La invasión rusa de Ucrania está teniendo muchas consecuencias más allá de los avances y contraofensivas que están teniendo lugar en territorio ucraniano. El terremoto en los equilibrios geopolíticos y el alza de precios en los mercados energético o alimentario son sólo dos de ellas, pero una de las más desalentadoras es la suspensión de la cooperación internacional en ámbitos como la exploración espacial. Tras las sanciones impuestas por la Unión Europea y EEUU a Rusia, la Agencia Espacial Europea, de la que forma parte España, se ha visto obligada a posponer misiones como ExoMars o el lanzamiento del telescopio espacial Euclid, que iban a utilizar cohetes rusos Soyuz.
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La ruptura total con Roscosmos, la agencia espacial rusa, ha supuesto el aplazamiento de la misión Euclid, nave encargada de investigar la materia y la energía oscuras y su papel en la expansión del universo. Este pequeño pero ambicioso telescopio puede entenderse como una versión reducida del James Webb. Su partida estaba prevista para este verano desde la Guayana Francesa, pero ahora la ESA busca un nuevo cohete capaz de llevarlo al espacio.
El lanzamiento tendrá lugar a mediados o finales de 2023, según confirmó esta misma semana Mark Clampin, director de la División de Astrofísica de la NASA, que también participa en la misión. Y todo parece indicar que finalmente será un cohete Falcon 9 de SpaceX el que se encargará de transportar a Euclid, que se situará en L2, una región localizada a 1,5 millones de kilómetros de la Tierra en la que ya se encuentran los telescopios Gaia y James Webb.
Estas declaraciones se suman a las realizadas en agosto por Josef Aschbacher, Director General de la ESA, que afirmó que la agencia ya está en conversaciones preliminares con la empresa de Elon Musk. Ésta se sitúa por delante de las alternativas de Japón, India o la francesa Arianespace, tras el gran vacío dejado por las Soyuz. "Este ha sido un toque de atención, hemos sido demasiado dependientes de Rusia", aseguró Aschbacher a Reuters.
En qué consiste la misión
En 2011, Euclid fue seleccionado para su puesta en marcha por el Comité del Programa Científico (SPC) de la ESA, junto con la misión Solar Orbiter. Por aquel entonces, se esperaba que el lanzamiento se produjera en junio de 2012, pero sucesivos problemas y aplazamientos han postergado más de una década la misión, algo similar a lo ocurrido con Artemis.
Euclid, llamado así en honor al matemático griego Euclides, que sentó las bases de la geometría, forma parte del programa científico Cosmic Vision 2015-2025 de la ESA y tiene como objetivo investigar la historia de la expansión cósmica, alimentada por elementos como la energía oscura y la materia oscura. Así, este telescopio será el encargado de cartografiará más de 70 millones de galaxias en longitudes de onda visibles y en el infrarrojo cercano, en una zona del cielo que cubre más del 35% de la esfera celeste.
El reto está en localizar la presencia de energía oscura y materia oscura, dos fenómenos todavía muy desconocidos y que no pueden verse ni medirse directamente. En lugar de eso, los astrónomos miden estos fenómenos por su influencia gravitatoria en la materia visible, como las estrellas, las galaxias y otros cuerpos celestes. Es una medición imposible desde la Tierra, de ahí la necesidad de situar a Euclid en L2, la región de la Vía Láctea donde también se encuentra el James Webb, que sigue ofreciendo asombrosas imágenes del origen del universo.
La alta sensibilidad del nuevo telescopio ayudará a los científicos en la búsqueda de estas deformaciones del espacio-tiempo, huellas de la presencia de materia oscura. Esto puede ayudar a resolver algunas de las preguntas más relevantes sobre la composición del cosmos y su constante expansión desde el Big Bang, además de obtener información e imágenes nunca vistas de galaxias situadas a una distancia de hasta 10.000 millones de años luz. En esta labor, el Euclid también podrá unir fuerzas con otros telescopios como el James Webb o el Hubble para profundizar en el conocimiento que tenemos de zonas concretas del espacio.
Cómo es el Euclid
El telescopio espacial Euclid, que ha tenido un coste estimado de 788 millones de dólares (frente a los 9.600 millones del James Webb), cuenta con dos módulos distintos: uno de carga útil, desarrollado por Airbus Defence and Space, y otro de servicio, construido por Thales Alenia Space, contratista principal de la misión. Este último alberga los equipos críticos, entre ellos los sistemas de propulsión, eléctricos, de control térmico y de comunicaciones, que servirán de apoyo al módulo de carga útil durante toda la misión.
El módulo de servicio también incluye un escudo solar que se utilizará para ayudar a proporcionar protección térmica y mantener los instrumentos de la nave espacial a salvo de la luz solar directa. Este escudo incorpora el conjunto de paneles solares que alimentarán de energía la nave una vez llegue a su destino, la región L2.
Otro de los elementos fundamentales de Euclid es el Sistema de Control Orbital y de Actitud (AOCS), que controlará la orientación de la nave y llevará a cabo tanto los pequeños ajustes necesarios para el apunte fino como los movimientos de giro de alta velocidad. Pequeños reactores se utilizarán para girar la nave y posicionarla para observar partes concretas del universo, mientras un conjunto de doce propulsores de gas frío se utilizará para un control preciso de la dirección.
El módulo de carga útil, situado sobre el módulo de servicio, es el que acoge el telescopio de tipo Korsch con un diámetro de apertura de 1,2 metros, que utiliza tres espejos curvos y tres planos para transmitir las imágenes más nítidas a una cámara de 576 millones de megapíxeles capaz de retratar las galaxias en luz visible.
Otra cámara, encargada de registrar longitudes de onda del infrarrojo cercano, será la que rastreará la distribución de las galaxias para medir la aceleración cósmica, la expansión del universo que los científicos creen que está impulsada por la energía oscura. La luz recogida por el telescopio se dirigirá a los instrumentos a través de un filtro dicroico, el encargado de separar la luz en longitudes de onda visibles y cercanas al infrarrojo.
El verdadero 'corazón' de Euclid son el Instrumento Visible (VIS), proporcionado por la ESA, y el Espectrómetro y Fotómetro del Infrarrojo Cercano (NSIP) de la NASA. El VIS se utilizará para realizar mediciones precisas de las formas de las galaxias, mientras que el NSIP realizará mediciones espectroscópicas, dividiendo la luz de cada objeto celeste observado en longitudes de onda individuales.
El pasado 24 de marzo, equipos de la ESA, Airbus y Thales supervisaron la integración definitiva de los dos módulos, en la que el módulo de carga útil de 800 kg se elevó sobre los ocho conectores del módulo de servicio, con una precisión de 50 micras (0,05 mm, el grosor de un pelo humano), imprescindible para completar la operación.
En abril se añadió la antena de alta ganancia, con la que nave espacial se considera terminada y llega a unas medidas de unos 4,7 metros de alto y 3,7 de ancho, y un peso total de 2.160 kilos. Lo que queda pendiente son las pruebas del sistema completo y la preparación para su lanzamiento, cuando se resuelva la incógnita de cuál será el cohete elegido. Pasados 30 días, Euclid llegará a la zona seleccionada de L2 e iniciará la observación. Entonces empezará la cuenta atrás de su vida útil, cifrada en 6 años.
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