Mundo RUSIA

Putin evita la orden de detención en Mongolia mientras ejecuta una nueva masacre en Ucrania

Ulán Bator prefirió preservar sus intereses económicos con Rusia. Mientras, más de 50 personas murieron en el ataque ruso a un hospital y una academia en Poltava.

4 septiembre, 2024 02:28

Vladimir Putin viajó este martes a Ulán-Bator para reunirse con su homólogo mongol, Ukhnaa Khurelsukh, en la conmemoración de la victoria de la URSS y Mongolia sobre el ejército japonés hace exactamente 75 años. De esta manera, Mongolia ha decidido situarse al margen de la legalidad internacional, muy probablemente a instancias del propio Kremlin, que demuestra así la impunidad de su presidente ante todo el mundo.

Desde el 18 de marzo de 2023, Putin es un prófugo a ojos de la Corte Penal Internacional por su participación en los secuestros de menores en Ucrania y su posterior traslado a Rusia. Mongolia, como firmante del Estatuto de Roma que avala las actuaciones de la CPI, debería haber detenido inmediatamente al presidente ruso nada más pisar su territorio, pero esa posibilidad ya había quedado descartada tiempo atrás. Cuando se cursó la invitación y se confirmó el viaje, Dimitri Peskov, el portavoz del Kremlin, afirmó que tenían todas las garantías de que nada le pasaría a Putin. No se equivocaban.

Más allá de los lazos de amistad que puedan unir a los dos estados, el acto no puede entenderse más que como una provocación. No es ya el hecho de la no detención, sino el regodeo en invitar al prófugo y halagarle como un héroe nacional. Es un mensaje claro a Occidente: nuestras relaciones económicas con Rusia valen más que nuestro respeto a las instituciones internacionales. Putin ya visitó con anterioridad Corea del Norte, China o la India, pero ninguno de esos tres estados reconoce la autoridad de la CPI sobre su territorio. Tampoco lo hacen la propia Rusia ni Estados Unidos, entre muchos otros.

Hay algo especialmente irónico en esta burla a la justicia y es el hecho de que se utilice como excusa para su escenificación una victoria soviética… omitiendo que Ucrania fue parte de esa Unión Soviética tanto como Rusia. El ministro de asuntos exteriores ucraniano, Dmitro Kuleba, hizo pública su indignación y conminó a las autoridades mongoles a cumplir con su obligación jurídica. Mongolia tiene que elegir qué lugar quiere ocupar en el orden mundial: el país proliberal que recibió recientemente a Blinken o a Macron… o el que lo fía todo a su amistad con Moscú. Los términos medios se suelen pagar en geopolítica.

La vulnerabilidad de Ucrania

La noticia coincidió, además, con una nueva masacre en territorio ucraniano. El ataque a la ciudad de Poltava, a pocos kilómetros del frente de Kupiansk, se saldó con al menos 49 fallecidos y más de 200 heridos, cifras que probablemente vayan creciendo conforme pasen las horas. Además, durante la madrugada de este miércoles un ataque ruso con drones en Leópolis, Ucrania, ha matado al menos a siete personas y ha herido a otras 19. 

Los objetivos eran un hospital y una academia militar, donde podría haber en ese momento una reunión de soldados ucranianos. Aunque desde Moscú se justifica la acción como un ataque militar, lo cierto es que hay estructuras civiles dañadas, así como ciudadanos indefensos que han resultado heridos. En cuanto a los militares, no hay que olvidar que se preparaban precisamente ante la agresión rusa.

Sea como fuere, el ataque expone de nuevo el principal problema de Ucrania durante el último año: la escasez de sistemas de defensas antiaéreas fiables. Rusia lleva meses bombardeando Járkov de forma impune y solo recientemente consiguió Zelenski arrancar de Biden el permiso para hacer lo propio más allá de la frontera rusa. El problema es que Ucrania tiene la autorización para utilizar las armas estadounidenses solo contra objetivos muy concretos y la Casa Blanca se niega a ampliar dicho permiso. Sin sistemas de defensa propios y sin capacidad de atacar las bases desde las que se lanzan los misiles, Ucrania está en una situación de clara desventaja.

De hecho, la semana pasada supimos que Estados Unidos no solo no permite a Ucrania utilizar sus armas en prácticamente todo el territorio ruso, sino que habría presionado diplomáticamente para que Reino Unido y Francia tampoco permitieran el uso de Storm Shadows, misiles de media-larga distancia, en su ofensiva sobre Kursk. En ello tiene mucho que ver la amenaza rusa de cambiar su política nuclear, algo que en Washington ven con verdadera preocupación, como si no fuera una estrategia precisamente para influir en sus políticas.

Movimiento en torno a Vuhledar

Por lo demás, la guerra sigue jugándose ahora mismo en el sudoeste de Donetsk, donde Rusia sigue presionando el eje Prokovsk-Kurajovo-Vuhledar. Como EL ESPAÑOL lleva informando en los últimos días, la clave ahora mismo está en saber si Rusia tiene la superioridad suficiente como para intentar bifurcar sus tropas y mandarlas hacia Velyka Novosilka… sin asentar antes el territorio ocupado y dejando la retaguardia muy expuesta en su avance.

Los ataques sobre Prechystivka parecen apuntar en esa dirección o al menos dan muestra de un enorme optimismo por parte de Gerasimov y sus generales. La toma de la localidad parece inminente y conseguiría asentar el dominio sobre la carretera T0509. dejando atrás Vuhledar y Vodiane. Aquí estamos ante un juego de riesgos para ambos ejércitos: si Rusia tiene de verdad la superioridad de la que presume, puede partir en dos las defensas ucranianas, crear un pasillo que llegue casi hasta la región de Zaporiyia y embolsar miles de hombres entre el saliente de Pokrovsk y la citada T0509, al unir en la práctica el frente este con el frente sur.

Ahora bien, si esa superioridad no es tal, no se explica que las tropas rusas se expongan tanto a un contraataque, dejando ciudades como Selydove, Kurajovo o la propia Vuhledar en manos ucranianas y relativamente bien abastecidas. Su convencimiento parece un mal presagio, pero precisamente en Vuhledar dicho convencimiento ha derivado en la muerte de miles de soldados durante dos años y medio de constantes ataques.

En cualquier caso, la estrategia parece clara: fiarlo todo a esta ofensiva antes de que llegue el otoño, las lluvias y el barro e ignorar lo que pase en Kursk, el anzuelo de Syrskyi que Putin no ha mordido. Si saldrá bien o mal ya es otra historia. Sobre el mapa, todos los movimientos son geniales. La realidad es otra cosa mucho más compleja.