La ciencia del amor de verano
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Hace escasamente una semana os comenté aquí en Medciencia la ciencia que hay detrás del “sexo casual”. Comentamos que podía ser por razones genéticas, ambientales, o un conjunto de ambas. Pero como siempre digo, todo, absolutamente todo, tiene sus razones y explicaciones científicas detrás. Así que hoy os traigo otro capítulo más referente a las relaciones, en este caso los amores de verano, que no son ni genéticos, ni ambientales, sino hormonales.
Testosterona:
Puede que lo haya comentado ya alguna vez, pero como no estoy seguro os recordaré algunos datos, como por ejemplo que la hormona del amor y deseo sexual es la testosterona (acompañada de la Dopamina, que participa en la pasión), y luego esta la hormona del “apego”, la oxitocina. Resulta que los niveles de testosterona varían durante el año, y suelen ser más altos cuando los días son más largos. ¿Adivináis cuando sucede esto? ¡Premio! Justo en verano, particularmente en el mes de agosto, es cuando la testosterona alcanza sus niveles más altos. y por eso se pueden explicar una “ciencia del amor de verano”. Al menos eso es lo que afirman Cindy Hazan, de la Universidad de Cornell de Nueva York, y la gran antropóloga Helen Fisher, de la Universidad de Rutgers, Nueva Jersey.
Por otra parte, Isaben Menéndez Benavente, psicóloga clínica especializada en infancia y juventud comenta:
“Es sabido que nuestras hormonas influyen decisivamente en nuestro comportamiento y, cómo no, también en las emociones amatorias. En verano existen además diferentes variables para que actúe Cupido. Es época de vacaciones, salimos más, interactuamos, las fiestas nocturnas, el alcohol, el calor y todo ello favorece que nos sintamos más propicios a establecer una relación”
También nos puntualiza que las hormonas siguen el ciclo circadiano, es decir, que las hormonas siguen un ciclo de luz y oscuridad. En este caso, la testosterona se libera cuando hay luz, y por tanto si el día es más largo y hay más horas de luz, también habrá más testosterona.
Serotonina:
Existen otras sustancias, como la Serotonina, de la cuál ya os hablé en los artículos de “la ciencia del amor”. Este neurotransmisor influye en nuestro estado de ánimo, y una de sus funciones es darnos placer, relajarnos o inducirnos euforia. Es más, los fármacos antidepresivos más utilizados tienen como misión evitar que el cuerpo reabsorba esta sustancia, provocando así que su efecto dure más tiempo. Son los llamados “inhibidores de la recaptación de Serotonina”. Bueno pues, esta sustancia también aumenta en la época veraniega, y tiene una importante participación en el amor.
Endorfinas y feromonas:
Además, también existen las endorfinas, esas famosas sustancias que se producen tras el ejercicio físico (“la hormona de la felicidad”), pero también se producen con los orgasmos. Y las feromonas, las moléculas químicas segregadas por nuestra piel y que funcionan como atractivo sexual para los demás. Por supuesto, en verano están más descubiertas y aumenta su grado de actuación.
Finalmente, esta el tema del aumento de relaciones sexuales en verano, y también de las infidelidades. Menéndez deja claro que el amor no solo es química, sino también cerebro, el órgano clave de todo el asunto. Por tanto, el tema de “dejarse llevar por las hormonas” a la hora de ser infiel es una patraña. Además, señala, las parejas ya suelen segregar en esta época oxitocina, la hormona del “apego” como os he comentado antes, que proporciona a la pareja unidad, calma y seguridad.
Vía: La Vanguardia.
Imagen: Soloparamujeres.