El Gobierno de Estados Unidos no acaba de creerse la versión del Gobierno Israelí sobre la muerte de la veterana periodista de Al Jazeera, Shireen Abu Akleh, que falleció en la madrugada del martes al miércoles después de que una bala le alcanzara la cabeza cuando cubría una redada en el campo de refugiados de la ciudad de Yenín, al norte de Cisjordania.
Las primeras hipótesis del Ejército israelí señalan a las milicias palestinas como responsables de la muerte de la periodista nacida en Jerusalén -que contaba también con la nacionalidad norteamericana- y de haber herido en la espalda a su compañero, Ali al Samudi, ahora fuera de peligro, según el ministerio de Salud palestino.
El primer ministro israelí no ha dudado en refrendar esta versión, el ultraderechista Naftali Bennet, que en un comunicado ha señalado que era "probable" que hubiesen sido palestinos armados que estaban disparando quienes alcanzaron a la periodista. En el mismo documento, Bennet ha anunciado que se llevará a cabo una "investigación real" a la que, asegura, las autoridades palestinas han rehusado unirse.
El relato de los testigos presentes durante la redada es bien diferente al que proponen las fuerzas armadas de Israel. Estos apuntan a que los militares dispararon "a matar" a los periodistas, que estaban correctamente identificados como prensa y llevaban puestos cascos y chalecos antibalas. "No nos pidieron que nos fuéramos ni que dejáramos de filmar. Nos dispararon", explicaba el informador herido de bala a Reuters.
"Abu Akleh ha sido asesinada a sangre fría por los soldados israelíes", denunciaba esta mañana el medio catarí para el que trabajaba la periodista de 51 años. Una acusación a la que se ha sumado el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, que lo ha calificado de "barbarie" que documenta la violencia a la que está sometida el pueblo palestino.
Este cruce de acusaciones ha hecho recelar a Estados Unidos, histórico aliado de Israel, que el pasado agosto reseteó la alianza entre ambos países tras la salida de los expresidentes Donald Trump y Benjamin Netanyahu de sus respectivas Administraciones.
El primero en condenar el ataque fue el embajador de Estados Unidos en Israel, Tom Nides, que ha exigido "una investigación exhaustiva y transparente" de las circunstancias del fallecimiento de la periodista.
Pocas horas después, el portavoz del departamento de Estado norteamericano, Ned Price, exigía que los culpables rindiesen cuentas ante la ley. "Su asesinato es una afrenta a la libertad de prensa", concluía Price en su mensaje de Twitter.
La comunidad internacional tampoco ha mostrado indiferencia ante el fatídico suceso y ha pedido que se investigue lo ocurrido. "Los trabajadores de los medios nunca pueden ser atacados", escribía en las redes sociales el enviado de la ONU para Oriente Medio, Tor Wennesland. Además, desde Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos se ha anunciado que se están verificando los hechos sobre el terreno.
"Urge una investigación independiente y transparente. La impunidad debe acabarse", señalaba la alta comisionada de este departamento, Michelle Bachelet, en el mismo tuit.