Grecia y la hibridación de la derecha en Europa: así empapan los ultras las políticas del continente
Coaliciones de la derecha y la extrema derecha gobiernan Finlandia, Suecia e Italia.
27 junio, 2023 02:57La victoria del conservador Kiriakos Mitsotakis en las legislativas griegas estaba tan cantada como la derrota de la izquierda, dividida y desarbolada. Por eso, la entrada en el parlamento de tres formaciones de derecha radical ha causado sensación. El mismo domingo, la extrema derecha alemana consiguió su primera victoria en las urnas y dirigirá una mancomunidad de 57.000 habitantes pero, ojo, los sondeos nacionales le dan un 18% del voto, al mismo nivel que la socialdemocracia del canciller Olaf Scholz.
Son las últimas expresiones de una tendencia clara: la extrema derecha forma parte de las coaliciones que gobiernan Suecia, Italia y Finlandia. La normalización de estas formaciones -y de otras como la que lidera Marine Le Pen en Francia- es un hecho parejo a la preponderancia en el discurso público de posturas intransigentes en inmigración. Todo ello confortará a Vox, sin duda.
La victoria de Mitsotakis tiene, sobre todo, una lectura favorable a las tesis de Alberto Núñez Feijóo. En primer lugar por su contundencia: un 41% de sufragios, la misma cifra que en 2019. En segundo lugar porque en Grecia el que gobierne la lista más votada está institucionalizado por ley: el partido más votado tiene una prima de 50 escaños. La apuesta de Mitsotakis de repetir las elecciones de mayo le han dado la razón. Entonces también ganó pero no pudo formar gobierno en solitario porque el escrutinio se dirimió por un sistema proporcional puro. Ahora, con la prima de 50 escaños suma 158 diputados sobre 300.
Nunca, desde el final de la 'dictadura de los coroneles', en 1974, un vencedor en las urnas había duplicado el porcentaje de votos del principal partido de la oposición. Se trata de Syriza, el partido de extrema izquierda que se ha quedado en un 18% de votos, dos puntos menos que en mayo y 13 menos que 2019. El fin de su líder, Alexis Tsipras, parece próximo.
Syriza ha sufrido una sangría de votos: unos han vuelto al Pasok (socialista, 12%), otros a lista de una ex diputada disidente (3,2%) y otros se han perdido al no superar el movimiento del ex ministro Yanis Varufakis el umbral mínimo del 3%. Las bancadas de la izquierda se completan con los diputados comunistas (7,7%).
Kyriakos Mitsotakis es el heredero de una dinastía: su padre Konstantinos fue primer ministro (1990-93) y su hermana, Dora Bakoyannis, alcaldesa de Atenas y ministra de Exteriores. Este pedigrí no resta mérito a su gestión: el PIB creció un 5,9% en 2022 y la deuda bajó 35 puntos en los dos últimos ejercicios.
Además Mitsotakis ha sabido combinar signos de apertura, como incluir en su gobierno ministros procedentes del Pasok, con posturas de firmeza frente a Turquía y a la inmigración ilegal. Así, por ejemplo, respaldó a la policía portuaria en el naufragio frente al Peloponeso (700 desaparecidos), imponiendo el relato que responsabiliza de la tragedia a los organizadores de la travesía frente a las dudas sobre la lentitud de socorristas y guarda costas.
Este suceso no ha sido objeto de debate electoral salvo para los Espartanos, que lo han usado como ejemplo de una supuesta nueva ola migratoria. Esta formación política ha sido la gran sorpresa en las urnas del domingo. Desconocida hasta hace 15 días, sin estructuras propias, pero apoyada desde la cárcel por Ilias Kasidiaris, portavoz del grupo neonazi Amanecer Dorado quien cumple condena por pertenencia a banda criminal. Desde su celda y a través de las redes sociales ha empujado a los Espartanos hasta el 5% que concede 13 diputados.
Otros doce diputados pertenecen a Solución Griega, dirigido por un ex periodista próximo a la iglesia ortodoxa griega que dice tener cartas escritas por Jesucristo. Completa el extremo derecho del arco parlamentario, Niki (Victoria), grupúsculo ultra nacionalista apoyado por una parte de los monasterios del monte Athos. Son diez diputados contrarios al aborto, a las vacunas y pro Putin.
