Ver imágenes de alimentos calóricos aumenta nuestro impulso por comer
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A esa conclusión han llegado la Dra Kathleen Page y sus colaboradores, que aprovechando la 94ª edición anual de la Sociedad de Endocrinología celebrada en Houston, han presentado un estudio en el que se investiga la manera en que los sistemas de recompensa del cerebro interactúan con la ingesta de azúcar y las imágenes de los alimentos. Para esta investigación se ha contado con 13 mujeres obesas con unas edades comprendidas entre los 15 y 25 años. A las 13 jóvenes, mediante una resonancia magnética funcional, se les analizó la respuesta cerebral mientras les eran mostradas fotografías de alimentos.
Después de pasarles durante 30 minutos imágenes de alimentos ricos en azúcar, de alimentos poco calóricos e imágenes sin ningún tipo de comida, se les pidió que valorarán en una escala de 0 a 10 el hambre que tenían así como el deseo por comer alimentos dulces y salados. Tras 15 minutos de esto, se les suministró una bebida azucarada (unas ricas en glucosa y otras ricas en fructosa). Durante todo el proceso se estuvo escaneando a las chicas mediante resonancia magnética, un “aparatejo” que sirve para visualizar que zonas cerebrales se activan (se iluminan), en cada momento.
Los resultados mostraron que la visualización de imágenes con un alto contenido en hidratos de carbono activó el hipotálamo y el deseo por alimentos dulces y salados. De la misma forma, después de ingerir el refresco azucarado e independientemente del tipo de azúcar ingerido, aumentó el hambre y el deseo de alimentos salados. Sin embargo, tras un análisis completo del cerebro, se comprobó que la fructosa (en comparación con la ingesta de glucosa) produce una mayor activación de las regiones cerebrales involucradas en el procesamiento de la recompensa.
Esto sugiere que las imágenes de comida rica en hidratos de carbono, activan las regiones cerebrales de recompensa y aumentan el hambre así como el deseo de alimentos dulces y salados en mayor medida que las imágenes con alimentos poco calóricos o las imágenes que no mostraban ningún tipo de alimento. La fructosa, por su parte, activa más que la glucosa las regiones de recompensa del cerebro en las jóvenes obesas analizadas.
Estos hallazgos suponen un pequeño paso más para la comprensión de la compleja ecuación que supone la obesidad. Como ya se pensaba y ahora conocemos más concretamente, determinados estímulos como la visualización de imágenes de alimentos calóricos (como los que habitualmente vemos en anuncios y pancartas publicitarias) juegan un importante roll en la actual epidemia del mundo occidental, pues pueden contribuir a comer en exceso.
Vía| The Inquisitr