Seyran Ateş, en una imagen de archivo.

Seyran Ateş, en una imagen de archivo. Julius Matus Cedida

Europa ALEMANIA

Una mujer al frente de una mezquita liberal en Berlín: el templo que no entiende de diferencias entre sexos

Seyran Ateş es responsable de un lugar como no hay otro en el mundo: la Mezquita Ibn Rushd-Goethe de Berlín. Es un templo musulmán liberal donde hombres y mujeres rezan juntos y donde ella ejerce de imán.

7 enero, 2020 03:23

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Un cordobés y un alemán dan nombre a la que se conoce como la primera mezquita liberal del mundo, que lleva abierta algo más de dos años en Berlín. La responsable del proyecto es la berlinesa Seyran Ateş, una mujer nacida en Estambul en una familia con orígenes kurdos. Ateş es la primera mujer imán de Alemania. Ella es la cara visible de la Mezquita Ibn Rushd-Goethe de Berlín. Ibn Rushd es como también llamaban en su día a Averroes, influyente filósofo andalusí que integró en la tradición islámica el pensamiento de la Antigua Grecia. Johan Wolfgang von Goethe es el escritor en mayúsculas de las letras alemanas.

En honor a esos dos hombres, Ateş ha nombrado, según explica a EL ESPAÑOL, un espacio “para los musulmanes que en otras mezquitas o comunidades no encuentran una sensación de hogar”. La mezquita de Ateş tiene sus puertas abiertas a esos musulmanes, sin distinción de sexo ni orientación sexual ni de identidad sexual. “Aquí las mujeres reciben un trato igualitario y, sobre todo, aquí pueden ser autoridad”, dice Ateş. “Aquí, hombres y mujeres practicamos y desarrollamos juntos una religión. Puede haber homosexuales, lesbianas, transexuales o intersexuales”, añade.

El modo de entender la religión de Ateş se inscriben en ese islam liberal que ha dado lugar a un movimiento global de musulmanes progresistas con intenciones reformistas. Esto es algo aún muy incomprendido en los grandes monoteísmos. “Esto es algo que tampoco han de ver bien en la Iglesia Católica”, pero “para nosotros el amor no está prohibido”, plantea Ateş, aludiendo a las parejas del mismo sexo. “Cuando dos personas se quieren, para nosotros, eso es algo que está bien”, abunda esta mujer de 66 años.

No es casualidad que Ateş y su equipo saquen pecho al mostrar una bandera con el arcoíris, símbolo del movimiento LGBT. La bandera lleva impresas en letras blancas: Mezquita Ibn Rushd-Goethe. “Estoy segura de que no existe una mezquita con una bandera como esa en todo el mundo”, afirma Ateş.

No obstante, ella sabe que no predica en el desierto. “Nosotros formamos parte de un movimiento mucho más amplio, del que también forman parte los Musulmanes para los Valores Progresistas de Estados Unidos, la Mezquita Inclusiva de Londres, la Mezquita Mariam de Copenhage y otros movimientos liberales que pueden tener lugar en Francia, Sudáfrica, Malasia...”, asegura. De hecho, según cuenta la imán berlinesa, hace poco recibió la visita del francés Ludovic-Mohamed Zahed, otra importante figura en este islam liberal. En ese movimiento reformador, dan igual las corrientes de las que vengan los fieles.

“Aquí pueden venir musulmanes de todas las corrientes: suníes, chiíes, sufís, etcétera. Esto no es importante para nosotros”, dice Ateş. En su caso, una de las claves que aúna a quienes acuden a su mezquita es que todos hablan alemán. “Tenemos una lengua que nos une, el alemán. Aquí viene gente procedente de todo tipo de países, que hablan árabe, persa o turco, por ejemplo. Pero aquí no hablamos la lengua que se habla en sus países sino la del país en el que estamos".

Lo que que hace realmente única a la Mezquita Ibn Rushd-Goethe respecto de otras iniciativas musulmanas reformadoras es que Ateş se ha preocupado por que sus feligreses tengan un espacio propio. Otras mezquitas e imanes liberales tienen que lidiar con la falta de logística y de un lugar que puedan nombrar como propio. “En París, ahora hay dos mujeres que han lanzado un proyecto de mezquita liberal”, pero “se reúnen una vez al mes o una vez cada dos semanas, sin tener un lugar fijo al que acudir”, explica Ateş. “Para mí, disponer de un espacio fue siempre muy importante. Faltaba un lugar que pertenezca a la comunidad y del que la comunidad pueda ocuparse. Aquí disponemos de las llaves del lugar, esto es importante para que la comunidad pueda existir”, abunda.

