Ciudadanos es solo el segundo partido que ha muerto después de las pasadas elecciones. El primero es el PSOE. La devastación de Ciudadanos, además, tiene arreglo: podría resucitar. La del PSOE no. Es un partido muerto, pese a las apariencias, pese a haber sido el más votado, pese a que vaya a gobernar. O precisamente porque va a gobernar.
Durante la campaña, una de las opciones que me parecía deseable era la de una mayoría absoluta del PSOE. Eso y rezar: para que el PSOE la aplicara bien. He cambiado de opinión: un PSOE con mayoría absoluta hubiese sido catastrófico. Un partido que no sabe lo que es, un partido acomplejado porque no se ve lo suficientemente de izquierdas, que sostiene a un líder, Pedro Sánchez, que es un tiovivo andante, con un discurso que da vueltas por todas las ideas e inclinaciones posibles, ninguna suya porque lo suyo es el girar. (Si Rivera era una veleta, Sánchez es una veleta loca.)
Por fortuna, Sánchez no podrá gobernar solo. Y eso está bien, porque cualquiera con el que se alíe (insisto: cualquiera) tiene el principio de realidad más asentado que él. Hasta Rufián y Otegi, que serían respectivamente Churchill y Adenauer a su lado. No digamos Aitor Esteban, Revilla o el de Teruel Existe: auténticos guardianes de la realidad regional y provincial. El sólido terruño frente al vaporoso no sé qué.
Todo hemos de fiarlo ahora a Pablo Iglesias, el verdadero ganador de las elecciones. El aclamado en Ferraz (“¡con Iglesias sí!”) por la militancia que ha socavado al PSOE. Esa militancia sin sentido de Estado, identitaria de una “izquierda” y de un “progresismo” nominales, cuya gran preocupación es que nadie la llame “facha”. Para poder llamárselo a los demás.
Pero hay que confiar en Podemos, que con la liquidación del PSOE será el nuevo partido socialdemócrata. Y hay que confiar en Iglesias. Tiene un chalet, tiene tres hijos (no me extrañaría que él e Irene Montero hubiesen encargado el cuarto tras el pacto con Sánchez) y tiene una incipiente pancita que ofrece todas las garantías al Ibex 35, la UE y hasta el FMI.
En el gobierno bicéfalo PSOE-Podemos habrá una cabeza de la que no cabe esperar nada (la de Sánchez) y una prometedora cabeza (la de Iglesias) que es muy bueno que vaya conociendo los entresijos del Estado, su día a día, sus posibilidades y sus límites para gobernarlo con sensatez en el futuro. Su juventud atolondrada quedará atrás. Será el nuevo Felipe González. Y una mañana la pancita (panza para entonces) reclamará su complemento y le será concedido: la eliminación de la coleta.