Biden abdica en Harris como último recurso para evitar el retorno de Trump a la Casa Blanca
- Sucumbe a las presiones y apoya a su vicepresidenta como aspirante a la Presidencia de Estados Unidos.
- La excepcionalidad de la situación deja al país sin conocer la candidatura completa que liderará la oposición a Trump.
“Hoy quiero ofrecer mi apoyo y respaldo para que Kamala sea la candidata de nuestro partido este año. Demócratas: es hora de unirse y vencer a Trump”. Con ese mensaje, Joe Biden calmó este domingo los nervios desatados 30 minutos antes tras anunciar su retirada de la carrera electoral. Su apoyo sitúa a la vicepresidenta en primera línea para combatir a Trump, pero aún debe recibir el respaldo del resto del Partido Demócrata, que inmediatamente abre un proceso de primarias a menos de cuatro meses de los comicios.
Está por ver si otros políticos se atreven a desafiar a Harris en la carrera presidencial. El partido debe ahora improvisar un protocolo para nombrarla líder sin levantar suspicacias y, al mismo tiempo, buscar un compañero dispuesto a completar la improvisada candidatura como aspirante a vicepresidente que, de paso, arañe votos en los estados más disputados.
Una encuesta realizada por la cadena CNN después del caótico debate de Biden situó a Harris en un empate en caso de presentarse contra Trump, y algo por encima del propio Biden. Pero ningún sondeo la coloca en condiciones de garantizar una victoria aplastante, aunque el escenario podría cambiar de oficializarse su candidatura.
Asimismo, según ese estudio, el 50% de las mujeres respaldaban a Harris frente al 44% que aún prefería a Biden. La actual vicepresidenta era favorita también de los votantes independientes -aquellos que no están registrados en ningún partido-, con el 43% favorable a Harris y el 34% a Biden.
En resumen, Harris rinde más en los sondeos que Biden pero no mucho mejor.
De hecho, uno de los motivos que llevó a los demócratas a apostar de nuevo por el actual presidente para la reelección fueron los bajos niveles de aceptación que arrastraba la actual vicepresidenta hace un año. En un estudio de la cadena NBC realizado en junio de 2023, el 49% de los votantes tenían una opinión negativa sobre ella frente a un nivel de aprobación del 32%.
Un apoyo imprevisible
Sin embargo, el transcurso insólito de los acontecimientos ha llevado a situar a esta fiscal californiana de 59 años, con ascendencia jamaicana e hindú, como la potencial primera mujer presidenta en la historia de Estados Unidos, a pesar de que nunca antes había sido vista como la clara sucesora de Biden.
"¿Dónde crees que van a conseguir los votos de la comunidad negra de este año y dentro de cuatro años?”, cuestionaba recientemente el estratega demócrata Basil Smikle en el diario digital Axios al defender la elección de Harris, ya que cuenta con la confianza “del sistema del partido y de los donantes”.
Además del apoyo de la comunidad negra y de las mujeres, la designación de Harris cambiaría las tornas de los comicios. Sus 59 años contrastan con los 81 del retirado Biden y dejan a Trump, con 78 años, como el anciano de la carrera electoral.
La candidatura liderada por Harris también podrá usar los fondos recaudados por Biden, mientras que otro aspirante debería comenzar de cero.
Sin embargo, su elección deberá ser confirmada en la Convención Nacional Demócrata que arrancará el 19 de agosto en Chicago, donde los 4.000 delegados que iban a confirmar a Biden como el candidato del partido deberán improvisar una votación sin precedentes.
Ese escenario se dio en 1972, cuando el senador Thomas Eagleton, que era el candidato a la Vicepresidencia, se vio obligado retirarse tras conocerse que había sido hospitalizado por una enfermedad mental. Entonces, la convención eligió a Sargent Shriver como compañero del candidato George McGovern, quien perdió frente al republicano Richard Nixon.
Para evitar la derrota contra Trump, más fuerte que nunca y hasta seis puntos por delante en las encuestas, será fundamental dar con un aspirante a vicepresidente que redondee la candidatura. Un ticket -como lo llaman los estadounidenses- sin fracturas.
Saphiro, Newsom, Buttigieg…
Entre los favoritos aparece el actual gobernador de California, Gavin Newsom. Este político, que gobierna el estado más poblado del país con mayoría absoluta, parecía la elección directa para 2028 y lleva un tiempo elevando su perfil internacional, pero tiene una gran desventaja: Harris también es de California. Contar con dos aspirantes del estado más liberal del país podría desmovilizar al electorado de otros territorios rurales e industriales.
