Hay algo hipnótico en el vídeo del Dandy de Barcelona felicitándonos las Fiestas. Algo tan primario y tan grotesco que nos mueve a las habitaciones últimas de la risa. En puridad es un señor pasado de arrobas, como Dios lo trajo al mundo, y acompañado por un trasgo -no ofendamos- que representa el papel que quiere y puede.
Al Dandy de Barcelona le cuelgan los pectorales, le sobran dos dioptrías, pero ahí se le ve, repicado por las redes, en un villancico silbado al modo hortera que en estos momentos suena a felicidad. No es el coro de Viena, sino dos catalanes ajenos a los cánones y a los físicos que no han visto mejor forma de alegrarnos estas Navidades distópicas que con un musical que es un plano secuencia. En la noche del 30 me presentaron al Dandy de Barcelona por esto de las redes, y el personaje promete. Habla de "Torras" con el hartazgo de las clases menos favorecidas del procés. Su atrezzo navideño es tan bizarro que nos produce una ternura infinita. Sus chiflidos son la canción protesta que en Iceta, por ejemplo, eran berridos sin ton ni son.
Hay futuro en las cataratas y en la presbicia del Dandy de Barcelona, "lo ves y te enamoras". Acaso la Cataluña silenciada y cachonda en la que existen resistentes como el Dandy de Barcelona y su monomanía para ir pasando estos tiempos duros.
Me quedaré con el vídeo en bucle en esta Noche de Reyes, en la que se avecina el nevazo en esta Meseta que necesita de una Cabalgata, siquiera sea meteorológica. El Dandy de Barcelona quizá quiera ser viral, y quizá lo sea entre su público simplón por el que ha pasado todo un secuestro civil. Para unir lo escatológico con lo sentimental hay que andar tocado por un rayo divino. Dicen que ahí hay poesía. El Dandy de Barcelona es un Paquirrín poco maleado y dispuesto a callar a la carcundia indepe con una base silbada de techno y una melodía pegadiza a mitad de camino entre Chimo Bayo y el frenopático más a mano.
El Dandy de Barcelona, criatura feliz de un tiempo sin Crónicas Marcianas, está ahí para que alguien lo represente en los platós y le dé unas campanadas cómicas cuando pase la tormenta. El Dandy de Barcelona es lo peor que le puede pasar al separatismo, a Rufián, si los constitucionalistas se unen y relativizan -entre tanto vídeo soso de Instagram- esto tan obvio de defender la igualdad de los españoles.
El Dandy de Barcelona, amigo, es guerra cultural en carnes vivas.