Las maniobras de despegue y aterrizaje a bordo de portaviones son una de las más delicadas a las que se tiene que enfrentar cualquier piloto militar. En España, por el momento, no ha ocurrido ningún accidente de este tipo con el buque Juan Carlos I, pero en Estados Unidos ya acumulan algunos casos muy impactantes.
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Sin duda, uno de los más espectaculares de la historia reciente ocurrió el 5 de agosto del 2017 cuando un turbohélice MV-22B Osprey de un escuadrón de los Marines estadounidenses chocó contra la superficie de aterrizaje del portaeronaves USS Green Bay. Este peculiar modelo de aeronave se caracteriza por tener un sistema de propulsión que rota sobre el eje longitudinal de sus alas para poder despegar y aterrizar verticalmente; a una determinada altitud, giran otros 90 grados para colocarse en la posición estándar.
Prácticamente 5 años después del suceso, ha aparecido en YouTube un vídeo grabado desde la cubierta del USS Green Bay. En él, se aprecia cómo el carenado del motor izquierdo impacta contra la superficie cuando tan solo quedan unos centímetros para que aterrice. Esto provoca una pérdida de control con el consecuente cabeceo del Osprey, que cae al mar inevitablemente.
Al chocar, las hélices de la aeronave pueden convertirse en piezas de metralla viajando a gran velocidad y pueden causar daños tanto personales como materiales. Del mismo modo, el combustible en los tanques también tiene potencial de desencadenar un incendio, que puede transmitirse a otras aeronaves cargadas de armamento. El accidente produjo la muerte de 3 personas —todos los tripulantes— e hirió a otras 23.
"El Cuerpo de Marines determinó que la aeronave se estrelló debido a que se enfrentó a demasiada corriente [de aire] descendiente y no tuvo el empuje necesario para mantener el vuelo estacionario, pero es posible que la aeronave también estuviera cargando demasiado peso", según las declaraciones de un oficial del Departamento de Defensa a USNI News.
También señaló que el Osprey tuvo problemas al iniciar la aproximación al USS Green Bay. En particular, con la conexión al sistema de navegación aérea del que dispone el barco que guia a las aeronaves. En su momento se solucionó recibiendo instrucciones directamente por parte de los controladores aéreos, pero el resultado fue fatal.
Del informe también se saca en claro que el piloto al mando en el momento del aterrizaje siguió en todo momento el procedimiento de descenso para aterrizar en la cubierta del navío. Ejecutó sin fallo una tasa de descenso sostenida y controlada en todo momento por las palancas que controlan el empuje del Osprey. De esta manera, todo parece indicar que una racha de viento descendente —las más peligrosas para cualquier tipo de avión— fue la responsable de la pérdida de sustentación y el posterior choque.
El vídeo se ha publicado tan solo unas semanas después del último accidente de otro MV-22B Osprey, que se estrelló por razones desconocidas durante unos entrenamientos de la Marina estadounidense en el sur de California y se saldó con la muerte de sus cinco ocupantes.