Un sherpa de la transición, el largo adiós de Serrat y la ascensión de Marta Ortega
Pedro J. Ramírez, Joan Manuel Serrat, Marta Ortega y Marta Rota; la autora comenta lo más destacado de la semana a través de sus protagonistas.
Pedro J. Ramírez
Cumple más de 40 años como director de periódicos, que en su caso han sido tres: Diario 16, El Mundo y EL ESPAÑOL. El martes presentó Palabra de director, sus memorias de periodista sólido, en las que vuelve sobre sus pasos por el camino de la Transición. Un crack.
Medio Madrid en mascarilla hacía cola a la entrada del Circulo de Bellas Artes para acceder a la sala. Entre el público, gente del pasado y del presente, profesionales recién llegados de la Universidad y de los partidos políticos. El aura de Pedro J. flotaba en el ambiente; él tenía la sonrisa abierta para todo el mundo.
De un tiempo a esta parte Pedro J. se ha forjado una personalidad nueva y todo el rato sonríe. Muchos lo recordamos con el ceño fruncido y un pequeño aparato de radio pegado a la oreja, atento siempre a los boletines horarios. Ahora, en cambio, pasea rejuvenecido por la redacción con aire curioso y risueño, presumiendo de tirantes. El mismo lo cuenta así: “Me puse tirantes después de conocer a Ben Bradlee, director del Washington Post que se enfrentó a cinco presidentes. Ahora el director sigue llevando tirantes, estrena camisas y se declara feliz. Mucho tiene que ver la llegada de Cruz Sánchez de Lara a su vida. Ella es esposa de Pedro y vicepresidenta de EL ESPAÑOL. Sin embargo, al director no le acaba de dar el peso la palabra felicidad. Prefiere usar un eufemismo: “La época luminosa”, dice en referencia a su vida con Cruz.
El libro Palabra de director fue presentado por Ángeles Aguilera en presencia de José Crehueras, presidente del grupo Planeta, diputados, empresarios, muchos periodistas….
En un lugar privilegiado, luciendo look vistoso y sugestivo, se dejaba ver Ana Botella con decorado en la pechera y abundancia de anillos y pulseras en las manos (solo faltaba que sonaran los doce cascabeles al organillo). Junto a ella, el senador Javier Maroto y la consejera de Cultura de la Comunidad de Madrid, Marta Rivera de la Cruz. En las cercanías, Tristán (hijo de Pedro J.), Inés Arrimadas, Iván Redondo, Lucía Méndez, Manuel Hidalgo, el rector de la Universidad de Navarra, Alfonso Sánchez-Tabernero, amigos y discípulos del actual director de EL ESPAÑOL.
Pedro J. Ramirez es un excelente sherpa de la Transición. La cuenta en todos sus detalles, tal y como la vivió en primera persona, desde Carrero hasta Felipe González, desde Txelis hasta el comisario Amedo. Claro que hay detalles y detalles. El director se explaya en sus acercamientos periodísticos a la cúpula de ETA. Primero, en Argel, donde no fue posible su planeada entrevista con 'Antxon' (Eugenio Etxebeste) y luego en París, donde se llevó a cabo su controvertido encuentro con la dirección de ETA (entrevista con 'Txelis', Ávarez Santacristina).
Personalmente, me quedo con el escalofriante pasaje del frustrado atentado de ETA contra Pedro J.: “Tardé diez años en enterarme y otros diez en enfrentarme cara a cara con aquel compañero de colegio que había estado a punto de matarme”. Así cuenta en el libro su conversación con Soares Gamboa. En un acto de franco arrepentimiento, el etarra vomitó a la cara de Pedro y ante las cámaras de Telemadrid la preparación del atentado, sin dejarse dentro ni una coma.
Aparte están los múltiples episodios de enfrentamiento con el poder, y en especial con Felipe González. El más llamativo es la versión 'Pinocho' que hizo del entonces presidente en Cambio 16 (aunque Pedro J. era director de Diario 16, ejercía una suerte de tutelaje en el semanario de la casa, que dirigía oficialmente Raúl Heras). La célebre portada fue un desplegable capaz de reflejar el alargamiento de la nariz del “mentiroso” presidente del Gobierno.
Pero aún quedaba mucho libro.
Joan Manuel Serrat
La noticia ha corrido como la pólvora: Serrat se va. En realidad se está yendo todos los días un poco, y por eso apenas se nota. La despedida empezará el 23 de abril de 2022 en Nueva York, y se prolongará hasta diciembre del mismo año en Barcelona. “Quiero despedirme en persona; no me apetece ser despedido por una plaga”.