Ahí es donde destaca el nombre de Josh Shapiro, actual gobernador de Pensilvania con quien Harris participó en un acto de campaña esta misma semana. Su elección sería un acierto demográfico, pues su estado es uno de los conocidos como bisagra: aquellos que pueden decantar la victoria hacia un lado u otro. De hecho, Biden ganó por la mínima allí en 2020.
Elegir a Saphiro también sería un guiño de los demócratas al cinturón industrial de Estados Unidos: los estados del medio oeste, como Ohio, Wisconsin e Illinois, que, sumidos en la decadencia económica, fueron fundamentales para Trump en su victoria de 2016 y le dieron la espalda en 2020.
De hecho, Trump ya movió ficha en este territorio al elegir a J. D. Vance, senador por Ohio, como su compañero de candidatura.
Otros nombre que se barajan son el gobernador de Carolina del Norte, Roy Cooper, popular entre los demócratas moderados, y Andy Beshear, quien gobierna en un estado de tradición conservadora como Kentucky.
También se sitúan en posición destacada el gobernador de Michigan, Gretchen Whitmer, y el actual secretario de Transportes, Pete Buttigieg, quien retó en las primarias de 2020 a Biden y Harris con un programa moderado, de corte liberal en lo económico.
Lo que pocos dudan es que el aspirante a la vicepresidencia será un hombre que probable saldrá del plantel de gobernadores del Partido Demócrata, pero la incógnita está en el nombramiento, si será disputado con un partido dividido o directo sin oposición interna.
Un arreglo a tiempo
El domingo, en torno a las 14.00 horas de Nueva York, Biden admitió lo inevitable. Después de semanas de peticiones constantes, reconoció mediante un comunicado que su partido está dividido y que la falta de apoyos dentro y fuera del mismo hacían muy difícil que su candidatura a la reelección resultara victoriosa el próximo 5 de noviembre.
“Lo mejor para mi partido y para el país es que me retire y me concentre únicamente en cumplir con mis deberes como presidente durante el resto de mi mandato”, justificó brevemente el presidente.
Biden, de 81 años, no hizo mención al motivo real de su retirada: las dudas sobre sus capacidades cognitivas sembradas tras un desastroso debate contra Donald Trump celebrado hace un mes.
Ese cara a cara se organizó de manera excepcional, y a petición suya, casi cinco meses antes de los comicios, el 27 de junio. Nunca se había celebrado uno tan pronto, antes incluso de las convenciones nacionales de los dos grandes partidos de Estados Unidos. Muchos analistas señalaron que la fecha daba un margen de maniobra en caso de catástrofe. Y para los demócratas fue así.
“Amo a ese hombre, es una buena persona pero ha fallado a la hora de transmitir confianza. Hay mucha gente que querrá verlo considerar tomar otro camino diferente”. Apenas unos minutos después de que concluyera el debate, así se expresó en directo desde los estudios de la CNN el demócrata Van Jones, quien fue consejero en Asuntos Medioambientales durante la presidencia de Barack Obama, cuando Biden ejerció de vicepresidente.
Días después el New York Times, diario referencia para los votantes demócratas, pidió en un duro editorial el reemplazo inmediato de Biden. También lo hizo el primer congresista, Lloyd Doggett, representante por Texas. Este fin de semana, casi un mes después del infame debate, casi 40 congresistas -entre representantes y senadores- habían reclamado su retirada.
Aunque el golpe definitivo lo han dado las filtraciones de los últimos días publicadas por la prensa estadounidense. El Washington Post afirmaba a principios de esta semana que Barack Obama había pedido a Biden en privado que se “replanteara” su candidatura dado que las encuestas le daban como perdedor en los estados más disputados.
También la cadena de televisión ABC dio a conocer una visita privada en la que el líder de los demócratas en el Senado, Chuck Schumer, aconsejó a Biden que se apartara. Horas después se habló de una tensa conversación entre Biden y la expresidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, en la que ella pedía conocer los sondeos que manejaba su equipo para seguir con la campaña porque los suyos eran más negativos.
Mientras que ninguno de los pesos pesados pidió públicamente la cabeza de Biden, a diferencia de donantes como George Clooney, el silencio de los mismos y su negativa a desmentir las publicaciones dejaron en evidencia que se trataba de una estrategia coordinada para presionar la dimisión.
Biden, que días antes había asegurado ser el “mejor preparado” para ganar a Trump, se encerró en su residencia de Delaware tras dar positivo por la Covid. Un retiro impuesto que deriva en otra retirada, también prácticamente impuesta.