Si el 6 de enero de 2021 pasó a la historia como una de las páginas más negras de la historia reciente de EEUU, otro tanto ha ocurrido este 8 de enero de 2023 pero en Brasil. Entonces, los seguidores de Donald Trump asaltaron el Capitolio porque no reconocían la victoria de Joe Biden en las urnas. Ahora han sido los seguidores más radicales de Jair Bolsonaro los que han tomado al asalto las instituciones que sustentan la democracia de su país: el palacio Presidencial (sede del Ejecutivo), el Congreso (poder Legislativo) y el Tribunal Supremo (que representa el poder Judicial), porque no reconocen la victoria electoral de Luiz Inácio Lula da Silva.
Han transcurrido más de seis horas hasta que el expresidente brasileño, que se encuentra de viaje en EEUU, ha hecho su primera manifestación pública. Y ha elegido la red social Twitter para desmarcarse de los acontacimientos. Lo ha hecho a través de un hilo compuesto por tres mensajes en los que decía lo siguiente: "Las manifestaciones pacíficas, acordes con la ley, forman parte de la democracia. Sin embargo, asaltar e invadir edificios públicos como lo que ha ocurrido hoy, así como las practicadas por la izquierda en 2013 y 2017, están fuera de las normas".
A continuación, aseguraba que "a lo largo de mi mandato siempre me he mantenido dentro de las cuatro líneas de la Constitución, respetando y defendiendo las leyes, la democracia, la transparencia y nuestra sagrada libertad".
Y concluía desmarcándose por completo de los acontecimientos y lanzando un ataque a su sucesor, el recién elegido Lula da Silva: "Además, repudio las acusaciones, sin pruebas, que me atribuyó el actual jefe del ejecutivo de Brasil".
Si uno lee detenidamente los mensajes es evidente que Bolsonaro, que se encuentra en estos momentos en Estados Unidos, no condena de forma explícita los graves sucesos de este domingo en Brasil. Defiende formas pacíficas de protesta, pero no condena el asalto a las instituciones.
Hace referencia a determinadas prácticas utilizadas por la izquierda entre 2013 y 2017 y concluye atacando a Lula por sugerir que es él quien puede haber alentado los disturbios de este domingo en Brasilia. Unos ataques a las instituciones democráticas que no tienen precedentes en la historia de Brasil.
Este domingo, miles de radicales declarados abiertamente 'bolsonaristas', que llevan semanas pidiendo a las puertas de los cuarteles una intervención de las Fuerzas Armadas para derrocar a Lula y devolver al poder a Bolsonaro; invadieron y destrozaron las sedes del Congreso, la Presidencia y el Tribunal Supremo.
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Los manifestantes golpistas provocaron graves daños en el interior de los edificios y sólo fueron dispersados por las fuerzas de seguridad cuatro horas y media después. Además, "casi 300" de ellos han sido detenidos hasta el momento, según el ministro de Justicia, Flávio Dino.
Por su parte, Lula ha prometido identificar y castigar a los "vándalos fascistas" que "destrozaron todo lo que encontraban a su paso" en Brasilia. Y ha decretado la intervención federal del área de seguridad de la capital brasileña hasta el próximo 31 de enero. La medida supone que las fuerzas policiales de Brasilia estarán ahora bajo el control directo del Gobierno central.
Bolsonaro, quien sigue sin reconocer abiertamente su derrota en las elecciones del pasado 30 de octubre, viajó a EEUU dos días antes de la investidura de Lula y no tiene fecha oficial para regresar a Brasil. Son varios los medios que subrayan que para este viaje al extranjero el expresidente conservador sólo cuenta con billete de ida.
Desde la celebración de los comicios hasta su partida a Orlando, el ahora exgobernante se encerró en la residencia oficial y minimizó sus actos públicos, mientras sus seguidores más radicales bloqueaban varias de las principales carreteras del país o promovían graves disturbios en Brasilia en vísperas de la toma de posesión de Lula.
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Los actos de este domingo demuestran que la sociedad brasileña está completamente fracturada. Desde el triunfo de Lula en la segunda vuelta electoral el pasado 30 de octubre, con el 50,9% de los votos válidos frente al 49,1% de Bolsonaro, los simpatizantes de éste se han mostrado siempre contrarios a reconocer la derrota.
HRW culpa a Bolsonaro
Human Rights Watch (HRW) culpa a la "campaña" de descrédito de Bolsonaro contra la democracia por haber contribuido a alentar los actos golpistas de sus seguidores de este domingo.
"Este ataque es el resultado de una campaña del expresidente Jair Bolsonaro y sus aliados para socavar los principios democráticos y difundir alegaciones infundadas de fraude electoral", dijo en un comunicado la directora interina para las Américas de HRW, Tamara Taraciuk Broner.
Para HRW, los "actos de violencia y vandalismo" ocurridos en Brasilia, en los que miles de simpatizantes de Bolsonaro invadieron y causaron cuantiosos daños en el Congreso, la Presidencia y el Tribunal Supremo, "constituyen un ataque inaceptable contra las instituciones".
"Las autoridades locales no tomaron las medidas adecuadas para proteger edificios federales clave, particularmente considerando que partidarios de Bolsonaro llevaron a cabo incidentes violentos anteriores", como los del pasado 12 de diciembre, apuntó HRW.
Para la entidad, "La Policía y la Fiscalía deben investigar no sólo a quienes cometieron actos de violencia el 8 de enero, sino también a quienes los incitaron y financiaron".
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Amnistía Internacional Brasil, por su parte, emitió un comunicado en el que "exige investigaciones rápidas, imparciales y efectivas que sean conducidas por las instituciones competentes para que los actos sean investigados".
Tensión latente
La tensión política ha ido en aumento en Brasil desde que el pasado 30 de octubre Lula se impusiera a Bolsonaro en las elecciones presidenciales por la mínima. Un resultado electoral que el exmandatario ultraderechista nunca ha aceptado.
Bolsonaro aguardó hasta la tarde noche del martes 1 de noviembre para dirigirse a la nación tras 'asimilar' su derrota. Una comparecencia en la que evitó aludir textualmente a la victoria de Lula, apuntillando que "seguirá siendo fiel a la Constitución". Fue una comparecencia breve, en la que no felicitó a su rival por la victoria.
Tras su declaración, el entonces ministro de la Presidencia, Ciro Nogueira, que era responsable del Gobierno para el proceso de traspaso de poderes, sí se refirió a Lula como "presidente electo". Pero esas palabras nunca fueron pronunciadas por Bolsonaro.