¿Y tú? ¿Serías capaz de torturar a alguien?
En los años 60 aparecieron una serie de experimentos llevados a cabo por stanley Milgram (psicólogo en la Universidad de Yale). Estos experimentos se consideran los mas famosos dentro del campo de la psicología social. Milgram descubrió los asombrosos efectos de la autoridad y la obediencia en humanos.
¿Por qué un experimento como este?
Los experimentos surgieron tres meses después de que la sentencia de Adolf Eichmann fuera emitida (sentenciado a muerte por crímenes contra la humanidad dentro del Nazismo) en 1961. Stanley Milgram quería poder descubrir si personas como Eichmann y miles de seguidores del régimen Nazi en Alemania podrían solo estar siguiendo órdenes, y si realmente se les podía considerar cómplices. Es decir, pretendía averiguar cuáles eran los efectos de la autoridad y la obediencia en humanos.
La prueba pretendía evaluar el grado de obediencia de personas normales en distintos tipos de situaciones en los que se modificaban variables relacionadas con el tipo de autoridad y con la víctima. Las pruebas pretendían demostrar obediencia aún cuando lo que tenían que hacer entraba en directa disonancia con su conciencia y su moralidad.
El estudio se publicó en la revista Journal of Abnormal and Social Psychology bajo el título Behavioral Study of Obedience (Estudio del comportamiento de la obediencia) en 1963 y fue posteriormente resumido en 1974 en su libro Obedience to authority. An experimental view (Obediencia a la autoridad. Un punto de vista experimental).También existe una película titulada Obediencia que narra el experimento.
¿En qué consistió el experimento?
La selección de sujetos que participarían se llevo a cabo a través de un anuncio en el periódico y con una recompensa monetaria de 4 dólares (hoy en día equivaldría a unos 28 dólares). Los sujetos desconocían para que era la prueba y se les ocultó la intención del investigador. Los participantes tenían entre 20 y 50 años y eran de distintos niveles educativos y sociales.
La prueba contó con 3 componentes:
a) El experimentador (en el papel de investigador de la universidad de Yale): Representa la figura de autoridad a la que hay que obedecer.
b) El voluntario (en el papel de “maestro”): Es el sujeto de estudio, en el que se medirán las VD (Variables Dependientes). Debe castigar al alumno cuando se equivoque.
c) El alumno: Cómplice del experimentador que se hace pasar por participante del experimento. Debe contestar las preguntas del maestro y será castigado si se equivoca. Representa en cierta manera la figura de la víctima.
Se hace creer al sujeto voluntario que los papeles de maestro-alumno son elegidos al azar pues escoge entre dos papeletas pero en realidad las dos ponen maestro.
El experimento se lleva a cabo en una sala en la que hay un separador. A un lado está el maestro (S) con el experimentador (E) y al otro lado el alumno (A). El alumno se sienta en una silla eléctrica con electrodos “para evitar las quemaduras”, se le ata y se explica que las descargas pueden ser extremadamente dolorosas pero que no provocaran daños irreversibles (el maestro observa y esta delante). También se les informaba de que el experimento estaba siendo grabado. Se les da una descarga inicial de prueba a ambos para que comprueben la sensación y el dolor que produce. Luego se le da al maestro la lista de pares de palabras que tiene que leerle al alumno. El maestro la lee entera para luego solo leer las palabras de una de las columnas a las que el alumno debe contestar con la palabra que le iba aparejada (se le dan 4 posibles opciones de respuesta a elegir). El alumno presiona un botón para elegir la palabra (1 a 4). Si la respuesta es errónea el maestro debe aplicar una descarga eléctrica como castigo. La primera descarga será solo de 15 voltios pero irá aumentando con cada respuesta errónea a través de 30 niveles de descarga en los que el último representa 450 voltios. En cambio si acierta se pasará a la siguiente palabra.
En realidad todo es una simulación. El “alumno” es un cómplice y simula los efectos de las descargas. Con los aumentos de descarga el alumno comienza a golpear en el vidrio que los separa y se queja de una enfermedad del corazón, luego grita de dolor y pide que se acabe con el experimento y a los 270 voltios gritara de dolor. Todo esto es una simulación grabada. A los 300 voltios el alumno ya no responde a las preguntas y se producen ruidos anormales de respiración previos al coma. La no respuesta se debía considerar como un fallo.
El aparato utilizado para infringir el shock eléctrico tenía indicadas las potencias numéricas así como señales informativas: Al lado de la descripción numérica (de 15 a 450 voltios) se añadieron etiquetas verbales, desde la descarga inferior hasta la superior con palabras como “shock ligero”, “shock moderado”, “shock fuerte”, “descarga muy fuerte”, “descarga intensa”, “descarga de extrema intensidad”, las últimas dos indicaban “peligro: shock severo” y después de eso simplemente “XXX”. Esto aseguraba que el sujeto o maestro supiera lo que estuviera haciendo.
Si el maestro decía que no deseaba continuar el experimentador le decía cuatro frases graduadas desde continúe por favor hasta usted no tiene opción alguna, debe continuar. Si después de estas cuatro frases el maestro no deseaba continuar, se paraba el experimento. Si no, se detenía tras tres descargas a la potencia máxima (450 voltios).
¿Qué resultados se obtuvieron? ¿Qué ocurrió?
