Joe Biden y Lyndon B. Johnson: 54 años después, el Partido Demócrata tritura a su presidente
Su retirada guarda paralelismos con la de Lyndon B. Johnson en 1968, cuando también era el presidente y su partido se lo llevó por delante.
22 julio, 2024 03:33El 31 de marzo de 1968, el presidente estadounidense Lyndon B. Johnson anunciaba su renuncia como candidato a la reelección por el Partido Demócrata. La noticia fue una sorpresa, al menos en parte. Johnson era un candidato muy impopular, atrapado entre los movimientos pacifistas de los años 60 y el conservadurismo que nunca entendió la lucha por los derechos civiles. La guerra de Vietnam se eternizaba entre levas constantes y ataúdes con la bandera de las barras y estrellas. La corriente “Dump Johnson” (“Echad a Johnson”) llevaba meses pidiendo la dimisión del presidente y la popularidad de su candidato, Eugene McCarthy, estaba muy por encima de la del presidente.
Johnson tenía por entonces unos niveles de aceptación por debajo del 40%, los vietnamitas habían contraatacado en la llamada Ofensiva del Tet, y la primera parada de las primarias, en New Hampshire, dio a LBJ una victoria muy ajustada sobre McCarthy, pese a tener a casi todo el establishment demócrata de su parte. Tras ocho años en la Casa Blanca, el partido era un auténtico caos: al oficialismo de Johnson y el pacifismo de McCarthy había que añadir la nostalgia de los Kennedy.
Cuando el hermano del difunto presidente, Robert F. Kennedy, antiguo fiscal del estado, decidió entrar en las primarias atacando a Johnson, este supo que no tenía futuro. Que su sola presencia iba a dinamitar al partido en tantos trozos que, ganara quien ganara en la Convención de Chicago, no iba a poder hacer ni cosquillas al gran populista de la época, Richard Nixon, defensor enfervorecido de la Caza de Brujas de los años 50, vicepresidente de Eisenhower y derrotado in extremis en 1960 tras una sudoración masiva en su debate televisivo contra el carismático Kennedy.
De vicepresidente a vicepresidenta
Los paralelismos, 54 años después, son evidentes. La popularidad de Biden se encuentra ahora mismo por debajo incluso de la de Johnson. Las divergencias en su partido, roto en distintas familias enfrentadas desde la encarnizada lucha por la nominación de 2016 entre Hillary Clinton y Bernie Sanders, son evidentes y la situación internacional tiene un aire de familia: en 1968, Estados Unidos luchaba de forma activa en Vietnam; en 2024, lo hace como principal aliado en Ucrania.
No acaban ahí las semejanzas: de entrada, un Kennedy vuelve a estar en la pomada. Ni más ni menos que el hijo del probable rival de Johnson. Pese a su nula trascendencia fuera de los Estados Unidos, RFK Jr. roza el 10% en la mayoría de los estados donde está contemplando presentarse. Hablamos de un hombre con apellido demócrata y formas republicanas, que se maneja bien en la conspiranoia y que puede rascar votos de un partido y del otro. Básicamente, porque ambos se habían empeñado en presentar a los peores candidatos posibles.
Como últimos paralelismos, podríamos poner el hecho de que la Convención Demócrata se celebre en 2024 también en Chicago, como sucediera en 1968… y que, en su retirada, Biden haya decidido apoyar la candidatura de su vicepresidenta Kamala Harris, igual que, tras la retirada de Lyndon B. Johnson, y a pesar de sus diferencias personales, el vicepresidente Hubert Humphrey lanzó su propia candidatura.
Combustible para Trump
Y ahí es donde acaban las semejanzas y empieza la gran diferencia entre ambos procesos: en 1968, Lyndon B. Johnson era el presidente, sí, pero no el candidato. De hecho, lo más probable era que la candidatura se la hubieran disputado entre McCarthy y Kennedy de no haber pasado todo lo que pasó. En 2024, Biden ya ha sido refrendado por el electorado demócrata con más de 11 millones de votos y más del 95% de los delegados para la Convención. De hecho, los más afines al actual presidente tenían preparada la oficialización exprés de su candidatura para esta misma semana, mediante un proceso telemático.
Esto va a ser un problema para el candidato que salga de la Convención demócrata que se celebrará del 19 al 22 de agosto. El vencedor, sea Harris o cualquier otro candidato que surja en estos días y consiga convencer a suficientes delegados, atacará a Trump apelando a su punto más débil: su poca ética democrática. Ahora, el expresidente tiene una respuesta para esa acusación: quién es nadie en el Partido Demócrata para acusar a los demás cuando ellos han forzado hasta el último momento la voluntad expresa del propio ganador de sus primarias hasta hacerlo renunciar.
Sin duda, será un tema a tratar por asesores y publicistas. El deterioro físico y cognitivo de Biden había sido evidente para todos durante el último año y medio… pero los demócratas prefirieron mirar a otro lado. Sólo el desastroso debate contra Trump encendió todas las alarmas y despertó el miedo a perder también el control del Senado y hundirse definitivamente en la Cámara de Representantes. Es muy difícil explicar tamaña imprevisión al votante medio.
La tragedia de 1968, en el recuerdo
Esperemos, en cualquier caso, que la cosa no acabe igual que en 1968: en una tragedia nacional, con el asesinato de Robert F. Kennedy cuando anunciaba su victoria en las primarias de California… y en un descalabro para el Partido Demócrata, que pagó todos sus extraños movimientos internos con una derrota abultada en el colegio electoral ante Nixon, pese a obtener tan solo un uno por ciento menos de los votos a nivel nacional, cosa muy habitual en la disputa entre republicanos y demócratas a lo largo de la historia reciente.
El candidato final de los demócratas no fue McCarthy, como no lo serán ahora Michelle Obama, Alexandra Ocasio-Cortez, Maura Healey, ni Gavin Newsom, probablemente los demócratas más populares entre su electorado. Lo fue el vicepresidente Humphries gracias al apoyo de los “no comprometidos” y de los que representaban al fallecido RFK, pese a no ganar prácticamente ningún estado en las primarias... Igual que hubo un movimiento anti-Johnson, hubo un movimiento anti-McCarthy que acabó con las posibilidades de ambos y a la postre del propio partido, que no volvió a alcanzar el poder hasta 1976.
La Convención de Chicago fue un caos absoluto, con gravísimos incidentes y enfrentamientos mortales entre la policía y los protestantes antisistema. Hablamos del verano de 1968, un año antes de Woodstock, tiempos de paz y amor… pero también de Ángeles del Infierno, Familias de Charles Manson y demás movimientos violentos e incontrolables. No es de esperar, afortunadamente, nada parecido en 2024, aunque ya haya habido un intento de asesinato de por medio. Tampoco es probable que los demócratas se diluyan como un azucarillo: con un candidato claramente incapacitado, estaban a cuatro puntos de los republicanos en las encuestas. Eso lo dice todo de la capacidad de Donald Trump. La carrera, ahora sí, está abierta.