Xavier Colás: "Si Putin debe matar a mil personas para durar dos días más en el poder, las matará"
"Es totalmente posible un ataque de Rusia contra un país de la OTAN" // "El Putinismo durará lo que dure Putin" // "No te sabría decir un nombre de una persona a la que entrevistar en Rusia para que me hable contra el régimen".
7 marzo, 2024 03:40"Putin es un autobusero de 71 años que lleva al volante de Rusia desde el año 2000 y que ha tenido un mal día. Ahí empieza la película". Esa es una de las imágenes utilizadas por Xavier Colás (Madrid, 1977) para trazar la realidad de la Rusia actual en los cuarenta minutos largos de entrevista que concedió el pasado jueves a EL ESPAÑOL. Una realidad cargada de matices y contradicciones, de luces y sombras, como la realidad de cualquier otro país, como la realidad de cualquier otra persona.
Pero en este caso hablamos de la mayor superpotencia energética del planeta y de uno de los hombres más poderosos del mundo. Hablamos de Putin y de su Putinistán, un país alucinante en manos de un presidente alucinado (La Esfera de Los Libros); la obra con la que Colás, tras 12 años como corresponsal de El Mundo en Moscú, disecciona un país que es casi un continente.
Xavier aparece por la redacción de EL ESPAÑOL con su libro en la mochila y un ramillete de metáforas debajo del brazo. Las mira, las ordena y elige la más adecuada para cada momento de la conversación. Tira de ellas cuando es necesario y dispara con precisión milimétrica en medio de la metralla de preguntas a la que le sometemos.
P.- ¿Cómo resumirías tu libro? ¿Qué es lo que te gustaría transmitir a alguien que no conozca nada de la realidad rusa?
R.- El libro lo he escrito porque durante muchísimos años he visto que a Rusia o al Putinismo, por decirlo más en concreto, se lo retrataba de dos maneras. Una era simplemente condenando sus actos. Y cuantos más actos condenables, pues mejor todavía. Es decir, condenando lo que había hecho en Georgia, en Ucrania, en Chechenia... y añadiéndole lo que al parecer había hecho en Cataluña, en las elecciones de Estados Unidos (EEUU), la injerencia en los Balcanes, etcétera. Todas las fechorías del Putinismo servían para probar su maldad y la maldad del Putinismo servía para probar sus fechorías. Era como un círculo vicioso. Pero eso no valía para explicarlo bien.
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Y había otra versión que es todavía peor, que se centra en sus razones y en las causas. Es un continuo viaje a por qué hace Putin las cosas: es por culpa de la ampliación de la OTAN, es por culpa de las injerencias occidentales, es por culpa del rearme occidental, es porque le hemos aleccionado demasiado sobre derechos humanos cuando nosotros no somos nadie para hablar de eso, es por la humillación de la caída de la Unión Soviética, etcétera. Se trata de explicar el Putinismo desde la justificación.
Yo quería hacer lo contrario. El libro viaja a las causas, pero no para justificarlas, sino para denunciar lo mentirosas, lo tramposas y lo tóxicas que son. Es decir, juega con la peligrosa palabra 'entender' el Putinismo. Se trata de descifrarlo, acudir a las razones y a los códigos y a los motivos, pero no para justificarlo, sino para condenarlo de manera muy fuerte.
Porque después de 12 años viviendo allí inevitablemente no es que te conviertas en ruso, pero sí que eres un moscovita. Participas en lo que es el país y has visto el declinar de las libertades, el recrudecimiento de la represión. Y yo quería hacer algo que fuese una cuenta atrás. Putin ha durado tantísimo tiempo en el poder que se ha encontrado con la desagradable realidad de que hay gente nueva y opositora al régimen, como era Alexéi Navalny o como es Iliá Yashin. Y esa es una de las cosas que más saca de quicio a las dictaduras, porque la gente nueva no para de hablar de eso que la dictadura no tiene: futuro.
P.- ¿Qué papel juega la sociedad rusa en esa construcción de lo que es el Putinismo, entendido no sólo como un sistema político, sino también como algo que vertebra y que llega a toda la sociedad?
