"Estamos en una guerra con múltiples escenarios. Nos atacan desde siete frentes distintos: Gaza, Líbano, Siria, Judea y Samaria (Cisjordania), Irak, Yemen e Irán". Así explicó el ministro de defensa israelí Yoav Gallant el estado actual de la confrontación con Hamás y las demás milicias iraníes en su comparecencia este martes ante el Parlamento. De esos siete frentes, según Gallant, Israel habría respondido en seis, aunque quiso dejar claro que "no habría inmunidad" para cualquiera que dañe intereses israelíes en el extranjero.
Las declaraciones de Gallant llegan veinticuatro horas después de que el primer ministro Benjamin Netanyahu visitara Gaza y se expresara en términos muy parecidos: "No vamos a parar, estamos dispuestos a hacer más profunda esta guerra hasta acabar con Hamás, desmilitarizar Gaza y desradicalizar su sociedad". Como viene siendo habitual desde el 7 de octubre, Netanyahu no quiso o no pudo ser más preciso acerca de cómo conseguir estos objetivos.
También coinciden las palabras del ministro con un momento de especial recrudecimiento de las hostilidades. Durante el pasado fin de semana, las IDF sufrieron las bajas de más de diez soldados en Gaza y este mismo martes se produjeron hasta siete ataques desde el sur del Líbano, según ha reivindicado el grupo terrorista Hezbolá. Estos ataques se producen justo después del asesinato del General de Brigada Sayyed Razi Mousavi, responsable desde hace diez años de las acciones de la Guardia Islámica Revolucionaria iraní en Siria.
Desde Teherán, por supuesto, se culpa a Israel de la operación, y se ha prometido una venganza a la altura. El problema es que Irán ha asumido desde el inicio del conflicto un sorprendente perfil bajo, teniendo en cuenta que fueron probablemente los ayatolás los que dieron la luz verde y financiaron la masacre del 7 de octubre en Israel. Estados Unidos vigila desde cerca y el lunes bombardeó posiciones iraníes en Irak, una manera como otra cualquiera de dejar bien claro que no se van a quedar con los brazos cruzados y que ya puede Teherán cuidar que esa anunciada "venganza" no se les vaya de las manos.
India se une al conflicto
Es precisamente la diplomacia estadounidense, junto a la qatarí y la egipcia, la que está evitando que el conflicto se extienda como la pólvora por toda la región. Las milicias iraníes están por todas partes y no pierden oportunidad para crear el caos allá donde puedan. Por ejemplo, como sabemos, en la entrada al mar Rojo por Yemen. Los ataques a barcos comerciales siguen repitiéndose casi a diario, hasta el punto de que la India ha anunciado el envío de varios buques militares a la zona para proteger a sus marinos.
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Como consecuencia, o tal vez no, porque este tipo de actos se repiten con tanta asiduidad que hay que tener en cuenta la posibilidad de una coincidencia, la embajada israelí en Nueva Delhi fue objeto de un atentado este martes, aunque no hubo que lamentar víctimas mortales. La entrada de India en el conflicto serviría para complicar aún más el mapa geopolítico: India es aliado primordial de Rusia en el acuerdo comercial BRICS, mientras que Rusia es de los pocos países que ayuda y recibe ayuda de Irán, por ejemplo en forma de drones durante la invasión de Ucrania.
Lo que está claro es que la república islámica debe medir muy bien sus fuerzas en el pulso que está librando contra el comercio mundial a través de los hutíes porque a nadie le beneficia que ese canal quede cerrado. En su momento, el país persa prometió una guerra total contra Israel, pero inmediatamente Hezbolá se bajó del carro por precaución. A partir de ahí, los movimientos de los ayatolás están siendo erráticos, como si no hubieran contado con las posibles consecuencias de su decisión.
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Sin tregua a la vista
Todo esto mientras el número de muertos en Gaza -siempre según el Ministerio de Sanidad de Hamás y sin distinguir entre civiles y soldados- habría llegado este fin de semana a los 21.000. Es una cifra que supera la de cualquier otro conflicto anterior entre Israel y los países árabes de su entorno y, aunque siempre hay que ponerla en cuarentena viniendo de donde viene, es suficientemente significativa como para pensar que, al contrario de lo que repite Netanyahu, las cosas no se están haciendo bien a la hora de proteger la vida de los civiles gazatíes. Sin ir más lejos, este domingo, un bombardeo sobre el campo de refugiados de Al-Maghazi habría causado la muerte de 70 personas.
Para evitar la prolongación de esta sangría, el presidente egipcio Abdelfatah Al-Sisi, ha activado un ambicioso plan de paz a desarrollarse en tres fases: el intercambio de rehenes israelíes por prisioneros palestinos, la creación de un gobierno de transición en Gaza y el fin definitivo de las hostilidades entre ambas partes. El problema es que Israel, que lleva tiempo proponiendo un alto el fuego para intercambio de rehenes, no está dispuesto a aceptar que Hamás forme parte de ese gobierno de transición, mientras que Hamás no acepta iniciar el intercambio de rehenes hasta que se confirme que ese alto el fuego va a ser duradero y no un mero parche.
Por su parte, la OLP, que domina la Autoridad Nacional de Palestina y representa a sus ciudadanos en el exterior, ha rechazado de plano la propuesta al entender que no se les había consultado. Como se ve, pedir una tregua es mucho más fácil que ponerla en marcha. De puertas al exterior, por lo menos, no parece que ni Israel, pese a la tremenda presión interna que sufre el gobierno de Netanyahu por su incapacidad para encontrar a los rehenes, ni Hamás, pese al número obsceno de víctimas mortales, estén dispuestos ahora mismo a llegar a ninguna clase de acuerdo.