La purga de Trump: así ha acabado con 8 de los 10 republicanos que votaron por su 'impeachment'
Los votantes del Partido Republicano se están decantando por los candidatos que siguen la misma narrativa que el expresidente.
13 agosto, 2022 02:59La pesadilla del doble impeachment de Donald J. Trump a lo largo del último año de su presidencia empezó con las andanzas en Ucrania del díscolo hijo del actual presidente de los Estados Unidos, Hunter Biden. Sus contratos dudosos, sus amistades peligrosas. Trump estaba muy interesado en todo lo que tuviera que ver con Hunter Biden porque ya imaginaba que tendría que enfrentarse con su padre en las presidenciales de noviembre. En consecuencia, su primera conversación con el joven y recién elegido presidente ucraniano, Volodomir Zelenski, giró en torno a ese tema: le dejó muy claro que ya podía ir buscando información al respecto… o congelaría las ayudas prometidas para defensa militar.
Poca gente tiene el privilegio de enfrentarse a los dos grandes matones de su generación, pero Zelenski es uno de ellos. A los pocos meses, su conversación con Trump se acabó filtrando al dominio público; primero, en una versión editada y parcial; luego, en una transcripción más completa y con la amenaza implícita incluida. El Partido Demócrata puso el grito en el cielo y, aunque Nancy Pelosi no era partidaria de gastar la bala del impeachment en algo tan poco claro, la Cámara de Representantes inició los trámites para la destitución del presidente por "abuso de poder" y "obstrucción al Congreso".
El problema era que la acusación estaba cogida con alfileres. Los republicanos cerraron filas en el Senado, donde tenían mayoría, y la cosa quedó en nada. Solo un aviso. Irónicamente, la gran batalla con el legislativo acabaría celebrándose a posteriori, es decir, cuando Trump ya había perdido las elecciones y "sus chicos" habían intentado tomar por la fuerza el Capitolio para impedir el recuento de votos electorales y el consiguiente nombramiento de Joe Biden como presidente de los Estados Unidos. Algo insólito en la historia moderna del país.
Diez congresistas y siete senadores
Todo lo que pasó el 6 de enero de 2021 quedará para siempre en el recuerdo de varias generaciones. Aún hoy cuesta pensar que el hombre que instigó directa e indirectamente a llevar a cabo un golpe de estado no pudiera ser amonestado siquiera por el mismo poder legislativo al que intentó frenar mediante la violencia. Sin embargo, así fue. Aunque en los días posteriores al suceso, sí se pudieron escuchar voces graves dentro del entorno del Partido Republicano denunciando lo sucedido, pronto hubo una inquietante marcha atrás.
El votante medio republicano seguía apoyando a Trump. No solo lo apoyaba, sino que lo hacía con más rabia y más énfasis que un par de meses atrás. Cuando el 25 de enero, poco después de la investidura oficial de Biden, la Cámara de Representantes volvió a votar si abría un proceso de destitución por "alta traición", solo diez republicanos se sumaron a la marea demócrata. Suficientes para aprobar la medida y pasarla al Senado para la decisión definitiva.
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Ni Trump ni sus seguidores olvidarían nunca el nombre de esos diez republicanos que, en vez de cerrar filas con el hombre que puso en riesgo su seguridad, se atrevieron a arriesgar sus carreras en el partido para señalarle públicamente: Liz Cheney (representante por Wyoming), Jaime Herrera Beutler y Dan Newhouse (Washington), Peter Meijer y Fred Upton (Michigan), Tom Rice (Carolina del Sur), David Valadao (California), Anthony Gonzalez (Ohio), Adam Kinzinger (Illinois) y John Katko (Nueva York).
En el Senado, los demócratas necesitaban que dos tercios votaran a favor de la destitución… pero los republicanos seguían ocupando la mitad de la cámara y solo el voto de calidad de la vicepresidenta Kamala Harris les daba una ligera ventaja. Contando con los 50 votos favorables del partido en el gobierno, hacían falta 16 republicanos que apoyaran la moción. Solo encontraron siete: Richard Burr (senador por Carolina del Norte), Bill Cassidy (Louisiana), Susan Collins (Maine), Lisa Murkowski (Alaska), Ben Sasse (Nebraska), Pat Toomey (Pensilvania) y el excandidato a la presidencia Mitt Romney (Utah).
