"Nuestro objetivo es exportar estabilidad para no tener que importar inestabilidad", alega el comisario de Ampliación, el austríaco Johannes Hahn. El Ejecutivo comunitario ha dado esta semana un nuevo impulso a la integración de los Balcanes a la UE proponiendo iniciar negociaciones de adhesión con Albania y la antigua república yugoslava de Macedonia. A Serbia y Montenegro, que ya están negociando con Bruselas, les ofrece la perspectiva de entrar ya en 2025. Los más rezagados de la región son Bosnia y Herzegovina, que presentó su solicitud de acceso en febrero de 2016, y Kosovo, que firmó un Acuerdo de Estabilización y Asociación en abril de ese mismo año. Si los seis países balcánicos acaban entrando, la UE tendría 33 Estados miembros tras el brexit.
La Comisión de Jean-Claude Juncker sostiene que esta estrategia para los Balcanes constituye una inversión geoestratégica para una Europa estable, fuerte y unida. Una perspectiva de ampliación creíble supone un estímulo para las reformas en los países de la región, golpeados por la guerra en los años 90 y donde todavía persisten numerosos conflictos entre vecinos. Bruselas quiere además evitar que los Balcanes caigan en los brazos de otras potencias, en particular de Rusia, cuyos esfuerzos crecientes para recuperar su influencia en la región preocupan a la UE y la OTAN.
"En los Balcanes se está jugando una partida geopolítica muy importante en estos momentos", explica a EL ESPAÑOL Salvador Llaudes, investigador para Europa del Real Instituto Elcano. "No sólo la UE está intentando influir en la europeización de los países de la región, sino que también hay otra serie de Estados que tienen mucha fuerza a nivel internacional y que quieren jugar su papel. Entre ellos destaca Rusia, pero también la propia China o Turquía, incluso Arabia Saudí o Estados Unidos. A la UE no le interesa dejar este territorio, que es europeo y está además en la ruta de los refugiados, en manos de otros", resalta Llaudes.
Sin embargo, los esfuerzos del Ejecutivo comunitario para reactivar la integración de los Balcanes chocan con el escepticismo de los Gobiernos. Todavía dura la resaca de las últimas ampliaciones. Por ejemplo, los flujos migratorios internos que provocó la entrada de los socios del Este y que fueron utilizados como argumento contra la UE por los partidarios del brexit o crearon en Francia el mito del fontanero polaco. Otro reproche que se escucha a menudo en Bruselas es que se permitió la adhesión de países que todavía no habían resuelto sus problemas de Estado de derecho, como Rumanía y Bulgaria, que una década más tarde siguen sometidos a una vigilancia especial. Además, otros han dado marcha atrás en sus reformas democratizadoras, como Polonia o Hungría.
El presidente francés, Emmanuel Macron, es uno de los que se resisten a los planes de la Comisión. "Sí a la voluntad de acercar los Balcanes a Europa. El riesgo es que los Balcanes deriven hacia Rusia o Turquía o se hundan en sus divisiones. Darles una perspectiva europea es esencial. Pero no defenderé una ampliación hasta que no haya una reforma de la UE. No quiero que una Europa que funciona con dificultades con 28 o pronto 27 Estados miembros, pase a tener 30 o 32 con las mismas reglas", dijo en su discurso en la Eurocámara esta semana. Es decir, París no quiere más entradas a corto plazo.
¿Boicot de España?
El Gobierno de Mariano Rajoy comparte las reticencias de Francia. Considera que la Comisión se ha precipitado al proponer la fecha de 2025 para futuras adhesiones a la UE. En su opinión, la mayoría de estos países no cumplen los requisitos mínimos para negociar y su entrada plantearía incluso problemas de seguridad. Pero además, España se encuentra entre los cinco países de la UE -junto con Chipre, Grecia, Rumanía y Eslovaquia- que no han reconocido la declaración unilateral de independencia de Kosovo, precisamente para que no sirva de precedente para casos como el de Cataluña.
De hecho, Rajoy sopesa boicotear la cumbre con los países de los Balcanes convocada para el próximo 27 de mayo en Sofía porque se ha invitado a Kosovo en pie de igualdad con el resto de delegaciones. "La posición de España es delicada, pero no está sola", señala Llaudes en referencia al resto de Estados miembros que tampoco reconocen a Kosovo. "Un elemento que seguramente acabaría variando la postura española sería que a corto plazo Kosovo y Serbia lleguen a un acuerdo jurídicamente vinculante para normalizar sus relaciones bajo los auspicios de la ONU", agrega. De hecho este pacto es una de las exigencias que plantea la Comisión a los dos países como condición previa a su entrada en la UE.
