Los últimos reportes del Ministerio de Defensa de Ucrania apuntan a que sus tropas han derribado a nada menos que 268 cazas rusos desde que comenzó la invasión. Para esos casos emplea armamento aportado por la OTAN, en la que se encuadra España, pero los accidentes también están siendo una importante fuente de bajas tanto de equipos como de tripulación. Además de los civiles que suelen dejar a su paso.
El último de ellos tuvo como protagonista un Sukhoi Su-34 que se estrelló en un bloque residencial dejando a su paso 13 fallecidos y, al menos, 19 heridos. Este modelo de aeronave corresponde con uno de los cazas más importantes y modernos de toda la aviación rusa que bebe directamente de la plataforma del Su-27 soviético.
Según reportó el piloto, que se logró catapultar antes de chocar, la causa del accidente fue el incendio de uno de los motores durante el despegue. El Su-34 cuenta con 2 propulsores que permitirían un vuelo sostenido mientras el piloto puede trabajar en apagar el fuego. Todas las aeronaves actuales cuentan con sistemas de detección y extinción de incendios en los motores con procedimientos automatizados que permiten al piloto continuar volando la aeronave.
Algo que es fundamental en estos casos es la capacidad y el tiempo de reacción. Tal y como se puede ver en el vídeo, el caza se encontraba volando a relativa baja altitud sobre una zona poblada limitando en gran medida cualquier maniobra o el seguimiento de los pasos para recuperar el vuelo del caza.
Mantenimiento y destreza
Los problemas de mantenimiento del equipamiento militar ruso han quedado en evidencia desde que comenzó la guerra. Las necesidades del campo de batalla se han cubierto, en muchas ocasiones, con material soviético almacenado desde hace muchos años que se ha puesto a punto en tiempo récord. Algo que no suele funcionar en el mundo de la aviación con unos procedimientos mucho más delicados que requieren de una gran inversión tanto en tiempo como en dinero cada muy pocas horas de funcionamiento.
Los Sukhoi Su-34 comenzaron a fabricarse en 2006 y entraron en servicio en 2009, por lo que se pueden considerar aeronaves nuevas con muchos años de vida operativa por delante. El problema puede venir de la falta de mantenimiento en medio de la guerra. Para ponerlo en perspectiva, un caza monomotor estadounidense F-16 necesita alrededor de 17 horas de mano de obra —a repartir entre varias personas— por cada hora de vuelo.
Una cantidad que incluso puede ser mayor en el Su-34 dado que cuenta con 2 propulsores y seguramente sea más complejo que un F-16 diseñado hace medio siglo. Esa cantidad de tiempo en plena contienda —y más cuando se va perdiendo— puede hacerse demasiado cuesta arriba y pasarse por alto algunas actuaciones del libro de mantenimiento para dar vía libre a la aeronave. Lo que a la postre puede traducirse en fallos importantes en sistemas esenciales de vuelo como los motores.
Además, cada ciertas horas o cierta cantidad de vuelos los cazas pasan inspecciones todavía más exhaustivas de semanas parados en un taller. Se desconoce el estado de mantenimiento que tenía la aeronave ni si el sistema de extinción de incendios hizo su trabajo apagando las llamas del motor incendiado; en caso de que el piloto lo activara.
En cuanto al factor humano, los pilotos entrenan concienzudamente todos los pasos a seguir en caso de fuego en uno de sus motores. Tras la detección, el primer paso es cortar la alimentación de combustible y el segundo activar el sistema de extinción. Un procedimiento que debe realizarse con la mayor brevedad posible y las tripulaciones entrenan en sus procesos formativos.
Del mismo modo que también están preparados para controlar la aeronave con un solo motor, aunque por diseño un caza nada tiene que ver con un avión comercial. Uno de los problemas que pueden aparecer en estos casos es que el piloto emplee a fondo el motor que funciona y genere una asimetría en el empuje que haga rotar la aeronave sobre su eje horizontal. Perdiendo el control total del caza que terminará chocando.