La política migratoria en Europa
La presencia de estos partidos de extrema derecha ha salpimentado las noticias del escrutinio griego pero no debe hacernos olvidar la gran victoria de Mitsotakis, que no les necesita para gobernar. Éste ha prometido seguir bajando impuestos y aumentar los salarios un 25% de aquí a 2027. Asimismo prometió contratar 10.000 sanitarios para el servicio público de salud y "limitar sustancialmente los flujos migratorios".
El endurecimiento de la política migratoria fue uno de los puntos clave de la hoja de ruta del nuevo gobierno de coalición finlandés presentado hace diez días tras mes y medio de negociación. Está encabezado por el líder conservador y primer ministro, Petteri Orpo, ganador de los comicios de abril. Siete carteras, incluida la de Interior han correspondido al Partido de los Finlandeses (antaño Verdaderos Finlandeses) dirigido por Riikka Purra. Esta formación política de extrema derecha quedó segunda en las legislativas.
Ambas partidos ya gobernaron juntos entre 2015 y 2017. Ahora, la coalición gubernamental suma a dos pequeños partidos de derechas. "Estoy orgulloso de que nos hayamos puesto de acuerdo en un cambio de paradigma en política migratoria", declaró exultante Purra. Se endurecen las condiciones para conseguir un permiso de residencia o la ciudadanía, así como el reagrupamiento familiar.
Es curioso que el líder de los Demócratas Suecos empleara la misma expresión de "cambio de paradigma" al presentar el acuerdo de Tido, negociado en el castillo así llamado, entre conservadores, cristianos demócratas, liberales y la extrema derecha de los DS. Estos últimos, aunque terminaron segundos con más del 20% en las legislativas de septiembre de 2022, hicieron honor a su promesa de no entrar en el gobierno sueco que encabeza el líder conservador Ulf Kristersson, tercero en las urnas. (19%). El partido más votado fue el socialdemócrata (30%) pero no pudo formar gobierno porque el bloque de derechas logró tres escaños más que el de izquierdas.
La extrema derecha de los DS no está, cierto, en el Ejecutivo. Pero sí sus ideas, plasmadas en las 63 páginas del acuerdo de coalición. Entre los puntos destacables las restricciones al acceso al estatuto de refugiado, la ciudadanía y el reagrupamiento familiar. Suecia acogió 6.400 refugiados en 2022; este año sólo aceptará 900, la cuota obligatoria que marca la UE. El "cambio de paradigma", en definitiva.
Lo que hay detrás de eso es más profundo, sin duda. "El rechazo y el miedo a la inmigración han ganado todos los países de Europa por lo que los partidos de derechas se lanzan a responder a las peticiones de sus electores mientras que los de izquierdas pierden influencia", declaró hace unos días el especialista Marc Lazar.
La hibridación de las derechas
Es lo que algunos especialistas llaman hibridación de las derechas: la extrema derecha se instala en el corazón de las democracias, normalizándose y, en algún caso, sustituyendo a la derecha tradicional y ésta asume sus argumentos.
Es lo que ha pasado en Italia con la primera ministra Giorgia Meloni. Su proceso de normalización está siendo acelerado por dos factores: el vacío que ha dejado la muerte de Silvio Berlusconi, gobernante populista e histriónico sin duda, pero que fue admitido en el Partido Popular Europeo en tiempos de José María Aznar.
La otra circunstancia es la invasión rusa de Ucrania. Esto ha llevado al gobierno nacionalista polaco del ostracismo europeo por iliberal a aliado imprescindible y actor de primera línea de la coalición que lideran EEUU y el Reino Unido y a la que no han tenido más remedio que sumarse a regañadientes París y Berlín.
Por eso es importante la primera victoria electoral de Alternativa por Alemania (AfD) el domingo pasado. Su candidato se impuso en la segunda vuelta del distrito de Sonneberg con el 53% de los votos frente a su rival, un demócrata cristiano al que apoyaba el resto de fuerzas de todo el arco político. Es sólo una gota, una mancomunidad de 57.000 habitantes en un país de 87 millones. Lo malo es que en los sondeos electorales la extrema derecha está ya entre el 18% y el 20%, al mismo nivel que la socialdemocracia del canciller Scholz, detrás de la democracia cristiana pero muy por delante de liberales y ecologistas.