El rey de Arabia Saudí, Salman bin Abdulaziz al Saud, que también ocupa el puesto de primer ministro, anunció este martes que su hijo, el príncipe heredero y gobernante de facto del país Mohamed bin Salman (MBS), será el nuevo jefe del Ejecutivo saudí, una medida poco habitual en el reino árabe.
"Su alteza real, el príncipe MBS, será el primer ministro", según un decreto emitido por el rey y reproducido por la agencia de noticias oficial saudí SPA.
La orden fue emitida "como excepción a lo dispuesto en el artículo 46 de la Ley Orgánica del Gobierno", que estipula que el rey de Arabia Saudí debe ser también el primer ministro. Sin embargo, el octogenario rey dijo que seguirá presidiendo las reuniones del Consejo de Ministros cuando acuda a estas, según informa Efe.
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Hasta el momento, el rey Salman ejercía como primer ministro y el controvertido MBS era el viceprimer ministro, además de príncipe heredero, aunque es desde hace años quien gobierna de facto en el país.
La última vez que un príncipe heredero saudí fue nombrado también primer ministro fue durante el reinado del rey Saud (1953-1964).
Según SPA, esta medida se enmarca dentro de una remodelación de todo el Gabinete por orden del monarca, que ascendió al trono en 2015 y dos años después nombró a su hijo como príncipe heredero, tras destituir a su hermano del cargo.
Desde ese año, Bin Salman ha sido el gobernante de facto del mayor productor de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), mientras que su padre ha sido intervenido en varias ocasiones por problemas de salud.
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Anteriormente había sido elegido como ministro de Defensa del país árabe, y fue el adalid de la ofensiva de la coalición militar suní en el Yemen, que comenzó tan sólo dos meses después de que asumiera el cargo.
En los últimos años, el controvertido príncipe ha estado en el centro de varias polémicas y fue responsabilizado por la CIA estadounidense del asesinato del periodista y disidente saudí Jamal Khashoggi en el consulado de su país en Estambul en 2018.
Ha sido también el impulsor de una serie de reformas con el objetivo de modernizar el país, aunque a la vez ha seguido ejerciendo un férreo control del reino y ha reprimido cualquier tipo de crítica.
Ascenso al poder
El petróleo escondido bajo las arenas del reino ha dado forma a la economía saudí durante décadas. También ha perpetuado el poder de los Al Saud, una de las dinastías más ricas del mundo al mando de una de las sociedades islámicas más restrictivas de Oriente Próximo.
Sin embargo, en 2017, el rey Salman bin Abdulaziz, conocedor de la mala fama internacional del país por el estricto código moral y religioso implantado, decidió cambiar de rumbo. Anunció que había una transformación en marcha en Arabia Saudí y que su entonces desconocido hijo, MBS, estaba al mando de la modernización.
En aquel momento, MBS tenía 32 años, acababa de ser nombrado príncipe heredero y estaba dispuesto a remodelar de arriba abajo el reino. "Quiero que formemos parte del renacimiento de la libertad", dijo. Y poco después de que el expresidente estadounidense Donald Trump le felicitase por su "nuevo ascenso", MBS se puso manos a la obra.
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Uno de los primeros objetivos que MBS marcó en su agenda fue acabar con los sobornos y los favores pagados que durante años habían permitido a altos cargos del reino acumular riquezas astronómicas. Pero su "lucha anticorrupción" acabó convirtiéndose en una purga de enormes proporciones.
Tuvo lugar el 4 de noviembre de 2017, cuando 200 de las personas más poderosas de Arabia Saudí (entre príncipes, empresarios y ministros) fueron arrestadas y detenidas en el hotel de lujo Ritz-Carlton acusados de corrupción. Así, miembros hasta entonces intocables del establishment fueron golpeados y torturados para luego ser despojados de sus fortunas.
Con su proyecto de modernización y la promesa de llevar Arabia Saudí hacia la moderación religiosa, encandiló a algunas grandes empresas estadounidenses. Hasta Rupert Murdoch, presidente de Fox News, dijo estar encantado de haber conocido al príncipe.
Cuando MBS se empeña en algo, no hay medias tintas. Va con todo. Se dice que es una persona imprevisible, con cambios de humor "tormentosos", capaz de tomar innumerales decisiones en muy poco tiempo sin importarle las consecuencias. Ese es el retrato que hicieron los periodistas del Wall Street Journal Justin Scheck y Bradley Hope en 'Sangre y Petróleo. La búsqueda despiadada del poder global' (2021).