La urgencia de Zelenski con la contraofensiva: demostrar a Biden que debe seguir apoyándole
Biden podría reducir sus ayudas hasta las elecciones presidenciales para evitar que el Partido Republicano pueda hacer campaña en su contra.
19 mayo, 2023 03:05Aunque el bloque occidental ha repetido en numerosas ocasiones que cualquier negociación o acuerdo de paz tiene que partir de la voluntad del gobierno de Kiev, lo cierto es que la proximidad de la contraofensiva ucraniana parece estar despertando algunas dudas. Si la semana pasada, era Xi Jinping el que urgía a una negociación (estos días se reúne su enviado con Zelenski en la capital ucraniana), ayer jueves llegaron varias noticias que parecen apuntar en ese mismo sentido desde el frente aliado.
El G7, reunido a partir de hoy en Hiroshima y durante los siguientes tres días, estudiará la posibilidad de organizar una cumbre por la paz basada en los diez puntos de Zelenski, que no contemplan -a diferencia de la propuesta china avalada por el Kremlin- cesión territorial alguna por parte de Ucrania. La sensación es que el mundo se está cansando de la guerra no ya por una cuestión de miedo nuclear, sino porque no creen que ninguno de los dos bandos pueda ganar y el gasto diplomático, económico y militar está siendo enorme.
Aparte, al menos en el caso estadounidense, está la cuestión electoral. La revista Politico advertía este jueves de la posibilidad de que la administración Biden reduzca sus ayudas durante el año y medio que queda antes de las elecciones presidenciales para evitar que el Partido Republicano pueda hacer campaña en su contra. Por razones que se nos escapan y que pueden tener que ver con negocios personales o por el reciente gusto del GOP por los regímenes autoritarios, lo cierto es que el ala trumpista siempre ha mostrado una cierta admiración por Putin. Y es esa ala trumpista la que controla la Cámara de Representantes, una herramienta poderosísima a la hora de vetar posibles envíos a Ucrania.
Sigue la desconfianza
Obviamente, por mucho que ayuden los demás países, la colaboración de Estados Unidos es la que puede marcar las diferencias. De hecho, en los últimos días, parece que Macron y Scholz están más activos a la hora de prometer aviones, tanques y misiles de larga distancia que el propio Biden, más centrado en su campaña desde que anunció su candidatura a la reelección a los ochenta años. Esta distancia se une al discurso dominante durante todo el invierno y el inicio de la primavera en círculos militares americanos y medios de comunicación afines: Ucrania no sabe muy bien lo que hace.
Las famosas filtraciones interesadas en el grupo de Discord administrado por Jack Teixeira hablan del descontento de la cúpula del Pentágono con el alto mando del ejército ucraniano. Un descontento que, por otro lado, ya habían filtrado off the record a diversos medios, abiertamente hostiles durante meses al empeño de Zaluzhnyi y Syrskyi de defender Bakhmut a cualquier precio. Según el Pentágono y según estos expertos mediáticos, dicha defensa implicaba una enorme pérdida de efectivos y de munición que luego no iban a poder ser utilizados en la contraofensiva.
El hecho de que el tiempo no les haya dado la razón -la defensa de Bakhmut no solo impidió que tanto el Grupo Wagner como las unidades del ejército regular ruso pudieran centrarse en otros objetivos, sino que les ha colocado en una muy comprometida situación estratégica de la que a ver cómo salen- no parece que haya afectado demasiado a su discurso. Este jueves, la cadena Cnn publicaba un artículo en su página web en el que calificaba la ofensiva ucraniana de "confusa" y volvía a urgir a Zelenski a atacar cuanto antes.
Las prisas por ganar unas elecciones no son comparables a las prisas por liberar tu país de un invasor. Lo primero es coyuntural, lo segundo puede definir el futuro de generaciones de ciudadanos. Conviene hacerlo bien o las consecuencias serán fatales. El plan de Zelenski parece claro: desgastar al ejército ruso a base de ataques a su retaguardia, "limpiar" las trincheras construidas para la defensa del territorio ocupado y buscar el punto exacto en el que la resistencia enemiga flojee, sea en Zaporiyia, en Jersón, en Donetsk o en Lugansk.
Una guerra ya ganada
Es un proceso lento. Ha de serlo y así lo explicó el propio Zelenski la semana pasada. En rigor, no hay nada confuso en ello. Sin embargo, la administración Biden sigue mirando la situación con una cierta desconfianza. Más allá de las cuestiones morales y de los valores que se defienden, hay un hecho indiscutible: Occidente ya ha ganado la guerra de Ucrania al debilitar de esta manera al ejército ruso, que ha dejado de ser una amenaza a corto plazo. A Occidente -y no solo a Estados Unidos- le puede valer un mal acuerdo que cronifique el conflicto pero que acabe con los debates internos.
Al fin y al cabo, Occidente pone las armas y el dinero, pero no pone el territorio ni los muertos. Por eso, puede pensárselo dos veces a la hora de decidir si envía F-16 o no. Puede dudar de la conveniencia de mandar costosísimos ATACMS al frente. Puede incluso enfurruñarse si después de haber ayudado en todo a Ucrania, siente que no se siguen sus instrucciones. No debe olvidar, en cualquier caso, que esta es una guerra de invasión y que es el país invadido el que mejor sabe cómo luchar por su libertad. Algo que, además, está demostrando en la práctica.
Resultados mediáticos
La mejor manera de calmar todas estas dudas es iniciar cuanto antes la contraofensiva. Vender victorias sobre el mapa que puedan enseñarse después a los electores: "Mereció la pena ayudar a Ucrania porque han recuperado Melitopol". Hay mucha gente buscando colgarse medallas, pero las medallas no se regalan así como así. Antes, es necesario ganárselas. Zelenski intuye que enviar ahora mismo a sus hombres a un ataque mediático, al estilo de lo que hizo Prigozhin en Bakhmut para afianzar su posición política en Moscú, puede acabar igual que ha acabado precisamente la maniobra del wagnerita: en un auténtico desastre.
Pero a la vez sabe que la amenaza del bloqueo está ahí. Sabe que Biden es un aliado fiable y amistoso, entre otras cosas porque su relación viene de antes, cuando Zelenski se negó a cumplir con la extorsión de Trump para investigar a su hijo Hunter y eso provocó la congelación de la ayuda ya aprobada por el Congreso y el consiguiente intento de "impeachment" al entonces presidente estadounidense. Sabe que por mucho que reduzca su ayuda, esa ayuda va a estar ahí. Ahora bien, también sabe que, si Biden pierde las elecciones, quien las gane va a cumplir su promesa de "acabar con este conflicto en dos días".
Y la única manera de acabar con un conflicto así en dos días es no hacer caso a las partes… o al menos no hacer caso a la parte más débil. Exigirle que ceda, que se conforme, que celebre que la cosa podría haber ido peor después de decenas de miles de muertos, heridos, torturados y violados en su propia tierra. Esa tensión entre la necesidad de prolongar la espera y la presión externa para darse prisa puede hacerle mucho daño a Ucrania. Afortunadamente, Zelenski es un líder que ha demostrado tener un criterio propio y tomar sus propias decisiones. Amenazar con negociaciones impuestas o anticipar fracasos bélicos no parece que le vaya a afectar en nada.