Los dos supervivientes
Trump juró venganza, aunque poco podía hacer contra los senadores: solo Murkowski se presenta a la reelección en 2022. Por supuesto, Trump ha enviado a su candidata para arruinarle las primarias (Kelly Tshibaka) y quién sabe si lo conseguirá. Las últimas encuestas hablan de una ventaja para Murkowski por tres puntos, aunque se supone que su experiencia (sería su cuarto mandato como senadora), su alta popularidad en el estado (por encima del 45% de aprobación) y sus posturas en contra de la reciente abolición federal del aborto en Estados Unidos le pueden dar un necesario empujón final antes de que las urnas se abran el próximo martes 16 de agosto.
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Los esfuerzos del expresidente se han centrado, por lo tanto, en los diez congresistas que le consideraron culpable de alta traición. Probablemente, todos supieran que ese era el futuro que les esperaba. Incluso la tremendamente popular Murkowski ha sido expulsada del Partido Republicano de Alaska solo por oponerse a Trump, así que imaginen cómo están las cosas en el resto del país. De hecho, de esos diez congresistas, solo dos se han asegurado su nominación para las elecciones de noviembre: Newhouse y Valadao, aunque sirviéndose de los peculiares sistemas de primarias establecidos en Washington y California.
En ambos estados, las primarias no son por partidos, sino que son estatales: los dos más votados, independientemente de su filiación política, pasan a disputarse el escaño de senador. En ambos casos, Newhouse y Valadao acabaron segundos, tras sus correspondientes rivales demócratas. Newhouse tuvo que derrotar a Loren Culp, apoyada por Trump y firme defensora de la teoría de la conspiración en torno a las elecciones presidenciales de 2020. Valadao, ni eso. Es cierto que Chris Mathys representaba las posiciones trumpistas (perdió por solo 700 votos), pero no tuvo en ningún momento el apoyo explícito del expresidente.
Los que ya han perdido
Al resto, no le ha ido tan bien. Peter Meijer y Tom Rice ya han perdido sus primarias ante candidatos trumpistas. El primero lo hizo ante John Gibbs, quien manifestó públicamente que los resultados de noviembre de 2020 eran "matemáticamente imposibles". Recordemos que Michigan fue uno de los estados más disputados y donde se dio uno de los vuelcos más importantes en el último momento. En cuanto a Rice, de quien Trump dijo públicamente que era un radical izquierdista controlado por Nancy Pelosi, su verdugo fue Russel Fry. Y ni siquiera estuvo cerca la cosa: perdió por veinticinco puntos de diferencia.
En situación similar están Jaime Herrera Beutler y Liz Cheney. Las elecciones en la circunscripción de Washington por la que se presenta Herrera se celebraron el pasado martes y solo 61 votos la separaban este viernes en el recuento respecto a Joe Kent, apoyado también por Trump. Aunque quedan votos por escrutar, la congresista ya ha reconocido su derrota, como probablemente tenga que hacer el próximo martes Cheney, también expulsada del Partido Republicano, presidenta de la comisión parlamentaria que investiga los sucesos del 6 de enero… y cuyo padre, Dick, exvicepresidente de los Estados Unidos durante ocho años, salió recientemente en su apoyo.
Liz Cheney ya ha reconocido su derrota aunque quedan votos por contar
Liz Cheney se enfrenta ahora mismo a una desventaja en las encuestas que se cifra en torno a los 30 puntos. Una muestra de dónde se ubica ahora mismo el votante del Partido Republicano. Su rival, Harriet Hageman, también cuenta con el apoyo directo de Trump, que ha viajado a Wyoming en numerosas ocasiones para asegurarse de que su gran rival muerde el polvo.
En cuanto a Katko, Kinzinger, Gonzalez y Upton se han limitado a renunciar a la reelección. En algunos casos, la decisión ya estaba tomada de antemano, en otras ha primado la voluntad de no pasar por este calvario. Solo Kinzinger ha asegurado que le gustaría seguir en política, aunque aún no ha especificado cómo.
La venganza de Trump ha sido contundente y casi completa: ocho de diez congresistas rebeldes ya no estarán en el Congreso a partir de 2022. Como mucho una senadora de los siete que levantaron la voz en su contra seguirá en la cámara. Ya puede decir el Fiscal General lo que quiera, ya puede la policía entrar en Mar-A-Lago tantas veces como considere oportuno que el mensaje de la campaña de 2016, cuando Trump dijo aquello de "podría disparar a alguien en medio de la Quinta Avenida y no perdería un solo votante" es más real que nunca. Más real y más peligroso. Cuando la valentía se paga tan cara, ser cobarde acaba resultando una tentación demasiado fuerte.