En España se suele tener la costumbre de valorar más todo aquello que viene del extranjero antes de lo que procede de su propia 'casa'. Los aerogeneradores de esta startup india y este alemán de 92 años tienen todo su mérito, pero no por eso se debe infravalorar un invento diseñado por un español. Y sobre todo cuando se trata de un tema tan vigente como el de la energía eólica, que tanto puede ayudar al planeta a combatir el cambio climático eliminando los combustibles fósiles de la ecuación.
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Una de las primeras impresiones que puede dar un aerogenerador es que, debido a su ausencia de estética, no encajaría muy bien con la decoración de un hogar o en sus alrededores. Además, suficiente contaminación acústica hay ya en las ciudades como para añadirle el ruido que pueden generar estas turbinas.
Teniendo en cuenta este tipo de problemas, el ingeniero español David Yáñez puso a funcionar su naturaleza visionaria allá por 2012. Fue entonces cuando redactó las patentes de lo que en esencia es un aerogenerador sin aspas, un mástil de fibra de vidrio y fibra de carbono que genera energía oscilando con el viento. Y no solo eso, sino que lo hace de forma silenciosa y con un tamaño más pequeño que el de los aerogeneradores más habituales.
Tuvieron que pasar tres años para que este ingeniero, junto con otras cuatro personas, pudiera poner en marcha la startup Vortex Bladeless, que cuenta actualmente con cinco patentes de este aerogenerador. Su modelo Vortex Tacoma, de 2,75 metros de altura, cuenta con una potencia nominal estimada de 100 vatios (3 kW). Según sus responsables, "produce la energía suficiente para que una casa sea autosuficiente", aunque lo más lógico sería complementar su producción con la de placas solares.
Un aerogenerador de película
El origen de Apple se encuentra en el imaginario de gran parte de la población: unos jóvenes e imberbes Steve Jobs y Steve Wozniak en un garaje diseñaron el ordenador que más tarde se conocería como Apple I. En el caso de Vortex quizás no sea tan conocido por tanta gente, pero ocurrió de una forma igual de particular a la del controvertido genio.
El momento eureka sucedió a través del documental sobre el puente colgante de Tacoma Narrows, construido en 1940 en la capital de Estados Unidos. El puente solo aguantó cuatro meses en funcionamiento, pues se dobló con el viento como si estuviera hecho de cinta de seda en lugar de hormigón y acero. Esta imagen se utiliza como ejemplo del principio de la frecuencia de resonancia a los futuros diseñadores. Para el resto de los mortales no deja de ser un desastre de ingeniería propio de los programas de televisión basados en catástrofes. Yáñez fue el único que vio aquí una oportunidad.
Aquella imagen le hizo pensar que quizás "se podría aprovechar la cantidad tan importante de energía" que acumulaba el puente. "Aunque la semilla de la idea surgió de ahí, realmente nos dimos cuenta de que una estructura vertical es capaz de alcanzar mejor los vientos alejados del suelo", reconoce este ingeniero en la web de Vortex Bladeless, que cuenta con la financiación del programa Horizonte 2020 de la Comisión Europea.
Además del espaldarazo financiero de la institución europea, Vortex recibió ayuda de los denominados ángeles inversionistas, aunque la subvención clave corrió a cargo de la Fundación Repsol, gracias a la cual pudieron desarrollar su tecnología. Y es que este apoyo económico no es para menos, ya que las versiones más grandes del Vortex serían ideales para generar energía en amplias zonas urbanas.
De hecho, "a partir de octubre de este año" realizarán "las primeras instalaciones de dispositivos más grandes", como reconocen en declaraciones a este periódico. Fuentes de la empresa lo consideran "uno de los pasos más importantes que habremos dado".
Cómo es su diseño
El prototipo actual realmente no se puede definir como una turbina, puesto que una de sus principales características es que no gira. Su tecnología está basada en la resonancia aeroelástica, que consiste en un cilindro fijo vertical sobre una varilla elástica que se introduce en el suelo. De esta forma, el dispositivo oscila con un movimiento silencioso que no molesta en ningún momento ni a los seres humanos ni a la fauna del lugar en el que se instala.
Al no contar con ejes ni engranajes, el mantenimiento también se reduce enormemente comparado con los aerogeneradores tradicionales. El modelo Vortex Nano, por ejemplo, es ideal para instalar en domicilios, ya que sólo mide 85 centímetros de altura. Eso sí, se necesitarían varios y combinarlos con placas solares para producir la energía limpia necesaria para considerar una casa como autosuficiente.
La empresa también está desarrollando el modelo Vortex Tacoma (en clara referencia al puente que inspiró el proyecto). Se trata de un generador eólico con unos 2,75 metros de altura que también podría instalarse en plataformas flotantes en el mar. Por ahora han fabricado una serie de cien Vortex Nano, dirigidos a instituciones de investigación, laboratorios, ciudades, parques nacionales y empresas asociadas en España y en todo el mundo.
El diseño de este dispositivo se asemeja más a los paneles solares que a los aerogeneradores tradicionales, si se tienen en cuenta algunas de sus características y su rentabilidad. Desde Vortex aseguran que podrán ofrecer este producto a "un precio accesible para todo el mundo". Sin embargo, antes de llegar al mercado, necesitan industrializar el proceso de producción, la fase actual en la que se encuentran.