A las dudas de los Gobiernos, Juncker responde con un aviso: lo que está en juego es ni más ni menos que la paz en la región. "Si arrebatamos a esos países -en esa región ultracomplicada, debería decir trágica- la perspectiva europea, reviviremos lo que ya vivimos en los años 90. No quiero la vuelta de la guerra a los Balcanes Occidentales y debemos empeñarnos en esta ambición", dijo el presidente del Ejecutivo comunitario en el mismo debate en el Parlamento Europeo con Macron. Una de las prioridades para Bruselas es fomentar la reconciliación y la resolución de los conflictos pendientes, en particular los litigios fronterizos.
Corrupción y crimen organizado
¿Pero están estos países realmente preparados para entrar en la UE a partir de 2025? "A fecha de hoy, en 2018, los países de los Balcanes no están preparados y mucho tendría que cambiar la situación para que de aquí a 2025 cualquiera ellos pueda entrar en la UE. Lo veo verdaderamente complicado", responde Llaudes. Los propios informes de la Comisión reconocen con crudeza las enormes carencias en materia de derechos fundamentales, lucha contra la corrupción y el crimen organizado o independencia de la justicia.
"A día de hoy, estos países muestran elementos claros de captura del Estado, incluyendo vínculos con el crimen organizado y corrupción en todos los niveles del Gobierno y de la administración, así como una importante confusión de intereses públicos y privados. Todo ello alimenta un sentimiento de impunidad y desigualdad. Existe además una amplia interferencia política y control en los medios", relata el estudio sobre los Balcanes que el Ejecutivo comunitario publicó en febrero.
"La posición del crimen organizado en los Balcanes Occidentales sigue siendo fuerte, tanto en materia de tráfico de seres humanos, drogas y armas, como en el riesgo de infiltración en los sistemas político y económico", señala el informe.
Además, las economías de la región "no son competitivas debida a una excesiva injerencia política indebida y un desarrollo insuficiente del sector privado". "Ningún país de los Balcanes Occidentales puede actualmente considerarse como una economía de mercado viable ni tiene capacidad de competir en el mercado único de la UE", asegura la Comisión. Esto afecta al crecimiento y a las perspectivas de empleo, especialmente entre los más jóvenes.
Avances en Macedonia y Albania
El Ejecutivo comunitario insiste en que 2025 no es una fecha fija para la entrada de más países sino únicamente indicativa. No hay atajos, no se admitirá a nadie que no cumpla los criterios. Cada país será evaluado en función de sus logros: los avances dependen de la voluntad política, de las reformas y de encontrar soluciones definitivas a los conflictos con los vecinos. Un enfoque que a su juicio ya está dando resultados en los casos de Macedonia y Albania.
En Macedonia, el europeísta primer ministro Zoran Zaev, elegido en mayo del año pasado, ha intensificado las negociaciones con Grecia para resolver el conflicto sobre la denominación oficial del país, que durante años ha emponzoñado las negociaciones con la UE y la OTAN. Sobre la mesa están opciones como 'Alta Macedonia' o 'Nueva Macedonia'. En Albania, Bruselas constata progresos en el último año en la lucha contra el cultivo de cannabis, aunque reclama más medidas para confiscar los activos de las redes criminales y destruir toda la droga interceptada.
Montenegro es el país más avanzado. Negocia con Bruselas desde 2012 y ya ha abierto 30 de los 35 capítulos con los requisitos que debe cumplir para entrar en la UE. Serbia empezó el diálogo en 2014 y ha iniciado 12 capítulos. Pero en ambos casos persisten problemas de corrupción y crimen organizado y Belgrado todavía tiene que normalizar sus relaciones con Kosovo.
En el caso de Kosovo, la Comisión alerta del alto grado de polarización y el comportamiento obstructivo de algunos diputados, que han llegado a utilizar gases lacrimógenos, impidiendo el funcionamiento normal del Parlamento. "Las fuerzas de seguridad tienen problemas para combatir de forma eficaz el crimen organizado en el norte de Kosovo", admite el informe. Bosnia experimenta dificultades similares.
El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, viaja la semana que viene a la región para preparar la cumbre de Sofía. Visitará Albania, Montenegro, Serbia, Kosovo, Bosnia y Macedonia. "El mensaje a nuestros amigos es claro: La UE es y seguirá siendo el socio más fiable para toda la región. En tanto que mayor inversor, mayor donante, mayor socio comercial y mejor promesa de un futuro mejor para sus ciudadanos. Nuestra cumbre debe reafirmar la perspectiva europea para la región", sostiene Tusk.
Sin embargo, en la reunión de Sofía no se esperan decisiones sobre la adhesión. El foco estará en cómo mejorar las conexiones internas de transportes entre los países balcánicos y con el resto de la UE. Bruselas ha previsto una ayuda de 1.070 millones de euros para estos países en 2018 y reclama más recursos en los próximos años. Pero la hora de la verdad llegará en el Consejo Europeo de junio. Allí, los jefes de Estado y de Gobierno deben decidir si mantienen congelada la ampliación o dan un empujón a la perspectiva europea de Macedonia y Albania.