"En esta campaña no se trata sólo de ganar votos. Se trata de ganar el corazón y salvar el alma de Estados Unidos". Fue la declaración de intenciones de Joe Biden durante la campaña electoral y el mantra al que se ha aferrado durante meses. "Era uno de esos momentos de vida o muerte", insistía Biden en declaraciones a la revista TIME, al nombrarle persona del año junto a su vicepresidenta, Kamala Harris. "Si Trump hubiera ganado, creo que habríamos cambiado la naturaleza de lo que somos como país durante mucho tiempo".
Pero Trump no ganó. Pese a su resistencia en reconocer la derrota - a día de hoy aún no lo ha hecho- y pese a todas las amenazas judiciales y acusaciones infundadas de fraude electoral, el 20 de enero será Joe Biden quien entrará en la Casa Blanca para quedarse los próximos cuatro años.
Por delante tiene un mandato que estará marcado no sólo por la crisis social y económica que deja la pandemia sino también por una población herida en sus convicciones, escéptica con su democracia y en búsqueda de reconciliación. Los años de trumpismo han hecho mella en una sociedad cada vez más polarizada y le toca a Biden dar los pasos necesarios para reconstruir ese "alma estadounidense" de la que tantas veces ha hablado en sus discursos.
Biden tiene aún otro objetivo, uno ambicioso: "Si todo sale como tengo planeado, este puede ser el gobierno más progresista de la historia de EEUU" le dijo a TIME. No está mal para un candidato al que acusaron de ser demasiado mayor para ocupar la Presidencia.
Por lo pronto, su gabinete ya es rompedor. Con Kamala Harris a la cabeza, la primera mujer (y la primera mujer negra) en ser vicepresidenta, Biden empezó a allanar un camino hecho a base de diversidad. "Seré la primera, pero no seré la última", dijo Harris el día de la elección. "Se trata de un legado, se trata de crear un camino, se trata de dejar la puerta más abierta de lo que estaba cuando tú entraste".
Con esa premisa en la cabeza, Biden ideó un gabinete capaz de abrir esa puerta y lleno de primeras veces. No sólo incluye a la primera vicepresidenta mujer, sino también a la primera persona abiertamente homosexual y con aval parlamentario al frente de una cartera en EEUU: Pete Buttigieg, elegido como secretario de Transporte.
También por primera vez, una persona nativa americana ocupará un cargo en el Gabinete. La elegida fue la legisladora Deb Haaland, quien dirigirá el departamento de Interior, responsable de administrar los recursos naturales del país.
Los tres se suman a un gabinete donde también figura el primer secretario de Seguridad Interior latino, con un secretario de Defensa negro y donde el equipo económico que tendrá que enfrentarse a la crisis provocada por la pandemia será eminentemente femenino.
Janet Yellen, expresidenta de la Reserva Federal, que ha sido propuesta para dirigir la Secretaría del Tesoro y, a sus 74 años, será la primera mujer en ocupar este cargo. Además, Avril Haines, de 51 años, será la directora de Inteligencia Nacional, y se convertirá en la primera mujer en dirigir dicha entidad.
Después de formar su Gabinete, Biden tendrá que lidiar con la crisis social y económica más importante de los últimos años y reconstruir el país bajo siete retos principales.
Controlar la pandemia
A día de hoy, EEUU suma más de 320.000 muertos y más de 18 millones de contagios. Para alcanzar estos números ha sido decisiva la actuación negligente de un presidente que se dedicó a negar la gravedad del virus y a ningunear las medidas de protección.
A inicios de año, cuando el virus apareció predijo que "desaparecería en abril, como un milagro". Cuando la pandemia se asentó en EEUU, Trump fortaleció su postura negacionista y mientras los gobernadores cerraban sus estados, Trump hacía discursos en contra del confinamiento, ponía en duda la utilidad de las mascarillas y contradecía a los expertos.
En ruedas de prensa diarias, el presidente estadounidense daba información falsa sobre el virus y sus tratamientos, apoyaba fármacos desaconsejados por los médicos (como la hidroxicloroquina) y propuso incluso inyectar desinfectante a los ciudadanos como forma de acabar con el virus.
Ni siquiera después de sufrir la enfermedad, que superó tras ser ingresado en el hospital para ser tratado con un cóctel de medicinas y tratamientos experimentales, Trump cambió su discurso.