Los maestros empezaban a sentirse incómodos y nerviosos al alcanzar los 75 voltios, pero el experimentador les hacía continuar. A los 135 voltios muchos paraban y preguntaban por el propósito del experimento. Algunos continuaban diciendo que ellos no se hacían responsables de lo que pasara. Algunos reían nerviosos ante los gritos del alumno. Otros intentaban devolver el dinero. Pero aún así la mayoría de sujetos seguían aplicando descargas.
Sorprendentemente, en el experimento original ¡¡hasta un 65% de los participantes alcanzaron la descarga de 450 voltios!! Pero todos pararon el experimento en algún momento y se cuestionaron lo que estaban haciendo (aunque luego continuaran). Ningún participante se negó a aplicar más descargas antes de los 300 voltios (límite en el que el alumno deja de dar señales de vida). ¡Estos resultados son realmente sorprendentes e impactantes!
Hay 19 variaciones del experimento en las que se alteraban:
- La proximidad entre maestro y alumno (misma sala, con cristal transparente, con pared de separación)
- La aplicación de la descarga (con electrodos o cogiendo el maestro la mano del alumno y poniéndola sobre la descarga, en este último caso la obediencia fue solo del 30%)
- Las características del experimentador o presencia de terceras personas (con bata-sin bata, otros maestros-cómplices que se niegan o continúan delante del sujeto, dando las órdenes por teléfono o en persona, etc…).
En estos casos se observó que cuando la cercanía física de la víctima era incrementada, la obediencia del participante decrecía, cuando la distancia física de la autoridad era mayor, la obediencia del participante descendía. Los maestros con mayor parecido social a los alumnos paraban el experimento antes.
Este experimento concluye pues que las variables situacionales tienen más influencia que las variables personales en la obediencia a la autoridad.
Zimbardo añade a los resultados de Milgram: Ninguno de los participantes que se negaron a aplicar las descargas solicitaron que se finalizara la investigación y se dejarán de realizar experimentos de este tipo. Tampoco acudieron al otro cuarto a revisar la salud del alumno sin haber pedido permiso antes. ¡Tal fue el poder de la autoridad!
En palabras de Milgram:
“Gente ordinaria, simplemente realizando sus trabajos, sin ninguna hostilidad en particular por su parte, pueden convertirse en agentes de un proceso destructivo terrible. Es más, incluso cuando los efectos destructivos de su trabajo se hacen patentes y se les pide que lleven a cabo acciones incompatibles con sus principios fundamentales de moralidad, son muy pocas las personas que disponen de los recursos para resistirse a la autoridad” (Milgram, 1974)
¿Hoy en día, sería igual? ¿Qué problemas presentan este tipo de experimentos?
Se cuestionan varios aspectos del experimento:
- La moralidad ética. La persona podía sentirse mal pues realmente podría haber matado a una persona real aunque posteriormente se les explicara que era todo una simulación. Esto podría desarrollar traumas posteriores argumentan algunos. Está claro que este es el principal problema hoy en día para replicar el experimento. Los principios éticos y deontológicos de nuestra profesión nos prohíben infringir ningún tipo de daño físico o emocional. Aún así, Milgram expuso que los sujetos (en una encuesta posterior) estaban contentos de haber participado y satisfechos. Milgram les ofreció un seguimiento a largo plazo y mantuvo el contacto con varios de ellos. Uno sujeto incluso llego a ser desertor de conciencia tras aprender de la experiencia.
- Todos los participantes del experimento fueron hombres, esto pudo sesgar los resultados.
- La situación de laboratorio es inusual y no pueden por ello generalizarse los resultados a otras situaciones.
- El método de selección de los participantes no fue al azar pues se prestaron ellos mismos y había recompensa económica. Esto pudo hacer que la muestra representara solo ciertos tipos de personalidad.
Aunque el estudio no ha podido ser replicado de forma exacta por los dilemas éticos que representa, sí ha habido estudios que estudian fenómenos similares y hubo en su momento variaciones al estudio de Milgram.
Hoy en día se sigue pensando que a pesar de las limitaciones del estudio los resultados son representativos en cierta manera y sigue siendo un estudio valido. En esta dirección, Thomas Blass, en 1999 (Universidad de Maryland) publicó un análisis de comparación de los experimentos similares a éste y llegó a la conclusión de que el porcentaje de personas que aplicaban descargas notables se situaba entre el 61 y 66%, sin que el año o lugar de realización de estos estudios cambiara los resultados.
Podemos ver el gran peso de la influencia social, la autoridad y como estos nos lleva a una obediencia ciega. Así se pueden entender fenómenos como los sucedidos en las dictaduras, el nazismo, las sectas, etc…
Cuando me explicaron este experimento en la universidad, me negaba a creer los resultados y siempre decía que yo nunca hubiera llegado a los 300 voltios, ¡ni cerca! Pero mi profesor siempre me decía que Milgram antes del experimento llevo a cabo una encuesta y todo el mundo le contestaba lo mismo que yo… Supongo que como decía aquel profesor, ¡nunca sabes que puedes llegar a hacer en una situación así hasta que la vives! Pero como optimista acérrima que soy yo, ¡me niego a creer que yo corriera la misma suerte! Pero aún así… Los números no mienten. Así que ya sabéis… ¡6 de cada 10 de nosotros llegaríamos a torturar hasta un punto letal a otra persona si nos lo ordenaran! Espero que como a mí, esto os haga replantearos muchas cosas sobre la naturaleza del ser humano.