R.- Es una coconstrucción que diría un profesor de la Facultad de Ciencias de la Información [con tal de hacer palabras compuestas son capaces de cualquier cosa, bromea]. Ahora, como hay muchísima gente normal, muy dolida con Vladímir Putin, no sólo en Ucrania, sino también en países vecinos a Rusia, hay muchísima preocupación. Y yo veo un interés muy fuerte en asentar la idea de que no es la guerra de Putin, que es la guerra de todos los rusos. Sin embargo, yo no lo veo así. Yo creo que eso es ir demasiado lejos, decir que es la guerra de todos los rusos. Yo creo que es la guerra de Putin y ha quedado claro en un montón de decisiones que ha tomado sin consultar a nadie, que sorprendieron a muchísima gente que había dicho que éramos unos histéricos por decir que iba a haber guerra y después la tuvieron que justificar.
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Entonces, no es la guerra de Putin, pero volviendo a la pregunta, en cambio, sí que es el régimen de los rusos. Nosotros decimos que es el régimen de Putin y la guerra de los rusos. Pues yo lo digo al contrario: es la guerra de Putin, pero no es el régimen de Putin porque los rusos participaron, a los rusos se les ofreció ese famoso pacto tácito del que hemos hablado alguna vez los corresponsales: 'Vosotros no os metéis en política y la política no se mete en vuestra casa'. Lo cual en un país como Rusia, con el pasado que tiene, era decir bastante. Porque en Rusia el régimen se metía más en la casa que en la España del franquismo. Era una dictadura mucho más eficaz y mucho más opresiva, aunque se enfade la gente que dice que es antifranquista, pero no antidictaduras.
La demografía va haciendo su trabajo y el régimen de Putin cada vez lleva peor el paso del tiempo
La gente aceptó ese pacto, porque la gente vio que tenía más libertad que sus padres. Y vio que la libertad era peligrosa porque el periodo de máxima libertad en Rusia coincidió con el periodo de más inestabilidad y de más crisis y de más pobreza. Entonces la gente masticó dos cosas y mezcló los sabores. Y subliminalmente asumió que la libertad y la redistribución del poder tienen efectos muy negativos en la vida privada.
Pero ahora hay niños en Rusia que no se acuerdan de los años 90. Alguien que naciese por ejemplo en el 83 o en el 84, acaba de cumplir 40 años. Entonces ahora ya hay mucha gente que no es que no recuerde la Unión Soviética, es que no recuerda los años 90. Hay gente nueva y por eso el régimen está más preocupado que en el año 2008. Porque en el año 2008 estaba el mismo presidente que ahora. Y la demografía va haciendo su trabajo y el régimen cada vez lleva peor el paso del tiempo.
P.- ¿Entonces el Putinismo se acabará cuando Putin no esté o perdurará?
R.- Mi apuesta es que el Putinismo tratará de prolongarse todo el tiempo que Putin esté en el poder, como una dictadura clásica, hasta el último momento. O sea, si hay que matar a mil personas para durar dos días más, se mata a mil personas. Porque cuando construyes una dictadura en la cual el poder lo prolongas hasta el final de tu vida, pues acabar con tu vida tiene muchos alicientes. En cambio, en democracia hay tantas maneras de cargarte al presidente... Una moción de censura, el desgaste en el poder, le pueden sacar un escándalo mañana y si no, pasado mañana... Pero en una dictadura, donde sabes que ese tío se va a quedar con el poder hasta el final, la idea de matar al presidente está siempre encima de la mesa.
No te sabría decir un nombre de una persona a la que entrevistar en Rusia para que me hable contra el régimen
Por eso el Putinismo cada vez hace más, cada vez reprime más, cada vez gasta más en conseguir que las cosas estén como siempre han estado. Es decir, que nadie se mueva en la calle. Todo el mundo ha asumido que nada cambiará mientras Putin esté. Y todo mundo tiene asumido que no se puede saber qué ocurrirá cuando Putin se vaya. Por eso yo creo que el Putinismo durará todo lo que dure la vida o el vigor físico de Vladimir Putin y que se acabará con él.
P.- Justo ahora que han matado, perdón... que ha muerto Alexéi Navalny. ¿Cuál es el referente en la oposición? ¿Puede surgir gente de la nada?
