"50 años en un latido del corazón". Así se anuncia la edición especial del 50 aniversario de Dark Side of the Moon, uno de los álbumes más importantes e influyentes de la historia del rock, que aún hoy suena tan moderno, innovador y radical como hace medio siglo. La obra maestra de Pink Floyd, con permiso de The Wall, brilla como nunca en esta nueva remasterización, ya disponible en España, que ha adaptado su inconfundible personalidad al sonido espacial Dolby Atmos.
Esta lujosa edición deluxe se vende como un cofre que incluye dos CDs, dos vinilos, un DVD y un libro de fotografías pero, sobre todo, un Blu-Ray con la remasterización en Dolby Atmos. La otra opción para disfrutar de este sonido espacial es a través de plataformas de streaming como Apple Music, Amazon Music o TIDAL, al menos hasta que Spotify se decida a dar el paso definitivo e integre esta opción en su plataforma. También es necesario, por supuesto, altavoces, auriculares o barras de sonido compatibles con esta tecnología, la más avanzada en el mundo del audio inmersivo.
Si la música de Pink Floyd siempre ha tenido esa vocación inmersiva, con múltiples capas de voces e instrumentos dibujando paisajes sonoros únicos, la experiencia de escuchar su música en Dolby Atmos es todo un viaje psicodélico sin necesidad de estupefacientes. Sobre todo en una sala Dolby Atmos como la que tiene Warner Music en The Music Station, en la antigua Estación del Norte, ahora Príncipe Pío, en Madrid, con 17 altavoces para ofrecer una sensación de inmersión total.
Un prodigio para los oídos
En The Music Station nos recibió Ricardo Viñas, consultor de Dolby, que explicó de manera concisa la configuración de esta sala tan especial. El formato es de 11.1.6, con 11 altavoces rodeando la sala, un subwoofer instalado bajo el pequeño escenario y 6 altavoces escondidos en el techo, un despliegue mucho más ambicioso y potente que el que cualquiera puede disfrutar en casa.
"El objetivo de un sistema inmersivo como este es que puedas estar en el centro de la música. La puedes oír de otra manera, no como si estuviera frente a ti o en un lado, como hacía el estéreo, sino que puedes formar parte de ella". Y vaya si es cierto. Desde los primeros y crecientes latidos de Speak to me hasta los que se escuchan al final de Eclipse, la experiencia solo se puede describir como alucinante.
De esta remezcla se ha encargado James Guthrie, ingeniero de sonido de Pink Floyd desde hace muchos años, en el estudio Das Boot situado en el lago Tahoe, en California. No es Abbey Road, pero sí está a la última en tecnología de sonido, lo que ha permitido trasladar las 16 pistas de la mezcla original al sistema Atmos, que añade la flexibilidad de los llamados 'objetos dinámicos' al trabajo tradicional basado en canales.
Así, el sonido Dolby Atmos se añade a la música como una capa más en la mezcla y permite situar sonidos como si fueran objetos en puntos concretos del espacio sonoro. De ahí todas las posibilidades que brinda esta tecnología a los artistas e ingenieros de sonido, ya con ella pueden jugar de forma casi infinita con la posición de voces, instrumentos, coros y otros sonidos.
Así el oyente puede experimentar como nunca la emoción que producen temas icónicos como Us & Them y deleitarse con matices sonoros de otra manera inapreciables. En esta remasterización en audio espacial se oyen claramente los pasos de alguien corriendo de un lado a otro antes de los relojes que abren Time, los sonidos de caja registradora y monedas cayendo suenan delante y detrás del oyente, mientras las voces de A Great Gig in the Sky te inundan y no te sueltan hasta mucho después de acabado el disco. Al final de Eclipse, el famoso pasaje de la versión orquestal de Ticket to Ride de los Beatles también se escucha con claridad. Para apreciar cada detalle en todo su esplendor, lo mejor es cerrar los ojos y dejarse llevar.
Mientras Roger Waters, recientemente de gira por España, planea volver a grabar el disco con otros músicos, la obra original en la que participaron David Gilmour, Richard Wright y Nick Mason sigue siendo un hito que esta remasterización en Dolby Atmos sólo puede engrandecer. Si la grabación del álbum en 1972 y 1973 ya desafió los límites tecnológicos de la época, como un collage sonoro único en su especie, el sonido espacial le viene como anillo al dedo. O, mejor dicho, como latido al corazón.
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