Donald Trump y su gabinete. Rodrigo Mínguez

Donald Trump y su gabinete. Rodrigo Mínguez

EEUU

Trump se rodea de teóricos de la conspiración y palmeros para desmantelar las políticas sociales de los últimos años

Nueva York (EEUU)
Publicada
Actualizada

Un veterano y comentador de televisión al frente del Pentágono, un congresista investigado por delitos sexuales de la Fiscalía y un antivacunas responsable de Sanidad. Donald Trump no ha perdido el tiempo a la hora de nombrar a su nuevo gabinete, plagado de perfiles poco convencionales e incendiarios a quienes no les temblará el pulso a la hora de aplicar las reformas más ambiciosas de su programa.

Además, la creación de un departamento consultivo liderado por el controvertido Elon Musk demuestra sus intenciones de romper con todas las políticas sociales y estructuras institucionales de los últimos años. Un golpe a la “cultura” woke desde dentro del estado.

Así, una semana después de firmar su victoria en los comicios presidenciales, Trump ha lanzado un mensaje a sus compañeros de partido a la ciudadanía estadounidense: No quiere encontrar las mismas trabas internas que frenaron algunas de sus ambiciones en su primer mandato.

Si en 2017 tuvo que enfrentarse a una serie de políticos de la vieja guardia del Partido Republicano que respondieron con reticencia sus ascenso al liderazgo de la formación y sus maneras de ejercer el poder, en 2025 -cuando tome posesión- se encontrará a un Congreso con mayoría conservadora y un gran número de fieles al “trumpismo”, un Tribunal Supremo forjado durante su mandato anterior y, según apuntan sus nombramientos, un equipo de gobierno dispuesto a llevar hasta el final de las consecuencias las promesas más radicales de su campaña.

Sus elegidos para dirigir las tres entidades que más resistieron el primer envite de Trump: el Departamento de Justicia, el Pentágono y las agencias de inteligencia demuestran que el Trump de 2024 elige lealtad frente a experiencia.

Un fiscal investigado

La nominación de Matt Gaetz como nuevo fiscal general ha dejado perplejo a Washington e incluso ha despertado suspicacias entre los republicanos. “No lo sé. Voy a tener que pensar en eso”, acertó a decir instantes después del anuncio el congresista Lindsey Graham, miembro de alto rango del Comité Judicial del Senado que tendrá que entrevistar a Gaetz antes de votar su nombramiento.

Gaetz, de 42 años, nunca ha trabajado en el Departamento de Justicia ni tampoco como fiscal, una demostración de la tendencia de Trump a nominar candidatos con experiencia limitada. Su bagaje en el mundo jurídico también es escaso: trabajó durante un breve tiempo en un bufete de abogados antes de resultar elegido congresista por un distrito de Florida.

En cambio, su historial de escándalos es amplio. El mismo Departamento de Justicia que aspira a dirigir le investigó por presuntos delitos de tráfico sexual. Aunque la pesquisa fue archivada, años después el Comité de Ética de la Cámara de Representantes abrió otra indagatoria por acusaciones que incluyen conductas sexuales, como el envío de videos inapropiados desde la cámaras del Congreso, y uso ilícito de drogas. Tras confirmarse su nominación, Gaetz dimitió inmediatamente de su cargo como congresista y la investigación se anuló.

Gaetz también fue uno de los congresistas que más apoyó a Trump en su intento de revertir los resultados de las elecciones de 2020, llegando incluso a presentar una candidatura a presidir la Cámara de Representantes que paralizó al Congreso durante varios días y que solo votó el ala más extremista del Partido Republicano.

Su nombramiento parece una “vendetta” de Trump contra el mismo Departamento de Justicia que se negó a procesar a los adversarios del magnate, incluida su oponente Hillary Clinton, y declinó decir que hubiera irregularidades sustanciales en las elecciones pasadas.

Purga en el Pentágono

El nuevo presidente electo también tiene cuentas pendientes con el Pentágono, dirigido por el secretario de Defensa, un cargo que en el anterior mandato de Trump tuvo a dos secretarios confirmados y tres interinos. El último, Mark Esper, se negó a desplegar tropas militares durante las protestas antirraciales de 2020 y fue cesado.

Trump también tuvo desacuerdos con sus responsables de Defensa cuando le dieron la espalda en su intento de no reconocer los resultados de los comicios en los que fue derrotado. De hecho Mark Milley, quien fuera presidente del Estado Mayor (el máximo rango de las Fuerzas Armadas de EEUU) ha llegado a describirle como “un fascista total”.

La enemistad de Trump con la esfera de las Fuerzas Armadas estadounidenses es tal que ha tenido que irse a los platós de television para encontrar a su candidato a secretario de Defensa: Peter Hegseth, actualmente presentador del canal de noticias conservador Fox News.

Hegseth es veterano del Ejército y estuvo desplazado en Irak y Afganistán pero nunca ha dirigido organismos militares. Comenzó a ganar popularidad por defender a militares convictos por crímenes de guerra y las prácticas de la cárcel de Guantánamo, entre otras declaraciones controvertidas.