R.- No hay un referente en la oposición. Yulia Navalnaya, por ejemplo, está en el exterior. Rusia es un país muy grande, pero también es un país muy profundo, es como un hoyo y desde fuera te oyen mal. Entonces, una oposición liderada desde el exterior yo creo que no va a funcionar en el momento actual. Por mucha gente nueva que venga, no va a funcionar. Entonces, ¿un exponente? Yulia Navalnaya
P.- Porque Kasparov...
No. Kasparov es una figura respetada, es un hombre muy inteligente, cascarrabias, pero no... es una figura del pasado en cierta manera ¿Y entre los presos? Está Iliá Yashin, Kara-Murza… Pero no, no puedo decir una figura. Eso es lo triste.
Ahora mismo no te sabría decir un nombre de una persona a la que yo pudiera ir a entrevistar en Rusia para que me hable contra el régimen de Putin. Me acuerdo por ejemplo de Oleg Orlov, al que estos días acaban de condenar a dos años de cárcel. Pues yo hablé con él por teléfono en 2022. Yo estaba en Moscú y él también. Y mira dónde está él ahora. Esposado.
P.- ¿Hay un movimiento real de oposición? Porque la mayoría están encarcelados.
R.- No. A todo el mundo que no se marchó a tiempo, los han encarcelado. A todos los que plantaron cara están encarcelados a unas penas absurdas. Son estas penas en las que sabes que, a no ser que mueras en la cárcel, como es el caso de Navalny, no cumplirás la pena. Porque la pena es tan larga, que es absurda. Y todo el mundo da por hecho que el régimen se acabará y esa persona saldrá. Es nuestra impresión.
Un mes antes de que muriese Navalny... o lo matasen en la cárcel, entrevisté a Maria Pevchikh, que es su mano derecha en el ámbito de las investigaciones. Y recuerdo que me dijo: "Es una condena de por vida", sobre Navalny. "Es una condena de por vida. Ya veremos si es para toda la vida de Navalny o para toda la vida de Putin". Y ya hemos visto que ha sido para toda la vida de Navalny.
P.- ¿Es la guerra de Ucrania el punto de inflexión a partir del cual Putin se ceba más con lo que es la oposición o las críticas o es algo que se produjo ya en 2014? ¿Cuándo se empiezan a alargar las condenas?
R.- Es gradual, pero cuando ya se quita la careta completamente es en el año 2022, que es cuando yo lo primero que pienso esa mañana que me despierto en Kiev con el sonido de las bombas es... Por esto lo ha hecho. Fue en 2018-2019 cuando empezaron a endurecerse las condiciones de la oposición. Por ejemplo, se empezó a usar de manera indiscriminada el registro de agentes extranjeros, que es una especie de muerte civil. Al principio se declaraba agente extranjero a los medios. Luego se extendió a las personas, más tarde podía ser agente extranjero gente que no recibía absolutamente nada del exterior, etc. El problema es que entras en ese registro sin ninguna explicación y nadie sabe cómo se sale de ahí.
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En aquellos años se empezaron a usar de forma indiscriminada esos recursos legales: lo de ser agente de extranjero, se empezó a mover lo de las leyes contra el extremismo, no se permitía ya ninguna manifestación, etc. La oposición empezó a ver que no les dejaban presentarse a las elecciones, etc. Recuerdo que yo interpreté todo aquello como el camino a seguir para la fosilización de Vladímir Putin en el poder, porque sabíamos que el mandato constitucional se le acababa en 2024. Y sin embargo, no era para eso, estaban allanando el camino para la guerra.
P.- Va a haber elecciones ahora en Rusia y en noviembre las vamos a tener en EEUU ¿Cómo puede afectar la victoria de Donald Trump a la guerra?
R.- Yo creo que es peligrosa la mera expectativa de victoria de Donald Trump. El problema es que la sola perspectiva de que vaya a ganar Trump va a excitar al Putinismo y a Vladimir Putin a aumentar la apuesta. A lo mejor me equivoco, pero lo que hemos visto es que Putin comete muchos más errores cuando ve que las cosas las tiene favor, que cuando las tiene en contra. Por eso, cuando pensó que Ucrania no se iba a defender, cuando pensó que los ucranianos iban a salir a aplaudirle, entonces fue cuando hizo las mayores tonterías: metió los tanques en formación de desfile... Ese desastre de la primera parte de la ofensiva.
