Mientras que Rusia activa la "alerta máxima de preparación para el combate" en toda su flota del Pacífico, no pierde el punto de mira para ir un paso más allá, traspasar la atmósfera y llegar al espacio exterior. Ahí los satélites son un elemento de espionaje clave desde la Guerra Fría pero Rusia ha demostrado que puede liquidarlos en órbita. No es el único país que cuenta con programas militares con el fin de crear armas para destruirlos, y mientras que España va a la zaga con este tipo de armamento, Moscú destaca junto a Washington y Pekín en esta particular nueva era de la guerra de las galaxias.
Hasta ahora, estas misiones espaciales tan complejas se ejecutaban con el lanzamiento de misiles que terminaban golpeando al satélite y destruyéndolos. Pero la tecnología láser ha avanzado mucho en los últimos años y Rusia se está aprovechando de ello. Tanto es así que, según la agencia gubernamental de noticias Sputnik, Moscú ya trabaja en armas láser antisatélite.
Lo hace además con varios formatos y aproximaciones tecnológicas diferentes, pero todos ellos móviles e integrables en diferentes plataformas militares. "El sistema de combate láser A60 Sokol-Eshelon basado en el avión de transporte Il-76 y el sistema de combate Peresvet" que ya se encuentra desplegado en Rusia, según declaró Yuri Borisov, vice primer ministro a cargo del desarrollo militar, en mayo de 2022.
Al armamento láser se une el "sistema de defensa [misil] antiespacial Kontakt, basado en el caza-interceptor pesado Mikoyán MiG-31", explican desde Voennaya Misl, una revista publicada por el Ministerio de Defensa de Rusia. Esta información coincide con algunos reportes de inteligencia emitidos por el Pentágono en los últimos años que citan a Moscú como una de las naciones más avanzadas en esta tecnología junto a China.
Avión con láser
La aeronave con láser a la que hacen referencia desde el Kremlin comenzó andadura en los años 70, plena época soviética. Por aquel entonces, Moscú contaba con un denso programa de armas antisatélites —conocidas como ASAT por sus siglas en inglés— enfocadas principalmente en naves espaciales con gran capacidad de maniobra y destrucción.
El miedo a una guerra espacial que se anunciaba inminente se unió entonces con los últimos avances tecnológicos en los láseres de alta energía y, de esta forma, nació el A-60 como plataforma aérea volante. El primer vuelo se realizó en 1981 y los ingenieros soviéticos de Taganrog fabricaron una segunda unidad que levantó el vuelo en 1991.
La caída de la Unión junto con los grandes problemas económicos de la Rusia de los 90 detuvieron el desarrollo militar del que no se supo nada hasta el año 2002, cuando Moscú contrató a la compañía NPO Almaz para retomar los trabajos de investigación. Desde entonces, han sido muy contadas las ocasiones en las que los altos cargos del Ministerio de Defensa ruso se han referido al programa.
Uno de los más recientes fue en 2016, cuando Borisov declaró que "el desarrollo del A-60 avanzaba", sin aportar más datos. Pero cuando se descubrió que realmente el proyecto había revivido con fuerza fue en 2020, tras la emisión de una patente de un avión en desarrollo que portaba un sistema láser de combate por parte del Complejo Científico-Técnico de Aviación de Taganrog.
Entre otras cosas, según agencias gubernamentales rusas, apareció información sobre un modelo informático de un avión basado en el transporte militar Il-76. Que sirve como base al A-60 y en el que habrían estado trabajando en los últimos años para poner en marcha el arma Sokol Eshelon o algunas de las variantes desconocidas más actuales.
La información sobre el láser Sokol Eshelon es realmente escasa y Moscú guarda los detalles bajo secreto. Algunos reportes indican que Rusia habría empleado el arma láser contra un satélite japonés en 2009 en una órbita a 1.500 kilómetros con el fin probar el alcance y la efectividad, aunque oficialmente no se ha publicado.
Misiles antisatélite
El otro tipo de arma que han mencionado recientemente es un misil aire-espacio lanzado desde un caza Mikoyán MiG-31. Este modelo en particular se ha convertido en el banco de pruebas de Rusia y ha sido protagonista del desarrollo de otros misiles como el hipersónico Daga que actualmente ya se encuentra en servicio.
El desarrollo de este tipo de armamento en Rusia vuelve a remontarse a la época soviética, concretamente a 1984 cuando fabricaron un par de cazas con algunas modificaciones experimentales para llevar misiles Kontakt. La caída de la Unión Soviética paralizó todos los planes hasta el año 2009, cuando se supo de informes sobre la modernización del misil.
Tal y como recoge Sputnik, en 2018 aparecieron en internet fotos de un avión basado en el MiG-31 con un misil negro desconocido bajo el fuselaje y que algunos medios apuntaron como un posible arma antisatélite. Desde Moscú no se confirmó ni desmintió este hecho y desde la inteligencia estadounidense se estimó que podría estar operativo para el 2022.
El cohete que usa el misil Kontakt fue desarrollado por la Oficina de Diseño Fakel, que se especializa en la creación de misiles aire-aire, según Global Security. Cuenta con un total de 3 etapas que se reparten los 10 metros de largo por 74 centímetros de diámetro y los 4.550 kilogramos en el momento de despegue.
Se suponía que el lanzamiento del cohete se llevaría a cabo desde una altura de entre 15.000 y 18.000 metros y que podría alcanzar objetivos en el rango orbital de los 120 a los 600 kilómetros, suficiente para atacar satélites en órbita baja. Oficialmente, no se conocen sus datos y tampoco si han mejorado las especificaciones en los últimos años.