Cada año, en España arden en torno a 100.000 hectáreas forestales, el equivalente a 200.000 campos de fútbol. Hablamos de un drama que va en aumento por culpa de la acción del hombre y las consecuencias del cambio climático, con incendios cada vez más virulentos y devastadores. Una de las posibles soluciones ya está en marcha en EEUU, donde se están llevando a cabo diversas pruebas con drones para reforestar bosques como el que ardió en la Columbia Británica en 2017, que redujo a cenizas más de 800.000 hectáreas.
Desde el pasado noviembre, un enjambre de drones gestionados por DroneSeed, start-up agrotecnológica con sede en Seattle, ha colaborado en la reforestación de este milenario santuario natural en el que se intenta reverdecer y revitalizar el terreno con medio millón de nuevos árboles mejorando al mismo tiempo la velocidad, la escala y la precisión de la reforestación tradicional.
Los bosques suelen recuperarse del fuego por sí solos, gracias a las semillas dispersadas por el viento o con ayuda de los animales, pero los 20 incendios que tuvieron lugar en 2017 en el conocido como Plateau Complex (Complejo de la Meseta) generaron un calor tan intenso que, en algunos lugares, ninguna semilla pudo sobrevivir. Además, el tiempo necesario para una reforestación natural es mucho mayor que el que afecta a zonas en las que se ponen en marcha procesos de plantación manual, que aún así son costosos y no siempre cuentan con mano de obra disponible.
El uso de enjambres de drones como los utilizados por DroneSeed en distintos proyectos en California, Washington y Oregón viene a acelerar aún más esa recuperación, ya que permite cubrir un área mucho mayor, acceder a lugares de otro modo inalcanzables y utilizar métodos más eficaces basados en datos gestionados a través de Inteligencia Artificial.
Mapeado en 3D
El sistema se centra específicamente en la forma más eficaz de replantar los bosques tras un incendio. El método tradicional requiere que los retoños pasen uno o dos años en viveros para luego ser transportados al bosque y plantados a mano. Armados con una pala y un saco de 18 kilos de plántulas de pino y abeto, los trabajadores alternan el arado de la tierra con la colocación de los árboles en agujeros para llegar a una cantidad que oscila entre los 1.000 y los 3.000 árboles al día.
El método de Drone Seed no pretende sustituir el duro trabajo manual, sino convertirse en su complemento imprescindible. Para ello, pone en juego enjambres de un máximo de seis drones controlados por cuatro empleados de la compañía.
Cada aparato está dotado de un radar láser y una cámara multiespectral —capaz de captar imágenes más allá del espectro visible—. Juntas, estas dos tecnologías son capaces de realizar una cartografía en 3D del terreno afectado por un incendio, con el objetivo de identificar los lugares más propicios para que las plantas puedan sobrevivir y prosperar.
Después, cada dron es cargado con discos, unas vainas biodegradables que contienen todo lo que el árbol necesita para crecer, incluidas las semillas, los nutrientes y los disuasores naturales de plagas. Para desplegar su máximo potencial, los drones vuelan bajo sobre el paisaje y van lanzando las vainas en los lugares identificados como los más idóneos.
El equipo de DroneSeed también utiliza sus enjambres de drones para rociar amplias franjas del bosque con pesticidas y acabar así con las malas hierbas y plantas invasoras que inevitablemente aparecen después de los incendios, antes de que los árboles hayan podido arraigar en el suelo calcinado.
Eficiencia y velocidad
Los drones permiten utilizar una cantidad entre 10 y 20 veces menor de semillas que los métodos tradicionales de siembra directa, y en total aspira a reducir el gasto del proceso de reforestación entre un 30 y un 50%. Además, el proceso puede ponerse en marcha solo un mes después de extinguido un incendio, cuando utilizar a trabajadores es arriesgado dadas las peligrosas condiciones del terreno.
En la primera ronda de plantación con drones que se ha llevado a cabo en la Columbia Británica se lanzaron 10.000 vainas por hectárea, hasta cubrir las 52 hectáreas en total que ahora son la gran esperanza de las autoridades y los habitantes de la zona. El equipo tiene previsto seguir vigilando el crecimiento de los pinos y abetos plantados con este método, para comprobar si las semillas germinan y la reforestación puede ser una realidad mucho antes de lo habitual.
Los resultados definitivos de este proyecto piloto llegarán a lo largo del próximo año y los datos obtenidos se utilizarán para dar forma al futuro de los estudios de siembra aérea con drones, que por sí sola no podrá evitar los terribles daños provocados por los incendios forestales, pero sí servirá para acelerar su recuperación.
La reforestación es solo un ejemplo de la utilidad de los drones en distintas tareas, a cual más sorprendente. A medida que la tecnología ha progresado, estos dispositivos voladores también han crecido en alcance, duración de las baterías y especialización, hasta poder contribuir decisivamente a determinados trabajos específicos, como la vigilancia de las carreteras, la entrega de medicamentos y vacunas en zonas de difícil acceso o el rodaje de secuencias cinematográficas cada vez más espectaculares.
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