Agustí Villaronga: de maricón y catalán, a grandioso director español
Hace ya unos años, cuando estudiaba dirección de cine y televisión, nos encargaron a Paolo y a mí un insólito trabajo de análisis sobre un director de cine que jamás habíamos escuchado: Agustí Villaronga. Al parecer, éste vecino de la isla de Mallorca, llevaba desde finales de los 70 metido en la profesión de dirección, aunque poco o nada supiéramos de su existencia, menos aún en Madrid.
Lo más interesante de éste trabajo de indagación fue descubrir gratamente un cine que jamás había visto y sentido, un universo retorcido y oscuro de personajes pervertidos por la maldad del mundo. Un morboso éxtasis de depravación y malicia que, por ley, se multiplica y termina contagiando. Títulos como “Tras el Cristal”, “El Niño de la Luna” o “El Mar” me abrieron las puertas a todo un imaginario nuevo cargado de terrible fuerza visual que describía lo más denso e íntimo de las siniestras inquietudes humanas.
Sin embargo, lo que por encima de todo nos pareció más llamativo, es que durante largo tiempo, Villaronga estuvo a punto de dejar la profesión por falta de apoyo en su trabajo y porque la crítica y el sistema intentaron destruirle consecutivas veces. Ningún productor, jamás, le daba la oportunidad de adaptar las obras que él escogía o presentaba. Nadie confiaba en su capacidad de hacer cine. Mejor dicho, nadie quería que hiciera cine. En aquellos años todavía picaba y era presente el hedor fascista, por lo que la gran mayoría de las personas le tachaban al ver sus películas de “maricón de mierda y catalán” , y, obviamente, eso no interesaba ni aun menos se iba a destinar dinero a ello.
Numerosas fueron sus deprimentes declaraciones que reflejaban un hombre demasiado atormentado y cansado por un sistema que no quería saber nada sobre tipos infames de su clase. Una vez más, unos señores lustrosos, desconocidos y trajeados, decidían qué era cine y qué no era cine. La visión de un mundo como el que Villaronga deseaba compartir en sus películas no podía ser más que castigada, censurada y violentamente apaleada, sistemáticamente.
Durante muchos años, Villaronga, al roce del abandono, fue sobreviviendo gracias a escuetos encargos, la dirección de unas pocas adaptaciones televisivas y alguna obra de teatro. Lo suficiente para comer unas migas duras y creer que aún seguía siendo director de algo en la vida.
Siguió adelante muchos años, arrastrando los pies como siempre lo había hecho, sin conocer el horizonte, sólo el abismo de un director frustrado al que nunca le habían dado las herramientas para poder hacer bien su trabajo y cumplir su ilusión, su forma de vivir y expresar sus sentimientos.
Porque por muy buen director que uno sea, por mucha “creatividad” de la que se disponga o se exija, con 5 millones de pesetas no se puede hacer un largo decente. Y Villaronga, a duras penas, así hizo su primer largometraje, “Tras el Cristal”, película que, pese a hacerse a escondidas de la productora, durante muchos años de parón y con el cariño y esfuerzo incondicional de actores y técnicos, está idolatrada internacionalmente, especialmente en Alemania, donde es considerada una soberbia obra de arte que describe con fastuoso tormento los extremos de la perversión en el comportamiento humano.
Tienen que venir de fuera a decirnos que hacemos las cosas bien y que sigamos adelante con entusiasmo y dedicación, mientras aquí, nuestra propia gente escupe sobre esos trabajos, con soberbia.
Mucho tiempo más tarde, cuando le había perdido la pista temporalmente tras la entrega de aquel trabajo, me enteré que estaba dirigiendo “Pa Negre”, una adaptación conjunta de dos obras del escritor Emili Teixidor: Pa negre y Retrat d’un assassí d’ocells.
Sin que nadie prestara especial atención y sin que ninguna esperanza estuviera depositada en su obra –la obra de un director loco mallorquín caído en el destierro, además de viejo– resulta que, por los motivos que fueren –sociales, culturales, probablemente políticos–, la película fue nominada a los Goya, donde ganó 9 de los 14 premios. Cuando Villaronga subió al atril para decir unas palabras, tan sólo pudo decir cariñosamente, con la calma de un sabio que se ha batido en el infierno:
-Gracias, pero no me lo esperaba. Es que siempre me habéis tenido como un bicho raro de esto.
No era capaz de entender qué es lo que tanto había cambiado en el mundo para, en cuestión de días, ser idolatrado en todos los medios de comunicación, eternamente elogiado como un grandioso director que había construido con maestría una majestuosa obra, que, sin dudar ni un instante, ya formaba parte de la historia del buen, modélico y políticamente correcto cine español.
Por intereses, probablemente, de los más retorcidos y ajenos a él, de la noche a la mañana, Agustí Villaronga es un nombre conocido y un rostro protagonista en todos estos días de cualquier noticiario español, ya que, para rematar, su película ha sido nominada como mejor película de habla no inglesa en la gala de los Óscar.
Así es como Agustí Villaronga ha dejado de ser “un catalán de mierda que hacía películas de maricones con nuestros impuestos”, a ser uno de los más prestigiosos directores de cine de autor español, tan bueno y tan apto que todas las cadenas de televisión se llenan la boca al decir que es nacido en España y que vamos a Hoollywood a fardar de nuestro potencial.
Rescatando recuerdos de aquel trabajo que hice, encontré un dato muy curioso -entre otros desgarradores y tristes-, y fue la producción de una obra titulada “La Giganta”, un proyecto en el que trabajó arduamente, pero que, una vez conseguido el dinero para financiar la obra, uno de los productores huyó con el dinero para desaparecer de la faz de la tierra.
Y esto me obliga, por moral y por solidaridad, a terminar la crítica citando el reciente caso del director Tinieblas González, una persona que, con toda la humildad, coraje y serenidad de la que dispone, denunció con estoicismo el mangoneo, robo, estafa e hipocresía que se gesta en el sistema español a la hora de subvencionar proyectos cinematográficos, y como en general esto sucede en cualquier actividad relacionada con la cultura.
Al final, el cáncer se origina siempre de la misma fuente : los “altos cargos”. Si no les caes bien, les das problemas como director o haces películas de temáticas que ponen en cierto compromiso los intereses del sistema, ya se encargan de hundirte en la miseria y tacharte de despojo e inútil para no darte trabajo nunca más, tal y como a Villaronga, durante tantos años, le había ocurrido. Para que aprendas la lección: nosotros mandamos, tú te callas y trabajas. Y no pienses, ya lo hacemos nosotros por ti.
Sólo me alegro de que Pa Negre haya ganado todos esos premios, no por el valor de los premios en sí, por los aplausos o los elogios.
Espero que sirvan para recordar que una vez, hubo un joven e intrépido director mallorquín que ya emitía destellos de lucidez y de gran conocimiento en su temprano trabajo y que, por muy poco, estuvo a punto de ser condenado y marginado el resto de su vida por el simple hecho de hacer lo que le gustaba, en un momento donde no estaba de moda.
Es muy duro hacer algo en esta cultura, hay que tener mucho aguante, y ganas de hacerlo. Y eso que me considero muy afortunado, ¿cuánta gente habrá abandonado por no tener tanta suerte o el carácter para aguantar a tantos que desean que te vaya mal? -Ricardo Galli-