Ahora Biden tendrá que desandar todo el camino negacionista recorrido por Trump y concienciar a los estadounidenses de la necesidad de adoptar las medidas de precaución y de ponerse la vacuna. Para ello, se ha dado inicio a una campaña de vacunación donde altos cargos han sido inoculados como forma de demostrar la seguridad del fármaco.
Entre ellos, el vicepresidente saliente Mike Pence, el director del Instituto Nacional de Alergología y Enfermedades Infecciosas, Anthony Fauci, y el propio Joe Biden se vacunaron en actos públicos.
Recuperar la economía
La paralización de la actividad económica a la que obligó la pandemia hundió la economía estadounidense: en el segundo trimestre de este año, el Producto Interior Bruto cayó un 9% respecto al trimestre anterior, la tasa de paro rozaba el 15% en abril y se habían perdido cerca de 22 millones de empleos. Se trata del mayor retroceso producido desde la Segunda Guerra Mundial.
Los números fueron mejorando a lo largo del año y en noviembre el paro se situaba en un 6,7%, pero el desafío sigue siendo muy importante.
Biden ya anunció que apostará por la reconstrucción de la clase media, con la propuesta de aumentar el salario mínimo a 15 dólares la hora, desde los actuales 7,25. "La gente gana seis, siete, ocho dólares la hora. Merecen un salario mínimo de 15 dólares. Cualquier cosa por debajo de eso les pone por debajo del nivel de pobreza", señaló el candidato demócrata en uno de los debates electorales.
Además, propone mejorar el seguro de desempleo, una subida del impuesto de sociedades hasta el 28%, y mejorar las condiciones de los préstamos a estudiantes para acceder a la universidad.
Reformar la política exterior
Con Trump se inauguró la era del "America First". Bajo este lema, Trump ha roto viejas alianzas con Canadá y la Unión Europea, ha protagonizado un histórico acercamiento con Corea del Norte y transformado a China en su peor enemigo, con una guerra comercial. Viejos enemigos de antaño de EEUU se transformaron en aliados de Trump: como Rusia y Vladimir Putin, para el que sólo tiene halagos.
Con el republicano al mando, EEUU salió del Acuerdo de París, rompió con organismos como la OMS - decisiones que Biden dijo que revertiría -, desacreditó las relaciones con la Unión Europea y alentó el brexit de Boris Johnson.
Lo más urgente, a ojos de los expertos, es reparar las relaciones con China, que este año han llegado a adquirir tintes de Guerra Fría. Las disputas sobre el comercio, con la subida de aranceles, los enfrentamientos sobre el Mar de China Meridional, Hong Kong, Taiwán y la tecnología han hecho mella. Todo ello agravado por las declaraciones racistas de Trump, que acusa a China de haber infectado al mundo con el coronavirus y denuncia que debe rendir cuentas por ello.
En Oriente Medio, el republicano rompió el acuerdo nuclear de 2015 y lo sustituyó por sanciones más duras que han tenido consecuencias económicas profundas en Irán y dejan a EEUU cada vez más aislado en este tema. Biden ha prometido rescatar el acuerdo si Teherán accede a sus disposiciones y se compromete a seguir negociando, pero no está del todo claro si Irán lo aceptará.
La forma en que Biden gestione el conflicto con Irán influirá también en las relaciones con Arabia Saudí e Israel. El demócrata ya ha adelantado que no revertirá el traslado de la embajada de EEUU de Tel Aviv a Jerusalén, movimiento que enfadó a los palestinos.
La relación de Trump con Corea del Norte se ve con recelo por parte de los analistas. "Durante el mandato de Trump, el programa de armas nucleares de Corea del Norte ha crecido rápidamente, su capacidad de misiles se ha ampliado, y Piongyang ahora puede apuntar a Estados Unidos con un misil balístico intercontinental", ha señalado Evans J.R. Revere, un exfuncionario del Departamento de Estado y experto en Corea del Norte, al diario The New York Times. "Ese es el legado que Trump pronto pasará a Biden, y será una carga enorme".
La agenda internacional de Biden también se cruzará con América Latina, donde tendrá que decidir si sigue con el deshielo de las relaciones con Cuba, que Obama había iniciado y Trump frenó de golpe, y como lidiará con la Venezuela de Maduro.