Alude todo el tiempo a las dependencias de su mezquita, que se encuentra en un edificio anexo de una iglesia protestante de construcción decimonónica situada en el céntrico barrio berlinés de Moabit. En la tercera planta de ese edificio está la mezquita. Es una gran sala, muy luminosa que tendrá unos 100 metros cuadrados. En un nivel superior se encuentra el despacho donde trabajan Ateş y su equipo.

Amenazas de muerte

Porque su iniciativa, lanzada en el verano de 2017, no ha gustado ni a musulmanes integristas ni a los islamófobos más exacerbados, en la Mezquita Ibn Rushd-Goethe hay dos escoltas de la Oficina de la Policía Criminal de Berlín que velan por la seguridad de Ateş. Ella ha recibido infinidad de amenazas de muerte. En Egipto se ha llegado a emitir una fetua contra ella.

“He recibido insultos y amenazas de muerte de todo tipo de personas, procedentes de todos los sitios: de Turquía, del Magreb, de países islámicos muy lejanos, como Malasia o Indonesia”, cuenta Ateş. “Cuando uno mira las redes sociales, ahí dos de cada tres personas que hablan me está amenazando con todo tipo de cosas: violación, asesinato, acuchillamento, etcétera. Hay gente que escribe eso y ya está. Pero la cuestión es qué hay de verdad en esas intenciones. Lo cierto es que existe un peligro potencial. Yo conozco estas escenas”, reconoce. Y tanto. En los años ochenta, estuvo a punto de morir.

Antes de convertirse en la primera mujer imán de Alemania, Ateş, que ahora también es abogada, escritora y conferenciante, se ocupaba de asesorar a mujeres. En 1984, hubo un atentado contra una de sus asesoradas cuando Ateş se ocupaba de ella. Una bala hirió de gravedad a Ateş. Podría haber muerto.

Ateş conoce la adversidad y no parece, en modo alguno, que vaya a dar su brazo a torcer. De hecho, ella es capaz de ver el lado positivo a su condición de amenazada por radicales de todo signo.

“Yo he aprendido a vivir con esta situación. Me esfuerzo para ver esta situación como algo positivo . Me digo siempre que vivo en un país donde se me protege por hacer lo que hago. Esto es un lujo y una responsabilidad”, sostiene Ateş. “Es una de las grandes diferencias entre las democracias de verdad y las pseudodemocracias. En Europa, en la mayoría de países, no se mete a la gente que piensa diferente en la cárcel o en campos de trabajo. En Alemania, tenemos el lujo de la libertad y de que el Estado, aunque no encuentre que está bien lo que hagas, te protege para que puedas hacer tu trabajo con normalidad”, abunda.

La ultraderecha del islam

Ateş está volcada con su mezquita. Parte de sus ingresos como autora y abogada los destina a financiar su proyecto, que no sólo tiene objetivos religiosos. “Evidentemente, lo privado también es político”, dice esta mujer imán. “Lo que hacemos aquí tiene también un impacto en la sociedad y en la comunidad musulmana, al menos esto es algo que queremos”, agrega.

Está por ver si su oferta gana adeptos y acaba doblegando a las visiones conservadoras y más intransigentes del islam. De lo que no cabe duda es que el fanatismo islámico – y religioso en sentido amplio – tiene en Alemania una respuesta, clara y contundente que defiende una “sociedad abierta”.

“En todos los grandes monoteísmos hay esa idea de que todo lo que está escrito en el Libro debe ser fuente de nuestra ley y de nuestra forma de vivir. Así, los ortodoxos y los radicales no diferencian entre el poder político y el poder religioso. A esta gente hay que combatirla”, plantea Ateş, que define a los islamistas radicales como la “ultraderecha del islam”. “Hay que luchar contra el extremismo de ultraderecha de la comunidad musulmana, porque ellos son extremistas, fascistas, tan peligrosos como Alternativa para Alemania (AfD)”, concluye, refiriéndose al partido político de ultraderecha que ejerce hoy de principal fuerza de la oposición en el Bundestag.