Saint Denis y el pretexto nacionalista
La conflictividad social y el vandalismo que vive París no es un problema de la inmigración descontrolada y el multiculturalismo. Se trata de un conflicto de nacionales contra nacionales: una instrumentalización xenófoba del resentimiento de los excluidos.
Saint Denis no es el núcleo del que irradia el problema de "la sustitución cultural", sino el pozo negro donde van a parar los detritus de los barrios pijos. No es el "estercolero multicultural", es el pretexto nacionalista. Es un problema muy particular de Francia que sólo se podría trasladar al caso español, y andaluz en particular, haciendo muchas piruetas electoralistas.
¿Quiénes hacen el derecho?
¿Para qué la justicia?
La justicia se folla a su madre
El último juez que conocí tenía más vicios
que el camello de mi calle
Asesinos de la policía. Así se llama uno de los temas más conocidos de la banda de rap-francés Suprême NTM, acrónimo de Nique Ta Mere. En román paladino, “fóllate a tu madre”, frase que popularizó en 1995 la estupenda película de Mathieu Kassovitz La haine. El odio, la revuelta burguesa del niño mimado, del señorito satisfecho, del que lo merece todo y no debe nada, del que es demasiado bueno para comprometerse con los suyos.
Es el odio resentido, el motor del nacionalismo que una y otra vez emerge contra la clase, la raza y contra el orden establecido.
Los dos miembros de NTM crecieron en Saint Denis, una de las comunas más degradadas y desestructuradas de toda Francia. Una ciudad que, paradójicamente, creció alrededor de la hermosa catedral gótica donde se enterraba a los reyes de Francia, destrozada durante la Revolución.
Sus canciones hablan de su vida de pandilleros, de las calles sucias y miserables donde aprendieron desde niños a sobrevivir, abandonados por familias disfuncionales y en paro desde la reconversión industrial de los 80. Niños cuyo único contacto con los grandes conceptos políticos y culturales (la Nación, la patria, Europa) era a través de una relación de sustitución paterno-filial conflictiva con la policía y los asistentes sociales.
"La misma ausencia de esperanza, las mismas carencias afectivas, idéntica sensación de abandono, la misma visión cínica respecto de la política unían a los pandilleros árabes y a los niños de papá".
En un entorno familiar y ambiental hostil, donde no hay perspectivas de futuro ni espacios de acogida y reposo real, la droga, el sexo violento, la vandalización de lo público y lo privado, y las agresiones a las figuras de autoridad se constituyen como herramientas cargadas de adrenalina con las que exteriorizar la afirmación de un yo con la autoestima por los suelos.
Y eso conectó sorprendentemente con los hijos de los burgueses blancos y acomodados de los años 90, los que llevaban los apellidos de antes de la Revolución. NTM se convirtió en un auténtico fenómeno cultural revolucionario en Francia. Lo puso todo patas arriba.
Los dos chavales de Saint Denis, hablando de sus calles, la más auténtica no go zone de Francia, estaban dando voz a los chavales pijos de Neuilly, de Saint Germain en Laye, del 8eme Arrondissement. Los desheredados fueron los trovadores del niño pijo, los que le ofrecieron el relato de su propia frustración. No compartían las mismas condiciones de vida. Pero sí se alimentaban del mismo resentimiento.
La misma ausencia de esperanza, las mismas carencias afectivas, idéntica sensación de abandono, la misma visión cínica respecto de la política, las instituciones y, en suma, el mundo adulto, unían de una forma comunional a los pandilleros árabes de Cergy-Prefecture y a los niños de papá del 16eme.
Veinte años más tarde, el ruido y la furia que NTM hizo brotar a borbotones de la plácida superficie de la República ha tomado diferentes caminos. El malestar puede ser el mismo, pero los intereses y los miedos se han dirigido por cauces diferentes.
"La élite ajusta cuentas con la élite, el poder con el poder, mientras que las culpas se las lleva el argelino o el magrebí, franceses casi todos de tercera o cuarta generación"
Los adolescentes de ayer y de hoy de la Goutte d’Or o de Saint Denis siguen viviendo la vida sans-coulotte. La de Los miserables de Victor Hugo, la de las canciones de NTM.
De vez en cuando, como pasó durante la final de la Champions League del pasado 28 de mayo, se abren los aliviaderos del pozo negro y el flujo fecal se libera para que el pozo no reviente. Su ira y su resentimiento vuelven a salir a flote, como tan bien contaba la gran Caché de Michael Haneke diez años después de la película de Kassovitz.
Mientras tanto, siguiendo la lógica histórica republicana, el burgués capitaliza el resentimiento, agita el avispero de la marginación, afila las guillotinas y rinde cuentas con sus problemas elitistas que nada tienen que ver con el fango sobre el que se construyen.
Los adolescentes de ayer y de hoy del 6eme, los apellidos que hicieron la revolución de 1789 y la del 68, canalizan de nuevo su ira y su miedo de una manera un poco más sofisticada, más chic, más parisina: se han convertido en fervorosos votantes de Marine Le Pen.
La élite ajusta cuentas con la élite, el poder con el poder, y los franceses lo resuelven a su manera mientras que las culpas se las lleva el blanquito, el argelino o el magrebí, franceses casi todos de tercera o cuarta generación.
No se trata de un conflicto de nacionales contra inmigrantes, sino de unos nacionales contra otros nacionales. El nacionalismo que estamos viendo es la retórica marxista actualizada e invertida: las clases dominantes contra los dominados. No es el "estercolero multicultural" que señalan algunos.
No, no se trata ni de multiculturalismo, ni de globalización. Se trata de la instrumentalización de un viejo problema que debe afrontarse, y que de hecho ya se está haciendo. La retórica nacionalista lo único que aporta al debate es el agravamiento y la prolongación en el tiempo del problema de la exclusión social.
*** Armando Zerolo es profesor de Filosofía Política y del Derecho en la USP-CEU.
*** Luis Ruiz del Árbol es abogado.