Desde que Recep Tayyip Erdogan llegó a la presidencia de Turquía hace casi una década después de otros diez años como primer ministro ha seguido una estrategia política basada en la supervivencia. En repetidas ocasiones ha empleado todas las herramientas en su mano para conquistar, retener y concentrar cada vez más poder.
En 2017, por ejemplo, sometió a referéndum una reforma constitucional para sustituir el entonces sistema parlamentario por uno presidencial, lo que le abrió la puerta a ser jefe de Estado hasta 2029. Un año más tarde adelantó las elecciones, previstas para 2019, antes de que se desatase un previsible torbellino económico. En 2022 repitió la jugada y ahora, se presenta a los comicios del 14 de mayo a pesar de que para ello haya tenido que reinterpretar la Constitución.
Y es que esta establece que sólo se puede optar a un máximo de dos mandatos presidenciales de cinco años, lo que, en teoría, invalida la candidatura del actual presidente. Sin embargo, el líder turco ha alegado que la norma fue introducida en 2017, lo que deja al margen su primer mandato. A pesar de esta pequeña victoria, Erdogan se enfrenta a las elecciones más duras de toda su carrera, que podría llegar a su fin esta primavera.
El hombre que podría destronar a Erdogan no es otro que Kemal Kiliçdaroglu, exfuncionario público y líder del opositor Partido Republicano del Pueblo (CHP). No es la primera vez que este político de 74 años lo intenta, ya que ha sido derrotado en repetidas ocasiones por el actual presidente. No obstante, hace un lustro consiguió derrotar al gobernante Partido AK (AKP) en Estambul y otras grandes ciudades en las elecciones locales. Ahora, ha aprovechado ese viento de cola.
A inicios de mes, Kilicdaroglu fue nominado por una alianza de seis partidos de la oposición conocida popularmente como la "Mesa de los Seis" para competir contra Erdogan. Su camino hasta lograr ser elegido no ha sido fácil. El bloque de la oposición lleva meses tratando de consensuar quién será el candidato y estuvo a punto de implosionar en al menos una ocasión, cuando la presidenta del partido nacionalista Iyi, Meral Aksener, se opuso con vehemencia a la candidatura de Kiliçdaroglu por no considerarlo lo suficientemente carismático.
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En este sentido, no es de extrañar que la mayoría de las encuestas sitúen a Kilicdaroglu muy por delante de Erdogan, otorgándole hasta diez puntos de ventaja. Es el caso de una consulta publicada por Aksoy Research el pasado sábado y realizada el 8 de marzo en la que se indicaba que el líder opositor contaba con un 55,6% de apoyo frente al 44,4% de Erdogan. En la misma línea, una encuesta realizada el 6 y 7 de marzo por Alf Research mostró a Kilicdaroglu en el 55,1 % y a Erdogan en el 44,9 %, según recoge la agencia de noticias Reuters.
"El Ghandi turco"
Antes de adentrarse en las movedizas arenas de la política, Kilicdaroglu trabajó en el ministerio de Finanzas y luego, en 1990, presidió la Institución de Seguro Social de Turquía, una entidad que Erdogan ha menospreciado en público con frecuencia.
Nacido en el este de la provincia de Tunceli, Kilicdaroglu es aleví, una minoría heterodoxa que representa entre el 15% y el 20% de los 85 millones de habitantes de Turquía. Su nombre saltó a la fama hace seis años, cuando lanzó su iniciativa Marcha por la Justicia, un recorrido de 450 km desde Ankara a Estambul para protestar por el arresto de un diputado de su partido. Fue entonces cuando los medios de comunicación turcos comenzaron a apodarle el "Gandhi Kemal" por su ligero parecido al activista indio.
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"Vamos a gobernar Turquía con consultas y compromisos", aseguró Kilicdaroglu hace unas semanas ante varios miles de partidarios. "Juntos estableceremos la regla de la moral y la justicia", añadió. Sin embargo, a pesar de sus proclamas democráticas, son muchos los que preguntan si el serio y a veces enérgico Kilicdaroglu puede derrotar a Erdogan, que ha conseguido convertirse en el segundo hombre más poderoso de la historia del país, sólo superado por el padre fundador de Turquía, Mustafa Kemal Ataturk.