Todo aplazado para la segunda vuelta. Pese a que las últimas encuestas de esta semana avanzaban la posibilidad de que Lula da Silva pudiese ganar las elecciones ya en la primera vuelta, la noche electoral ha confirmado que sacar del poder al ultraderechista Jair Bolsonaro no será tan sencillo y que el bolsonarismo aún vive enraizado en el país. Lula ganó las elecciones, sí, pero el margen es mucho más pequeño de lo que las encuestas hacían suponer: tan sólo 5 puntos, cuando los sondeos llegaron a ponerle 14 puntos por encima.
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Más: Bolsonaro ha conseguido siete puntos más de los 36% que le otorgaban los estudios de opinión y ve consolidada su posición en la sociedad. A sus 30% de fieles, consigue sumar otros, que le ayudan a mantener viva la esperanza para un segundo turno, y refuerza su poder en el Congreso, donde consigue la bancada más numerosa, con 99 escaños de los 513 asientos de la Cámara baja. También refuerza su poder en el Senado, donde consigue 14 de 81 asientos.
Los resultados, victoria de Lula por 48,43% frente a los 43,2% de Bolsonaro, hacen prever una segunda vuelta reñida. Mucho más de lo que los números de las encuestas hacían suponer. Así que el duelo se aplaza unas semanas más, hasta el 30 de octubre, fecha en la que los brasileños volverán a acudir a las urnas, para, esta vez sí, decidir de forma inaplazable quién se sienta en el Palacio del Planalto los próximos 4 años.
"Vamos a ganar las elecciones. Esto es sólo una prórroga", dijo Lula en su discurso en un hotel de São Paulo, recordando que nunca ganó unas elecciones en primera vuelta. "Para valorar lo de hoy hay que recordar lo que estaba ocurriendo hace 4 años, era visto como si fuese un ser humano al que habían echado fuera de la política", señaló Lula, en referencia a su ingreso en prisión por el caso de corrupción Lava Jato, condena que fue después anulada por el Tribunal Supremo. "Como mi cumpleaños es el 27 de octubre, tal vez lo reciba de regalo, como en 2002", insistió.
Tras los resultados, Jair Bolsonaro reconoció que hay una "voluntad de cambio" en el país, pero aseguró que en la segunda vuelta demostrará que "no puede ser para peor". "Entiendo que hay una voluntad de cambio, pero ciertos cambios pueden ser para peor. Un cambio por la izquierda siempre es peor", sentenció.
Sin embargo, pese a sus declaraciones de los últimos meses, levantando sospechas sobre la idoneidad del sistema electoral, y llenas de ambigüedades sobre si aceptaría o no el resultado de las urnas en caso de derrota -ayer mismo decía que lo aceptaría "si se trata de elecciones limpias"- esta noche, el líder ultraderechista no ha puesto en entredicho los resultados.
Esta vez, Bolsonaro cargó contra los sondeos, "los grandes derrotados de la noche". "Se equivocaron en todas las previsiones. Hemos ganado a las mentiras y ahora vamos a ganar las elecciones", ha escrito en su cuenta de Twitter.
Acuerdos y negociaciones
Para asegurar la segunda vuelta, a Lula le toca negociar y lograr más apoyos, algo que, según han adelantado los medios brasileños, ya ha empezado a hacer. Los votos de los brasileños que no se han decantado ni por Lula ni por Bolsonaro en estas elecciones serán decisivos en una segunda vuelta.
Aquí asumen principal importancia dos de los candidatos: Simone Tebet (candidata de centro derecha) y Ciro Gomes (candidato veterano de la izquierda). La candidata del Movimiento Democrático Brasileño aseguró el tercer puesto en las urnas y, al final de la noche, ha insistido en que no se pondría de perfil y que tomaría una posición hacia uno de los candidatos, al mismo tiempo que pidió a los demás contrincantes que hiciesen lo mismo.
"No esperen de mí –que tengo una trayectoria de vida de lucha por el país, en este país que tanto nos necesita– omisión. Espero que tomen pronto una decisión, porque la mía ya está tomada. He elegido un lado y hablaré en el momento adecuado. Solo espero que entiendan que este no es un momento cualquiera en Brasil", ha dicho la candidata de centro, en unas declaraciones que muchos analistas interpretaron como una forma de apoyo a Lula.
Ciro Gomes, por su parte, ha pedido tiempo para pronunciarse. "Jamás he visto una situación tan compleja, tan desafiante, tan amenazante sobre la suerte de nuestra nación", ha dicho. "Os pido unas horas para hablar con mis amigos, con mi partido, para que podamos encontrar el mejor camino, el mejor equilibrio para servir la nación brasileña", añadió.
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Pese a la mayor coincidencia ideológica, no está claro que Ciro se pronuncie claramente a favor de Lula. En 2018 fue muy criticado por prestar su apoyo a Fernando Haddad, el candidato del PT entonces, "de forma crítica" y haber asistido al segundo turno desde París.
Durante esta campaña, Gomes adoptó una posición "antiLula", basada en un cálculo político de que cualquier posibilidad de entrar en la segunda vuelta -algo que a todas luces era imposible, teniendo en cuenta las previsiones de las encuestas- pasaba por robar votantes a Lula. Sin embargo, esto no sólo le ha costado electores, sino que ha provocado mucha incomodidad dentro del propio partido.
Semanas de campaña
Lula se ha presentado a estas elecciones con una candidatura de 10 partidos, de un espectro político amplio que va de la izquierda radical al centro derecha. De hecho, para compañero de papeleta y su vicepresidente ha elegido a Geraldo Alckmin, político del centro derecha tradicional y figura con la que quería conquistar al votante más moderado.
Al expresidente de Brasil, sin embargo, se le ha afeado una campaña hecha a base de nostalgia y con pocas propuestas concretas. Lula se dedicó a resaltar los logros de sus dos anteriores mandatos, las mejoras a las clases trabajadoras y los 30 millones de personas que ha conseguido sacar de la pobreza. Ha prometido volver a colocar al pueblo en el centro de la política y trabajar para que todos los brasileños "puedan hacer tres comidas al día". Pero muchos han echado en falta medidas concretas para rescatar a un país que vive una situación económica precaria, en la resaca de la crisis del Covid-19, y que aún no ha terminado de llorar a sus muertos.
En el lado contrario, Bolsonaro agita el miedo al comunismo -ignorando que el PT que se presenta a estas elecciones incluye a un vasto espectro ideológico, empezando por la figura de Alckmin,- y el pasado de "corrupción" del "expresidiario Lula", ignorando también que el Supremo anuló todos los procesos y condenas contra el candidato de izquierda.
Bolsonaro centra la disputa en una "lucha del bien contra el mal", en la que él representa a Dios. "Esta disputa decidirá nuestra identidad, nuestros valores y la forma como seremos vistos por el mundo y por el propio Dios", ha vuelto a remarcar tras el anuncio de los resultados.
En un ambiente de polarización extrema, alimentado por las sospechas infundadas de fraude electoral, el miedo a un posible golpe de Estado si Bolsonaro sale derrotado y a la violencia en las calles en un país en el que más de 670.000 personas poseen un arma de forma legal, las semanas que quedan de campaña amenazan con elevar aún más la tensión.