Han tardado mucho, pero, finalmente, los estudiantes estadounidenses se han levantado contra la destrucción y la masacre en Palestina. También lo están haciendo, aunque de momento de manera limitada, los universitarios de Reino Unido y de Francia.
En España, la Facultad de Filosofía de la Universitat de València ha sido la primera en exhibir su adhesión al movimiento estudiantil. Es cierto que los apoyos en Europa aún resultan débiles, pero el contagio masivo en absoluto se puede descartar.
En cualquier caso, donde verdaderamente es trascendente es en Estados Unidos. Allí, los universitarios ya se han convertido en el mayor eje de protesta.
Este movimiento ya es una gran amenaza para la estrategia del Gobierno estadounidense, envuelto en su casi inalterable alianza con Israel, y eso lo demuestra la contundencia con la que la policía se está dedicando a desmantelar las protestas y los campamentos propalestinos. Ya hay más de 2.000 detenidos.
Pero mientras se asesina a civiles cada día en Gaza, la mayor parte del mundo mira a otro lado y permite que Israel profundice en su estrategia de destrucción para vengar los atentados del 7 de octubre, cuando Hamás atacó salvajemente a civiles israelíes, y lo hace con la connivencia de la mayoría de Occidente.
Hasta los países árabes han abandonado a los palestinos, asume Jack Lang, el responsable del Instituto del Mundo Árabe, el prestigioso lobby cultural francés.
Pero las cosas pueden, al fin, empezar a cambiar. El campus de Columbia University, un centro con un peso más que notable en el establishment académico estadounidense, espolea la protesta estudiantil.
Otras de las universidades más reconocidas, como el MIT o Yale, se han sumado a la protesta, animando a participar a centros de la costa oeste, como UCLA, también con mucho histórico reivindicativo. El rastro de la reprobación de los estudiantes ha dejado también muestras en su paso por el medio oeste, generando grandes protestas en UWM, en Wisconsin, en la Universidad de Madison y otros grandes centros académicos.
El movimiento estudiantil también ha logrado traspasar la frontera sur, y ha alcanzado a México, donde se ha instalado un campamento en una de sus universidades más célebres, la Universidad Autónoma de México, conocida como UNAM.
Los centros universitarios estadounidenses fueron clave para que el país avanzara en derechos civiles en la década de los 60, y también lo fueron para sensibilizar a la población respecto a la implicación del país en la guerra de Vietnam.
Además, los estudiantes presionaron para provocar el aislamiento de Sudáfrica durante el apartheid, y han sido fundamentales en la expansión de Black Lives Matter, el movimiento que surgió a partir del asesinato de George Floyd, asfixiado por un policía de Minneapolis.
Los universitarios de Estados Unidos pueden, con sus protestas y sus manifestaciones, modificar la línea narrativa de este conflicto, primero localmente, y luego internacionalmente, al menos en Occidente. Y conseguir, así, que los ciudadanos empiecen a cuestionar a sus gobiernos.
Si su lucha se expande y se ve además reforzada en Europa y Australia, donde ya hay numerosas protestas, los gobiernos occidentales podrán presionar a Israel para alcanzar algún tipo de tregua. En el fondo, lo único que importa es detener la destrucción, salvar las vidas.