíciles y secretario de organización del partido.
Aquel que, siendo tan importante, y con tanta confianza con "el uno", era, al parecer, tan discreto que no comunicó nunca nada a su jefe de Gobierno.
Incluso a ese le han hecho caer, porque este Gobierno vino con la bandera de la honradez y la transparencia, y la enarbolará hasta el final.
Todo suena a un gran esfuerzo de la factoría de la opinión. Pero es imposible aceptar que toda la culpa sea de Ábalos, y que el presidente del Gobierno no supiese nada acerca de la trama que tejió uno de sus hombres más importantes.
Si fuese así, significaría una negligencia imperdonable por no cumplir con su deber de vigilancia. Pero es que ni los informes de la UCO, ni el sentido común, permiten aceptar que el fuego se acabe en Ábalos.
Es una gran ocurrencia crear un ministerio cortafuegos en el que vayan a morir todos los incendios. Sería la patente de corso para que el presidente quedase impune.
Pero además de ocurrencias, hay que ser honesto, y hemos llegado a un punto en el que estas estratagemas sólo sirven para dar una excusa a los convencidos. A los demás nos resulta imposible creer que el presidente no supiese absolutamente nada de lo que hacía su hombre de confianza.
A Sánchez sólo le queda prometer contundencia y hacer rodar cabezas. Pero es que después de la de Ábalos ya solo quedará la de "el uno".