No, la amígdala NO es el centro del miedo en el cerebro
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Hace apenas unas décadas no sabíamos nada sobre la amígdala, una pequeña zona cerebral cuya función parecemos sin tener demasiado clara. El hipocampo era el gran centro de la investigación, aunque recientemente saltó la polémica acerca de si realmente era la zona responsable de la memoria en el cerebro. Ahora, con la amígdala, puede que hayamos dado de nuevo un traspiés, pues se ha dado por sentado que la amígdala controla el miedo en nuestro cerebro, cuando realmente no ha habido un descubrimiento científico como tal acerca de su función.
Lo que ha sucedido, como comenta el profesor de neurociencia y psicología de la Universidad de Nueva York Joseph LeDoux en Psychology Today, es un fallo de interpretación en los hallazgos actuales.
La amígdala y los fallos de interpretación
El “hallazgo” en si mismo fue que, cuando la amígdala se dañaba en monos, los estímulos previamente amenazantes llegaban a ser tratados como benignos.
En el caso de estos simios lo que sucedió era que se pudieron domesticar. Posteriormente se probó con serpientes, las cuales ya no parecían emitir respuestas de lucha o huida tras sufrir daños en su amígdala. En estudios posteriores en ratas (realizados por el propio LeDoux y otros investigadores), se trazaron mapas neurales de la amígdala, pero no se encontraron circuitos similares operativos en los seres humanos como base de la defensa frente a amenazas.
A partir de aquí viene la interpretación: Si se daña la amígdala, se eliminan los comportamientos de “huida” frente a amenazas, por tanto el “miedo” se produce en la amígdala.
Es cierto que las personas con una amígdala dañada son menos sensibles a las amenazas (en situaciones como epilepsias o daños quirúrgicos), pero no dejan de sentir “miedo” como tal. En otras palabras, puede ser que la amígdala tenga participación en el circuito que permite detectar y responder a las amenazas, pero eso no la hace totalmente responsable del miedo (ni necesitamos sentir miedo para sentir una amenaza).
Por su parte, estudios realizados mediante imágenes cerebrales en seres humanos sanos sugerirían algo similar: Frente a las amenazas, la amígdala aumenta su actividad cerebral, junto a respuestas corporales como sudoración o aumento de frecuencia cardíaca. Son estímulos subliminales, pues a veces no somos conscientes de la amenaza, y nos damos cuenta mediante este “miedo”; pero eso no significa que la amígdala provoque dicha sensación de miedo. Esto, según LeDoux, implicaría asumir erróneamente que el sentimiento de “miedo” y las respuestas corporales frente al mismo son producto del sistema nervioso central. Sí, la amígdala y sus circuitos son responsables de este comportamiento frente a las amenazas (sudoración, estado de alerta, taquicardia…), pero no necesariamente sería responsable de la misma sensación del miedo.
La interpretación correcta sobre la amígdala
El “problema” aquí sería que, inconscientemente, ligamos las respuestas fisiológicas con los sentimientos o emociones (de miedo, en este caso). Sería un caso ideal de la típica frase que siempre os decimos al final de muchos estudios: Correlación NO implica causalidad. Que la amígdala se active junto a la sensación de miedo, porque es la responsable de activar el comportamiento de lucha y huida fisiológicos, no implica necesariamente que sea la responsable de crear la sensación misma del miedo.
Según LeDoux, la amígdala contribuye a los aspectos no conscientes del miedo, como son estas respuestas fisiológicas antes mencionadas. Por su parte, la sensación del miedo sería algo consciente, y no ligado a las funciones de la amígdala. En su caso, esta diminuta zona cerebral alteraría el procesamiento de la información cerebral mediante la secreción de productos químicos cerebrales (adrenalina, noradrenalina, acetilcolina, dopamina, serotonina, entre otros neurotransmisores) y productos corporales (hormonas como el cortisol).
Delante de un peligro, todos estos productos químicos se liberan como forma de alertar al organismo. Posteriormente, nuestro neocortex busca dicho peligro en el ambiente, añadiendo recuerdos anteriores para detectar qué es y qué no es algo que pueda producirnos miedo. Si los estímulos son peligrosos y conocidos, el miedo se recupera de la memoria. Esto vendría a ser una sincronía entre los diversos procesos (atención, percepción, memoria y excitación) en la consciencia, obligándonos a sentir miedo.
Por tanto, para LeDoux, no existiría un “centro cerebral del miedo”, sino que dicha sensación sería un conjunto de procesos neurales que se sincronizarían con nuestra misma conciencia, y de forma posterior a las respuestas fisiológicas inconscientes desencadenadas por la misma amígdala. De nuevo, repetimos: El miedo es algo consciente, pero las respuestas al estímulo amenazante son inconscientes, y esas respuestas son trabajo de la amígdala.
Vía | Psychology Today.