Educado en la Universidad de Princeton, de la prestigiosa Ivy League, Hegseth es un crítico de las políticas de diversidad implementadas en el Ejército estadounidense. “No deberíamos tener mujeres en roles de combate”, llegó a decir en el podcast Shawn Ryan Show, donde afirmó que había que purgar el Pentágono porque ha sucumbido a la cultura woke, el término con el que se critican las políticas referentes a la desigualdad social, raza o género.

La “novia” de Rusia en la CIA

De Tulsi Gabbard, elegida para dirigir las agencias de Inteligencia de EEUU, un presentador de la television rusa llegó a decir que era “la novia del país” por sus opiniones favorables a Rusia en relación a la expansion de la OTAN y la invasión de Ucrania. También es firme defensora de las acciones de Israel y ha hecho de la oposición al terrorismo islámico su cruzada personal.

Lo curioso es que Gabbard, también retirada del Ejército, fue contrincante de Joe Biden y Kamala Harris por conseguir la nominación a la presidencia del Partido Demócrata, formación que abandonó en 2022 para finalmente dar el paso al lado Republicano en 2024. Su historial de cambios no queda ahí: en 2016 apoyó en las primarias a Bernie Sanders, exponente del ala más progresista y socialdemócrata de la política estadounidense. De un extremo a otro.

Donald Trump y Tulsi Gabbard en un acto electoral en Georgia.

Donald Trump y Tulsi Gabbard en un acto electoral en Georgia. Reuters

Un “antivacunas” en Sanidad

Otro nombramiento que, aunque esperado, ha despertado incredulidad es el de Robert Francis Kennedy Jr. como secretario de Sanidad.

Integrante de uno de los linajes más poderosos de Estados Unidos, Kennedy Jr. es conocido por sus posiciones controvertidas ante todo tipo de asuntos, cercano a las teorías de conspiración y al movimiento negacionista antivacunas.

Su perfil público estuvo inicialmente vinculado al activismo medioambiental (apoyó fervientemente la campaña presidencial de Al Gore en 2000) y cuenta con una dilatada carrera en bufetes de abogados tras educarse en Harvard y la London School of Economics, pero durante la pandemia del coronavirus de 2020 regresó a la palestra mediática por su apoyo a las confabulaciones nacidas en las profundidades de Internet.

Kennedy Jr. describió sin fundamentos científicos a la Covid-19 como un “arma biológica” diseñada para “atacar a las personas caucásicas y negras” y comparó las restricciones de movimiento impuestas durante la pandemia con la Alemania Nazi durante una manifestación antivacunas en Washington DC.

Su cruzada contra las autoridades sanitarias fue de tal magnitud que en 2022 publicó un libro en el que acusa al exasesor médico de la Casa Blanca, Anthony Fauci, de conspirar con el fundador de Microsoft, Bill Gates, y otras compañías farmacéuticas en investigaciones médicas desde hace décadas. También ha vinculado las vacunas con el autismo y defiende que la industria alimentaria está envenenando a los ciudadanos.

Elon Musk: al mando de las tijeras

Trumo también ha encargado al magnate Elon Musk y el empresario Vivek Ramaswamy la creación de un Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, en inglés). Por el momento, ese organismo no está contemplado en la estructura Gobierno estadounidense y servirá solo como órgano consultivo para proponer reformas de la administración federal y recortar gasto público.

“Necesitamos revolucionarios de alto coeficiente intelectual dispuestos a trabajar más de 80 horas a la semana en la reducción de costes”, publicaba Musk esta semana la red social X, conocida como Twitter hasta que él la adquirió.

Cuando Musk compró Twitter en 2022 por 44.000 millones de dólares, despidió al 80% de su plantilla (unos 6.000 trabajadores) modificó sus algoritmos e impuso un nuevo sistema de pagos. Un año después, la compañía perdió al 50% de sus anunciantes, al 15% de los usuarios -según la agencia AP- y su valoración cayo más del 70%.

El contrapeso moderado

Para contrarrestar estos perfiles, Trump ha elegido a una mujer moderada, discreta y muy respetada entre políticos de toda índole: Susie Wiles, la directora en la sombra de su campaña, será a sus 67 años la jefa de gabinete en la Casa Blanca, convirtiéndose además la primera mujer en ese cargo.

Con gran experiencia en la estrategia política, pues trabajó en la campaña de Ronald Reagan, las personas que han trabajado con Wiles suelen describirla como una conservadora moderada, particularmente educada y de talante discreto. "A comienzos de mi carrera cosas como las formas importaban y se esperaba un cierto nivel de decoro", dijo una vez al diario Politico en una de sus pocas declaraciones públicas.

Los líderes del Senado y de la Cámara de Representantes también son de perfil moderado: John Thune y Mike Johnson, quienes se han impuesto a otros aspirantes más extremistas.

Y para la cartera de Exteriores, Trump también ha apostado por un político de largo recorrido: Marco Rubio, nominado para secretario de Estado, fue uno de los favoritos para vicepresidente. De raíces cubanas y senador por Florida, Rubio apoyó un proyecto legislativo para impedir que ningún presidente retirara a los Estados Unidos de la OTAN sin la aprobación del Congreso.

Sus posturas críticas con China, Rusia e Irán parecen estar en linea con las aspiraciones de Trump en geopolítica, aunque tendrá que lidiar con los excéntricos Gabbard y Hegseth para armonizar infinidad de acciones.