Lula da Silva y Jair Bolsonaro tienen una cita ineludible el 30 de octubre. Es la fecha decisiva, que determinará quien gana y quien pierde, quien logra la presidencia de Brasil durante los próximos cuatro años después de que el resultado de la primera vuelta diera al petista un 48,43% de los votos y al líder de la ultraderecha un 43,2%.
Lula parte como favorito. Ha ganado la primera vuelta y sigue siendo el favorito de las encuestas, con fidelizar el electorado que le ha votado tendría suficiente. Pero una segunda vuelta es una vuelta a empezar y estas cuatro semanas son las que de verdad importan. Los candidatos tienen ahora que hacer un esfuerzo por entender qué les ha llevado hasta aquí y que está en juego para decantar la decisión del electorado.
Las encuestas
Los estudios de opinión fallaron de forma rotunda. No sólo en la posibilidad de que Lula consiguiera resolver la contienda en la primera vuelta, sino en la forma como subestimaron a Bolsonaro, al que ninguna le daba más de un 36%. Al final, terminó con un 44%, destapando una bolsa de electores más allá de sus 30% de fieles, que nadie supo detectar.
Con esto, el presidente gana un nuevo aliento para la lucha que está por venir, anclada en el voto de un millón y medio de brasileños que le han votado y no lo habían hecho en la primera vuelta de las elecciones de 2018. Varios factores pueden estar detrás de los errores en los sondeos, pero el voto avergonzado en Bolsonaro no es de excluir: en un ambiente tan polarizado como vive Brasil, en que el voto se decide más por el descarte que por la afinidad, puede que parte del electorado del ultraderechista no haya querido revelar el sentido de su voto.
Además, varios analistas han alertado de que los datos de la población con los que trabajan los institutos de estudios de opinión se refieren aún a los censos de 2010, lo cual puede haber contribuido para que las muestras utilizadas no hayan sido las correctas.
São Paulo
Aquí parecen haberse escondido los bolsonaristas que los sondeos no detectaron. En el mayor colegio electoral del país, el candidato a gobernador bolsonarista, Tarcísio Gomes de Freitas, obtuvo un 42%, siete puntos más de lo que previeron los estudios demoscópicos.
Sin embargo, la decisión en São Paulo también se aplaza a segunda vuelta, que deberá disputar frente al progresista Fernando Haddad, delfín de Lula, candidato a las presidenciales de 2018 y que, de favorito en los sondeos, pasó a quedarse con tan solo 35% de los votos.
El resultado en São Paulo fue clave para que la diferencia de entre s 12 y 15 puntos que Lula mantenía en los sondeos se redujera a menos de la mitad y aquí deberá Lula redoblar sus esfuerzos si quiere afianzar su victoria.
El presidente, en la cuerda floja
Si bien es cierto que el presidente ha conseguido más votos ahora que en la primera vuelta de 2018, también es cierto que es la primera vez que un mandatario en el cargo está al borde de no lograr la reelección. Los números de ayer son los más ajustados de la democracia brasileña. Cinco puntos, un poco más de seis millones de votos es lo que separa a los dos candidatos.
Y aunque Lula no ha logrado la ansiada victoria en el primer turno, Bolsonaro sigue en apuros para el segundo, cuando lo normal en Brasil es la revalidación del mandato. Esto deja patente el cansancio y la decepción de la sociedad brasileña ante el mandato de Bolsonaro: ha conseguido aumentar su base de apoyo pero no ha logrado disminuir su tasa de rechazo, que sigue siendo de un altísimo 52% y representa el número de brasileños que jamás le votaría.
Electores huérfanos
Se sabía que, pese a los 11 candidatos que se presentaban a las elecciones, sólo dos se estaban enfrentando realmente. Más allá de Lula o Bolsonaro, ninguno de los otros 9 candidatos tenía posibilidades reales de llegar a la presidencia. Por eso, en las últimas semanas, la estrategia del Partido de los Trabajadores se centró en pedir el voto útil a los brasileños "para derrocar la extrema derecha".
Los llamamientos al voto útil llegaron de los más variados cuadrantes políticos, como el expresidente Fernando Henrique Cardoso, que ha defendido "un voto prodemocracia".
"Pido a los electores que voten en quien está comprometido con la lucha contra la pobreza y la desigualdad, quien defiende los derechos iguales para todos, independientemente de su raza, género y orientación sexual, quien se enorgullece de la diversidad cultural y la nación brasileña, valora la educación y la ciencia y está empeñado en preservar nuestro patrimonio ambiental, el fortalecimiento de las instituciones que aseguran nuestras libertades y el restablecimiento del papel histórico de Brasil en el contexto internacional", ha dicho el expresidente en un comunicado que fue interpretado como una petición al voto por Lula.
Aún así, muchos electores decidieron votar en los candidatos residuales haciendo que su decisión en la segunda vuelta pueda decantar la victoria.
Aquí asumen principal importancia dos de los candidatos: Simone Tebet (candidata de centro derecha) y Ciro Gomes (candidato veterano de la izquierda). La candidata del Movimiento Democrático Brasileño aseguró el tercer puesto en las urnas y, al final de la noche, ha insistido en que no se pondría de perfil y que tomaría una posición hacia uno de los candidatos, al mismo tiempo que pidió a los demás contrincantes que hiciesen lo mismo.
"No esperen de mí –que tengo una trayectoria de vida de lucha por el país, en este país que tanto nos necesita– omisión. Espero que tomen pronto una decisión, porque la mía ya está tomada. He elegido un lado y hablaré en el momento adecuado. Solo espero que entiendan que este no es un momento cualquiera en Brasil", ha dicho la candidata de centro, en unas declaraciones que muchos analistas interpretaron como una forma de apoyo a Lula.
Ciro Gomes, por su parte, ha pedido tiempo para pronunciarse. "Jamás he visto una situación tan compleja, tan desafiante, tan amenazante sobre la suerte de nuestra nación", ha dicho. "Os pido unas horas para hablar con mis amigos, con mi partido, para que podamos encontrar el mejor camino, el mejor equilibrio para servir la nación brasileña", añadió.
Vuelta a empezar
Los dos candidatos tienen que entender que lo que han hecho hasta ahora cuenta poco para lo que viene: la campaña vuelve a empezar ahora, casi todo es reversible y para ganar hay que direccionar los mensajes a los electores que aún no están convencidos o que tiene apertura para cambiar su sentido de voto. Las encuestas estimaban que existían, en la primera vuelta, un 19% de indecisos y es a este segmento de la población a la que los candidatos deben dirigirse.
Porque en unas elecciones con el nivel de polarización al que hemos asistido desde el inicio de la campaña, es poco probable que alguno de los candidatos pueda robar votos al otro. Es un segmento afianzado y que no es susceptible de cambiar de opinión.