La palabra cambio ha vuelto a triunfar, después de aquel cartel –insuperado– de Felipe González en las elecciones generales de 1982, cuyo lema era "Por el cambio". El del candidato del PP que va a ser presidente de la Junta de Andalucía ha sido "Garantía de cambio". Quién nos iba a decir que muchos años después el cambio sería echar a los socialistas.
El cambio está bien: cambiar a un partido que llevaba treinta y seis años en el poder era una cuestión de ventilación democrática; lo venía siendo desde hacía mucho. Pero el que hasta ahora no haya podido ser no se ha debido solo al clientelismo y la potencia propagandística del PSOE andaluz: es que el PP andaluz no ha dado la talla. La cuestión es que ahora va a llegar al gobierno (con el apoyo de Ciudadanos y, ay, de Vox) habiéndola dado menos que nunca. El PP andaluz nunca ha tenido un candidato más flojo que Juan Manuel Moreno Bonilla, el hombre anteriormente conocido como Juanma.
Por eso me rechina todo el aparato emotivo asociado a la palabra cambio, que el PP está propulsando con una retórica muy parecida a la de sus detestados socialistas. Estamos viendo (los que tenemos la desdicha de verlo) que el problema en Andalucía no era tanto el del partido en el poder como el de la clase política andaluza, de una mediocridad arrasadora (incluso por debajo de la media nacional, que tampoco es para tirar cohetes).
De manera que me parece bien el cambio en la Junta (aunque sea con el apoyo, ay, de Vox), pero no participo del entusiasmo con que lo envuelven. El González de 1982 si transmitía ese plus, con su mirada soñadora y el cielo claro de aquel cartel. El pobre Juanma, sin embargo, queda como sobrepasado por la palabra, y algo parecido le ocurre al que será su vicepresidente, Juan Marín, el hombre anteriormente conocido como Joe Rígoli.
Otra cosa es que el trabajo que se les viene encima sea ciertamente hercúleo. Desmontar un sistema de poder como el del PSOE en Andalucía va a ser complicado. Tampoco sé si de verdad va a ser desmontado o simplemente ocupado por los nuevos. Pero aunque fuese solo esto, ya resultaría saludable en sí mismo. Me carga, como digo, la retórica. Pero es que admite poca retórica el cambio tal como lo veo en Andalucía: un higiénico "cambiarle el agua a las aceitunas".