Serrat siempre ha formado parte de nuestra vida. Lo fue cuando cantaba en catalán (La tieta, Cançó de bressol, M´en vaig a peu) o cuando lo hacía en castellano (Mediterráneo, Tío Alberto, Hoy puede ser un gran día).
Mediterráneo tiene categoría de himno y marca un punto de inflexión en la historia de Serrat y en la adaptación musical de los versos de Machado, Benedetti y Hernandez.
Dice Serrat: “Según las normas del Eclesiastés hay un tiempo para cada cosa”. Se refiere el “noi” a un tropiezo de Sabina que les obligó a abandonar una gira a medio camino. Muchas han sido las giras llevadas a cabo por el cantante, pero ninguna brillará como la próxima. Empezará en abril y terminará en diciembre, cuando el cantante cumpla 78 años.
A Joan Manuel Serrat le llama la vida familiar, sus dos hijas y sus cinco nietos, y en especial, su mujer, Candela, a la que llaman familiarmente Yuta.
No volverá a los escenarios, pero las generaciones venideras seguirán cantando Mediterráneo, el himno que Serrat dedicó a ese mar que va de Algeciras a Estambul.
Algunos, sin embargo, permaneceremos aferrados a una canción compuesta en catalán bajo el signo de la melancolía. “M´ en vaig a peu”.
Traducido, dice: “No quiero que tus ojos lloren, dime adiós, el camino es cuesta arriba y yo voy a pie”.
Marta Ortega
En uno de esos extraños eventos a los que acudimos los periodistas para practicar la caza y captura de famosos, vi por primera vez a Marta Ortega, la sucesora de papá Amancio. Era una chica flaquita y de rostro tembloroso que llegaba sola al Museo del Traje para asistir a la fiesta de cumpleaños de la modelo Eugenia Silva. Si no recuerdo mal allí había mucha gente pero ningún traje expuesto.
Marta Ortega vestía aquella noche un fino abrigo blanco y no llamaba la atención. Quizás por el hecho de ser quien era tampoco se le acercó nadie. Ni siquiera el chico de la castañita en el pelo, Carlos Torreta, con el que se casaría más adelante. Desde aquel día, no volví a ver a Marta. Mejor dicho, la vi en foto cuando la boda y me pareció que estaba muy mejorada y se daba cien vueltas a si misma.
Últimamente Marta ha salido en los periódicos con motivo de su ascensión al olimpo de Inditex para sustituir a Pablo Isla, que en abril tomará el petate y se abrirá. Dicen que las familias no congenian, Me pregunto quien no congenia con quien. Juguemos a adivinar: ¿Marta con Isla? ¿Amancio con Carlos Torreta? ¿O quizas Isla consigo mismo?
Hay versiones respecto al relevo de Isla. Sin embargo, todo apunta a que el acelerón es significativo. Las acciones cayeron, pero luego remontaron.
Marta Rota
Es el alma mater de Tot-Hom, que germinó en Barcelona y poco a poco se expandió por el mundo. Hoy tiene tiendas en Madrid y Barcelona, además de puntos de venta en Japon y Grecia. Es diseñadora, empresaria y tendera vocacional desde los 14 años, cuando su madre le adjudicó un trabajo en la tienda familiar. Recorrió Europa, formándose principalmente en Francia e Italia. París le impregnó de moda, un bagaje que la ayudaría a despegar con brío empresarial en Barcelona. Hoy reconoce que las influencias italianizantes han marcado tendencia en algunas de sus colecciones.
Aterrizó en Madrid gracias a Isabel Preysler, que fue su primera clienta en la capital. Actualmente sus vestidos lo mismo pueden verse en una boda de los Jerónimos que en la gala de los Goya. Su número de adeptas crece día a día. Todo el mundo ha comentado alguna vez que si viviera, una de sus incondicionales clientas sería Audrey Hepburn. Todas hemos querido ser ella en las películas en las que aparece vestida por Givenchy.
Las señas de identidad de Tot-Hom en la ropa de calle es fácilmente reconocible: esos cuellos menudos y recortados, esas mangas francesas, esos camiseros espectaculares, esos finos detalles, se reconocen con los ojos cerrados.
Marta Rota trae su pasarela a Madrid temporada tras temporada. Las grandes damas optan por las puntillas, los escotes y los ciertos pelos (léase terciopelos) insólitos. Las arquitectas, escritoras o cineastas, se derriten con los tejidos técnicos y los colores negros y marinos. Guau¡