Cambio Climático
Los estadounidenses estaban ejerciendo su derecho de voto cuando Trump anunció que había hecho efectiva la retirada de EEUU del Acuerdo de París. Biden ha prometido que una de sus primeras decisiones será restaurar la presencia de EEUU en el pacto.
Además, se ha comprometido a luchar contra el cambio climático con una inversión de más de 300.000 millones de euros en investigación.
Política migratoria
Biden se ha comprometido a "revertir inmediatamente las políticas crueles y sin sentido de la Administración Trump que separan a los padres de sus hijos en nuestra frontera" con México. El demócrata ha adelantado también que regularizará a 11 millones de indocumentados. Otra de sus promesas es la de derogar las regulaciones que han dificultado enormemente la búsqueda de asilo en Estados Unidos, un proceso que podría llevar meses.
La elección del cubano americano Alejandro Mayorkas como secretario de Seguriadad Nacional es una señal clara de que Biden pretende llevar a cabo un punto de inflexión en las políticas migratorias de Trump.
Mayorkas fue uno de los creadores del DACA, el programa de acción diferida para los llegados en la infancia, que otorgaba permisos de trabajo y protección contra la deportación de los 'dreamers, los jóvenes que habían entrado de manera ilegal en el país siendo menores de la mano de sus padres.
Más de 700.000 personas se encontraban bajo la protección de DACA que, con Trump, se han visto en la tesitura de tener que abandonar el único hogar que conocían si no lograban una renovación del programa. Trump intentó acabar con el plan en varias ocasiones, pero la Justicia le obligó a mantenerlo.
La elección de Mayorkas se ha visto como una señal de esperanza por parte de los grupos de defensa de los inmigrantes. "Después de cuatro largos y oscuros años en los que los mexicanos fueron descritos como 'violadores' y 'criminales', los niños fueron separados de sus padres, las repetidas agresiones al DACA y un desprecio general por los latinos desde el cargo más alto del país, la nominación de Mayorkas señala un nuevo día para el Departamento de Seguridad Interior y para todo nuestro país", destacó Janet Murguía, presidenta de UnidosUS, una de las mayores organizaciones latinas de EEUU en declaraciones a la BBC.
Las tensiones raciales
Durante el mandato de Trump, EEUU experimentó un nuevo estallido social por las tensiones raciales. Las protestas del movimiento 'Black Lives Matter' contra el racismo y la brutalidad policial tomaron las calles del país tras la muerte de George Floyd (que falleció asfixiado después de que un policía se arrodillara sobre su cuello durante ocho minutos) y el caso Jakob Blake, al que un policía disparó siete veces a quemarropa.
Durante las protestas, Biden se puso del lado de los manifestantes, y aseguró que había llegado "el momento de la justicia racial en el país". Biden criticó "los abusos sistemáticos que siguen plagando la vida de los estadounidenses” y puso énfasis en el dolor de las familias negras que pierden a sus familiares por culpa de la violencia.
En este sentido, Biden se ha comprometido a ampliar la autoridad del Departamento de Justicia de EEUU para lidiar con la mala conducta en las oficinas de la policía y la fiscalía locales, una práctica impulsada por la Administración Obama. Sin embargo, el demócrata ha rechazado retirar fondos de los presupuestos de la policía y reinvertir el dinero en servicios públicos.
En su lugar, Biden ha prometido invertir más dinero en reformas de los cuerpos policiales, incluyendo la diversificación de las fuerzas, la implantación de cámaras corporales y las iniciativas de policía comunitaria.
Unir a la sociedad
Pero quizás el papel más urgente de Biden es el de unir a una sociedad que se encuentra más polarizada que nunca. Rescastar ese "alma" en un momento en que los ciudadanos viven de espaldas unos a otros y curar las heridas que deja Trump al salir. Sus acusaciones de fraude electoral han erosionado la confianza en el sistema democrático de tal forma, que las consecuencias aún son difíciles de prever.
"Seré el presidente de todos los americanos, sin importar los que me votaron y los que no", escribió en Twitter el día en que se confirmó su victoria. "Estaré a la altura de la fe que habéis depositado en mí. Es hora de dejar atrás la ira y la retórica del odio y unirnos como nación", añadió. El plan está claro.