La liturgia se repite. Y con esta ya van tres veces en apenas cuatro meses. Este jueves, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha vuelto a comparecer ante un tribunal para escuchar la acusación que pesa en su contra. En esta ocasión, lo ha hecho -vestido con un traje azul, una corbata roja y el rostro serio- ante la corte federal de Washington DC. Allí le han leído los cargos que se le imputan por intentar alterar los resultados electorales de 2020 y promover así lo ocurrido el 6 de enero de 2021, cuando una turba violenta asaltó el Capitolio del país.
Se le acusa ni más ni menos que de cuatro delitos graves: conspiración para defraudar a EEUU, conspiración para violar derechos civiles, intento de obstruir un procedimiento oficial (como es la certificación de los votos) y conspirar para obstruir dicho procedimiento. Todos ellos vienen detallados en un texto de 45 páginas con el que el fiscal especial Jack Smith sostiene que el magnate neoyorquino trató de subvertir la democracia estadounidense con sus proclamas sobre que el actual presidente, el demócrata Joe Biden, le robó las elecciones. "Las afirmaciones eran falsas, y el acusado sabía que eran falsas", recoge la primera página del documento.
Durante la audiencia, que se ha celebrado a puerta cerrada y ha durado casi una hora, Trump se ha declarado "no culpable" de todos y cada uno de los cargos, por los que le podría caer una pena máxima total de 35 años de cárcel. Así, el expresidente ha empleado la misma estrategia -la de aferrarse a la inocencia- que en las dos imputaciones anteriores. Una por el pago irregular a la actriz de cine porno Stormy Daniels para comprar su silencio y otra por el mal manejo de los documentos clasificados que se llevó a su mansión de Mar-a-Lago tras abandonar la Casa Blanca y que se negó a devolver en repetidas ocasiones.
"Esto es una persecución política a un oponente político. Es una persecución contra la persona que lidera en números muy sustanciales en las primarias republicanas y supera a Biden por mucho", ha denunciado Trump en unas breves declaraciones a la prensa a su salida del tribunal, cuando ya se encontraba en el aeropuerto. "Hoy es un día muy triste para América", ha lamentado.
Previamente, la jueza Mozilla Upadhyaya ha fijado el calendario para las mociones anteriores al juicio (que sirven para ratificar o excluir evidencias, cambiar el lugar del juicio o desestimar el caso) y la fase de intercambio entre las partes de la información sobre las pruebas y los testigos. La primera de las audiencias será el próximo 28 de agosto. Lo que la magistrada no ha concretado es cuándo se celebrará el juicio, que podría ser de aquí a varios meses. Sin embargo, el fiscal encargado del caso ya ha advertido que quiere que sea un "procedimiento rápido".
En cualquier caso, lo más probable es que éste, así como el resto de citas judiciales que tiene pendientes, coincida con la campaña de Trump para las primarias republicanas de cara a las elecciones presidenciales de 2024. Una carrera que, de momento, encabeza con sobrada distancia: todas las encuestas le sitúan como el candidato conservador favorito e incluso le auguran un empate con Biden.
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Circo trumpista ante la corte
Trump, que ha llegado a la corte una hora antes de lo esperado, ha sido recibido por un grupo de seguidores con pancartas, máscaras, y una convicción: que el republicano ganó realmente las elecciones de hace tres años y que está siendo víctima de "una caza de brujas". Ese es el discurso que el exmandatario lleva tiempo alimentando y que no ha dudado en rescatar minutos antes de entrar en los juzgados, que se encuentran muy cerca del Capitolio.
"Ahora voy a Washington DC para ser arrestado por haber desafiado una elección corrupta, manifestada y robada. Es un gran honor porque estoy siendo arrestado por vosotros", ha escrito en su plataforma web, Truth Social, antes de subir a su avión, el Trump Force One, con el que ha viajado desde su club de golf en Bedminster (Nueva Jersey) hasta el aeropuerto Ronald Reagan en la capital estadounidense.
Desde este jueves, Trump ya no es sólo el primer mandatario, en el cargo o retirado, en ser imputado en la historia del país. Es también el primer candidato presidencial que pone a prueba la democracia estadounidense: legalmente, su imputación por conspirar para intentar aferrarse al poder no le impide ni presentarse a los comicios presidenciales ni gobernar EEUU si las urnas así lo deciden.