Trump se frota las manos con los papeles secretos de Biden: "¿Cuándo hará el FBI una redada?"
Según los demócratas, el incidente no pasa de ser un despiste, pero para los republicanos se trata de un escándalo de proporciones colosales.
11 enero, 2023 02:55"¿Cuándo va el FBI a hacer una redada en las muchas casas de Joe Biden, tal vez incluso en la Casa Blanca?". Este mensaje de Donald Trump en la red social Truth resume a la perfección la línea de ataque del Partido Republicano ante la sorprendente noticia conocida en la madrugada del lunes al martes en Estados Unidos: la entrega por parte de los abogados de Joe Biden de una serie de papeles clasificados que el presidente guardaba ilegalmente en uno de sus despachos privados.
Dichos papeles, cuya cantidad y contenido se desconoce oficialmente -aunque la CNN afirma que son doce y que la mayoría son informes de inteligencia relativos a Ucrania, Francia y Gran Bretaña- datan del período 2013-2016, cuando Biden era el vicepresidente de Barack Obama, y, sorprendentemente, nunca le fueron reclamados. El fiscal general Merrick Garland ya ha puesto a trabajar en el caso a John Lausch Jr., fiscal del estado de Chicago y nombrado, irónicamente, por Donald Trump durante su presidencia.
Según los demócratas, el incidente no pasa de ser un despiste, pero para los republicanos se trata de un escándalo de proporciones colosales. La verdad habrá que buscarla en algún punto medio: de entrada, es chocante que un exvicepresidente guarde en un despacho privado papeles calificados de máximo secreto. No se puede decir que eso no tenga importancia ninguna. Tampoco se entiende que la noticia se haga pública más de dos meses después del conocimiento de los hechos.
Según los abogados de Biden, estas cajas con documentos se encontraron al vaciar contenido de dicho despacho a finales de octubre y se devolvieron al Departamento de Justicia a principios de noviembre. En concreto, seis días antes de la celebración de las elecciones legislativas, lo cual, obviamente, ha disparado el nivel de paranoia y agravio en las filas republicanas, muy necesitadas de un escándalo de este tipo después del papelón que vivieron la semana pasada con la disputadísima elección de Kevin McCarthy como speaker de la Cámara de Representantes.
Ni tanto ni tan calvo
Ahora bien, tan cierto es que una investigación de la fiscalía sobre la apropiación indebida de documentos clasificados no puede tratarse como un simple despiste como que la situación de Biden no admite comparación con la de Trump, al menos con los datos que manejamos en este momento. Es perfectamente comprensible que el Partido Republicano se indigne ante el supuesto agravio comparativo y reclame que se hagan redadas en los distintos domicilios privados de Joe Biden, por mucho que resulte algo absurdo pedir que el FBI entre en la Casa Blanca a buscar papeles secretos. Lo extraño sería que no los encontrara.
Ahora bien, que sea comprensible y que responda a una estrategia política muy clara: desviar la atención mediática de sus problemas internos, no quiere decir que esa indignación esté justificada. La redada de Mar-A-Lago, la residencia de Donald Trump en Florida, tan publicitada en los medios de comunicación, llegó después de un año de peticiones por parte de la justicia para que Trump devolviera unos documentos que el FBI sabía que el expresidente se había llevado sin permiso a su casa.
En concreto, estamos hablando de más de ciento sesenta documentos, de los cuales sesenta estarían calificados de "alto secreto". Documentos que, hay que insistir, habían sido solicitados por la vía administrativa y judicial sin que Trump hiciera nada por devolverlos. En realidad, lo que vimos en Mar-a-Lago no fue una redada para "buscar" documentos, como insinúa Trump, sino una operación de "rescate" de dichos documentos, que se sabía que estaban en sus manos.
La batalla del relato
Lo decisivo ahora es quién va a ganar la batalla del relato, esa obsesión de los analistas políticos. ¿Conseguirá Biden convencer a la sociedad estadounidense de que esas cajas con documentos se trasladaron desde la Casa Blanca a su despacho sin su conocimiento y sin ningún fin político añadido? ¿Conseguirá convencer, para empezar, al fiscal de Chicago? Le va a costar. En el mejor de los casos, la teoría del despiste redundará en la imagen de un presidente descentrado, que no se entera muy bien de lo que pasa a su alrededor y cuya fiabilidad hay que poner en duda, no ya por mala intención, sino por simple incompetencia.
Hace tiempo que Biden no es un activo para el Partido Demócrata, sino más bien un lastre. No ya por su edad -ochenta años recién cumplidos- sino por los efectos de la edad sobre un hombre visiblemente cansado y con tendencia a la confusión. Sin duda, los republicanos y sus medios afines aprovecharán la situación para incidir en esa imagen de un comandante en jefe débil en tiempos convulsos.
También habrá que ver las repercusiones políticas que se puedan derivar de una probable investigación por parte de la Cámara de Representantes, con mayoría republicana. Uno de los puntos en común de casi todos los muy diversos candidatos republicanos en las pasadas legislativas fue su promesa de que iban a mirar con lupa cada acto de la administración Biden e iban a iniciar procesos de impeachment o destitución de cualquier alto cargo que abusara de alguna manera de la ley. No cabe duda de que McCarthy y los suyos buscarán una base legal que justifique una comisión que investigue estas informaciones. Otra cosa es que encuentren la manera de hacer declarar al propio presidente, algo que no consiguió la comisión del intento de golpe de estado con Donald Trump.
En cualquier caso, la viabilidad mediática de la comparación es ya de por sí un éxito para el GOP. De ahí que, aparte de Trump, otras figuras hayan insistido en el supuesto agravio, empezando por el propio McCarthy. En cierto modo, la presunción de culpabilidad de Biden exonera lo hecho por Trump. Si los republicanos son capaces de vender que, en el fondo, ambos hicieron lo mismo, conseguirán derrumbar una de las columnas sobre las que Biden y los demócratas han construido su edificio moral: la honestidad. Y eso podría ser fatal de cara a 2024.