Beatriz Fanjul ha conseguido, gracias al recuento del voto exterior, el escaño número 89 para el PP en el Congreso de los Diputados, en detrimento del PNV, que se queda definitivamente con seis escaños. Que haya sido por la circunscripción de Vizcaya –fortín electoral del PNV– es muy significativo, pero más aún que se deba a los residentes en el extranjero, porque el partido jeltzale tiene un particular empeño en lo que ellos llaman la Diáspora vasca, según la cual todo vasco que sale fuera de España tiene que reivindicar su identidad vasca sin acordarse para nada de que también es español. La elección de Beatriz Fanjul habrá hecho pensar, cuando menos, en las instancias que se ocupan de la Diáspora en el Gobierno vasco, si algo está fallando en su diseño de antiespañolismo.

El escaño de Beatriz Fanjul también resulta decisivo en el encaje de bolillos en que se ha convertido el Congreso tras el anuncio del acuerdo entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, porque el PSOE, por ese solo voto, va a tener que recurrir a la abstención de más de un grupo independentista, con lo que la presión secesionista sobre el gobierno que salga de ahí estará garantizada.

Y en tercer lugar, la elección de Beatriz Fanjul tiene trascendencia también en clave ideológica interna, porque representa el triunfo, modestísimo pero muy significativo, de una opción que ella, como fiel correa de transmisión de su líder Pablo Casado, ha querido representar desde las anteriores elecciones del 28 de abril, como es la de aglutinar en territorio vasco, donde la debilidad de este sector político es extrema, las tres siglas de centro-derecha –PP, Vox y Ciudadanos– para rentabilizar al máximo la escasez de apoyos que reciben. Es lo que se ha llamado Euskadi –o País Vasco– Suma.

Foralidad, españolismo y antinacionalismo son tres maneras intercambiables de reivindicar la idea de España

Y aquí es donde ha chocado Fanjul, avalada por Casado, con la línea que quiere implantar la actual dirección del PP vasco con Alfonso Alonso a la cabeza y que conocemos como foralista o defensora de la singularidad vasca dentro de España, que es una opción igualmente antinacionalista y españolista, puesto que la defensa foral es radicalmente contraria al secesionismo, pero que desde Madrid no se entiende así, desafortunadamente, y para muchos incluso supone una suerte de concesión al nacionalismo.

La convención del PP vasco de septiembre fue un fracaso en este sentido, porque dejó sin resolver el problema de la articulación entre Madrid y el País Vasco. La prueba más evidente fue que Pablo Casado –salvo por la obligada sustitución de Javier Maroto– volvió a repetir en estas últimas elecciones con Beatriz Fanjul por Vizcaya e Iñigo Arcauz por Guipúzcoa, y eso que el PP vasco se había manifestado de manera pública y notoria contra esas designaciones.

Lo único cierto en esta historia es que la contradicción entre esas dos posturas no tiene razón ideológica de ser y solo responde a los faccionalismos personalistas de la política. Foralidad, españolismo y antinacionalismo son tres maneras intercambiables de reivindicar la idea de España y de un País Vasco dentro de la misma. Porque se puede y se debe defender la foralidad y al mismo tiempo criticar al PNV del modo en que lo hizo, por ejemplo, Iván Espinosa de los Monteros frente a Aitor Esteban.



El PNV no tiene ningún reparo en homenajear a su fundador, cuando sabemos que fue un xenófobo de manual

En casos así, el PNV siempre saca el fantasma de Franco o ataca a la persona en lugar de refutar lo que dice. Pero un partido de tan larga trayectoria como el PNV necesariamente presenta flancos oscuros en toda su historia. Desde su mismo origen, pasando luego por la Segunda República, en la que tan habituales eran las refriegas políticas que acababan en disparos y que también protagonizaron militantes del PNV, hasta llegar a la Guerra Civil y a cómo la encararon y la terminaron. Pero lo curioso es que los dirigentes de este partido no tienen ningún reparo en homenajear a su fundador tres veces al año de manera ostensible, cuando sabemos que fue un xenófobo de manual. Y también nos dicen que ellos siempre fueron democráticos y no violentos, como si lo que nos cuentan los periódicos que pasó en la Segunda República, por ejemplo, no fuera con ellos.

El antinacionalismo de Euskadi Suma puede y debe denunciar que el PNV tiene un fundador impresentable políticamente, con solo reparar en lo que dejó escrito. Mientras que ensalzar a la nación española y decir que el País Vasco también es España no es fascista o franquista porque Franco pensara lo mismo. Del mismo modo que todo el nacionalismo no es terrorista porque ETA fuera nacionalista. O del mismo modo que en Francia hay una parte que también se llama País Vasco, dentro del Departamento de Pirineos Atlánticos, en la que se habla euskera, pero cuya autonomía apenas le llega para gestionar el agua, las basuras y el alcantarillado, y su única lengua oficial es el francés. Y por eso a nadie se le ocurre decir que Francia es fascista o que allí no hay democracia.

Beatriz Fanjul va a tener ahora en el Congreso una plataforma impresionante para poder desarrollar su proyecto de Euskadi Suma. Porque los votantes de Vox y Ciudadanos en el País Vasco pueden confluir perfectamente con los del PP en cuanto a españolismo y antinacionalismo, y hacerlo sin complejos, y por supuesto sin estridencias ilegalizadoras ni deformaciones absurdas, solo con argumentos veraces, que los hay de sobra.

*** Pedro José Chacón Delgado es profesor de Historia del Pensamiento Político en la UPV/EHU.