Hay tres razones por las que veo totalmente posible un ataque de Rusia contra algún país de la OTAN
En cambio, cuando lo tiene en contra, cuando realmente los ucranianos están recuperando terreno, entonces hace cosas como el repliegue de Jersón, que se hizo muy bien. Y la fortificación de la parte norte de Crimea, al sur de Jersón. Todo eso se hace bien. Sin embargo, si ve que Trump va a ganar, pensará que es un buen momento para él. Y entonces es cuando puede intentar cosas nocivas, que pueden costar un montón de vidas ucranianas y quién sabe si más allá.
P.- ¿Crees que sería posible un ataque por parte de Rusia a algún país de la OTAN?
R.- Totalmente posible. No puedo decir probable, pero totalmente posible. O una amenaza de ataque, que es una manera de atacar, porque Rusia siempre te obliga a protegerte para convencerte de que no te va a atacar. Si te desproteges te somete y si te proteges te ataca porque te considera un peligro.
Y hay varias razones. La primera es porque ya lo han dicho. En la recta final de camino hacia la guerra, en enero 2022, ya incluyen la retirada de las tropas de la OTAN hacia posiciones del año 1997.
La segunda razón es porque en el entorno de Putin está instalada la idea de que la OTAN no va a proteger por igual a todos los miembros. Es decir, que hay países de la OTAN que son más miembros de la OTAN que otros. Lo que se ha dicho alguna vez: que EEUU no va a sacrificar el cielo de Washington por el cielo de Riga.
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Y luego la tercera razón está ligada al Putinismo. En Rusia hubo una guerra invisible, que es la Guerra Fría. Lo que para nosotros es un concepto histórico, para ellos fue una realidad. Los rusos pasaron por una posguerra en los años noventa sin haber sufrido realmente una guerra. Rusia de repente se encontró con una posguerra, con un cambio de régimen y con pérdida de territorios. Es decir, ellos perdieron una guerra que no ganó nadie. Por eso lo que para nosotros es una ofensiva, para muchísimos rusos es una contraofensiva, incluso para gente pacífica. Se trata de recuperar algo que en algún momento perdieron. Quieren devolver un golpe que no les dio nadie.
P.- Mencionas en el libro el síndrome de Weimar, sobre ese impulso de venganza u odio por un lado y por otro, de la impotencia de algo del pasado que ha sucedido. ¿Eso se comparte en la mayoría de la sociedad?
R.- No, en la mayoría de la sociedad lo que se ha hecho es una delegación total del poder en el Gobierno. La gente entendió que demasiada libertad, por alguna razón que no entendían, hacía que la nevera estuviese más vacía. El síndrome de Weimar es la amargura con el pasado, que existe en todos los países. Pero la diferencia es que en España hay un Parlamento que sirve como cámara de resonancia y hay unos medios de comunicación y una sociedad civil, y un sistema de partidos. Entonces es más difícil caer en manos de un iluminado que nos estrelle contra un muro para vengarse de algo que pasó hace 30 años.
En Rusia la gente se ha desentendido del poder pensando que el poder siempre se iba a desentender de ellos
Pero como en Rusia no se habla de las cosas, sólo hay una voz. Por eso Putin es un autobusero de 71 años que lleva conduciendo desde el año 2000 y que ha tenido un mal día. Y lleva a todo el mundo en el autobús. Pero la gente no quiere que el autobús se choque. Esa es una muestra de las expectativas que tienen los rusos a la hora de ponerse en manos del Gobierno.
Lo que se ha dado en Rusia es el síndrome de Weimar, pero mezclado con que la gente se ha desentendido del poder pensando que el poder siempre se iba a desentender de ellos. Y ha llegado un día en el que las cosas no han sido así: el poder ha ido a por ellos para reclutarlos, para detenerlos por haber puesto una chorrada en redes sociales, etc. Pero ya es tarde, que es una lección que debemos tener en cuenta nosotros. Ya no hay vuelta atrás.