Esta semana, en menos de veinticuatro horas, Irán ha asestado tres ataques en tres países extranjeros distintos. En el vecino Irak, descargó ocho explosiones en supuestas bases israelíes en Erbil, la capital de la región kurda. En Idlib, una ciudad siria casi en el Mediterráneo, disparó misiles balísticos y drones dirigidos a células del Estado Islámico (EI). Y en Pakistán, a 50 kilómetros de su territorio, lanzó otra embestida contra dos sedes del Yaish al-Adl (Ejército de la Justicia), una milicia sunní considerada terrorista por Teherán. Este ataque se cobró con la vida de dos niños.
¿Cómo interpretar estas represalias? En un contexto de guerra en Gaza, la lógica sugiere que las agresiones casi simultáneas en tres Estados puedan ser un mensaje disuasorio de Teherán a Israel. Pero el ministro iraní de Exteriores Hossein Amir-Abdollahian dijo en una entrevista el miércoles en el Foro Económico Mundial de Davos que las operaciones de las últimas 24 horas "no tienen nada que ver con lo que está ocurriendo en Gaza". En el caso de Siria, Irán ya había anunciado que el ataque a Idlib era una venganza por el atentado suicida que el ISIS-K —la rama afgana del EI— perpetró el pasado 3 de enero en la ciudad de Kermán, y que provocó una de las mayores matanzas de la historia reciente del país cerca de la tumba del general Qasem Soleimani.
Sin embargo, las palabras de Abdollahian en Suiza y los actos de la Guardia Revolucionaria los últimos días parecen contradecirse. Las fuerzas armadas iraníes justificaron las ocho bombas sobre Erbil el pasado lunes por la existencia de "bases israelíes" en esta ciudad iraquí, y celebraron el ataque como una respuesta "a las recientes atrocidades del régimen sionista [Israel]". El régimen de los ayatolás también ha narrado la operación a las dos bases pakistaníes de Yaish al-Adl —llamado en Irán Yaish al-Zalm (Ejército de la Opresión)— como un golpe a unas milicias que reciben apoyo del Estado israelí.
Del ataque a Idlib, situada en la región de Siria más lejana de Irán, también se pueden inferir mensajes de disuasión contra Israel. Para este asalto, se estrenó el novísimo misil balístico hipersónico de medio alcance Khyber-Shaken. El punto que atacó Teherán el martes está a una distancia similar del Estado chií que la ciudad de Tel Aviv: 1.230 kilómetros. Mohammad Shaltouki, periodista de la agencia oficial iraní Irna, ve esta correlación como un "mensaje claro al régimen sionista".
El alarde que hace Irán de su nuevo juguete balístico no es nuevo. Este agosto, antes del ataque de Hamás que dio comienzo a la guerra en Gaza y avivó las tensiones en Oriente Medio, una plaza céntrica de Teherán se empapeló de una valla que anunciaba el Fattah ('conquistador' en árabe), un misil recién desarrollado. El reclamo publicitario del Ministerio de Defensa iraní fue: "A 400 segundos de Tel Aviv". Hoy, en la plaza de Palestina de la capital persa, además de las banderas blancas, negras, rojas y verdes que se esperan de un espacio con un nombre así, el Gobierno ha estrenado otra lona que dice en farsi y hebreo: "Preparad vuestros ataúdes".
Frentes abiertos
Irán tiene, además de enemigos y la capacidad de provocación para disuadirlos de la que se jacta, valiosos aliados regionales que conforman un Eje de la Resistencia. Más que Estados, los amigos de Teherán son milicias unidas por la lucha contra Israel. Juntas, están configurando en Oriente Medio algo que recuerda a una Guerra Fría. En Yemen, los hutíes han intensificado sus ataques a buques israelíes o que se dirigieran al Estado sionista a través del mar Rojo, cuyas costas controla el grupo armado desde las zonas del país arábigo que controlan.
El viernes pasado, esta Guerra Fría empezó a descongelarse con la intervención directa de potencias occidentales por primera vez desde el 7 de octubre. Estados Unidos y Reino Unido bombardearon simultáneamente varias ciudades yemeníes administradas por los hutíes. Desde entonces, el mar Rojo se ha convertido en un campo de batalla entre esta milicia y las marinas de ambos países. El martes, EEUU dijo haber incautado un barco con un cargamento de "armas convencionales avanzadas" que el general Michael Erik Kurilla describió como "letales" y "enviadas por Irán". Esta madrugada, el Ejército estadounidense volvió a lanzar una oleada de misiles desde buques y submarinos contra emplazamientos controlados por los hutíes.
Si uno de los dos grandes grupos afines a Teherán es combatido por Washington y Londres, del otro se hace cargo directamente Tel Aviv. La lucha directa entre el Ejército israelí y la milicia chií Hezbolá está tornando el sur del Líbano en un frente cada vez más consolidado. Esta semana se ha batido el récord de víctimas del lado libanés desde el 7 de octubre. El miércoles, el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI), el teniente general Herzi Halevi, dijo en una arenga a sus tropas que la probabilidad de una guerra en la frontera norte es "mayor que antes". "Estamos aumentando nuestra preparación para luchar en el Líbano, tenemos muchas lecciones de la lucha en Gaza, muchas de ellas son muy relevantes para luchar en el Líbano, y hay algunas que deben ajustarse", pronunció Halevi ante sus soldados.
Crisis diplomática con Pakistán
Los ataques de Irán esta semana han desempolvado el nombre de Siria e Irak, que aún convalecen de sus conflictos recientes. En el caso sirio, la guerra civil aún da algún que otro coletazo, y aunque el régimen de Bachar al-Asad controla la mayor parte del territorio, existe una importante región kurda apoyada por EEUU y diversas zonas aún regidas por el EI. Al-Asad, que mantiene vínculos estrechos con Teherán, no ha denunciado los ataques iraníes sobre su territorio esta semana.
Irak, que también se recupera de la guerra contra el EI que terminó en 2017, sí ha prometido llevar a Irán ante el Consejo de Seguridad de la ONU tras los ataques, que según Teherán iban dirigidos contra el "cuartel general de espionaje" israelí en la ciudad septentrional de Erbil. Con mayor contundencia ha reaccionado Pakistán, uno de los ocho países que posee armas nucleares reconocidas.
Islamabad prometió el miércoles "graves consecuencias" por una "violación no provocada" de su espacio aéreo. La madrugada del jueves, cumplió: bombardeó "escondites terroristas" al sureste de Irán que han provocado al menos 7 muertos. Además, ha confirmado la muerte de "varios terroristas" durante una operación de Inteligencia bautizada como Marg Bar Sarmachar ('Muerte a los insurgentes'), que buscaba neutralizar al grupo autodenominado Sarmachars ('Insurgentes'), considerado terrorista por Pakistán.