Por qué nadie duerme tranquilo en Kiev: la capital, objetivo a medio plazo para el Kremlin
No dejan de llegar noticias del ejército que está juntando y de lo devastadora que será la segunda fase de la "operación militar especial" sobre Ucrania.
12 abril, 2022 04:10Noticias relacionadas
Después de casi siete semanas, la guerra sigue centrada en tres frentes muy definidos y entrelazados hasta cierto punto. Por un lado, Mariúpol, cuya rendición se puede anunciar en cualquier momento: las tropas ucranianas han quedado aisladas en dos zonas separadas de la ciudad en la que, según el presidente Volodimir Zelenski, han muerto decenas de miles de personas. La toma del próspero -hasta hace apenas mes y medio- puerto del Mar de Azov podría a su vez suponer el intento de establecer un corredor que vaya hasta Kramatorsk (ciudad que está siendo evacuada por las autoridades ucranianas en previsión de un ataque inminente), Sloviansk, Izium y Járkov, envolviendo las tropas de las JFO ucranianas en el Donbás.
Esta maniobra, complementada por la segunda oleada militar que está preparando Vladimir Putin entre nuevos reclutas, reservistas, mercenarios y voluntarios, podría derivar en la invasión completa del Donbás y, así, dar un motivo para la celebración el próximo 9 de mayo, Día de la Victoria, auténtica obsesión del presidente ruso desde hace semanas. El tercer foco de combate, en el sur, parece ser el único en el que el ejército ucraniano está consiguiendo que el ruso recule hacia Jersón, con la posibilidad de recuperar la ciudad en los próximos días.
¿Qué ha sido de Kiev, mientras tanto? Kiev es ahora mismo una ciudad libre del bombardeo constante de misiles rusos dirigidos desde Bielorrusia y las posiciones colindantes al este y el oeste de la capital. Las autoridades están haciendo balance de daños y preparando la ciudad para un posible nuevo ataque, anunciado en su momento por Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, y más recientemente por el líder de las milicias chechenas, Ramzan Kadyrov, que asegura que es el siguiente objetivo para sus tropas en cuanto acaben su "trabajo" en Mariúpol, algo que, insistimos, parece inminente.
Kiev, un objetivo… a medio plazo
¿Cuánto hay de cierto y cuánto de bravuconada en las declaraciones de Kadyrov? Mitad y mitad. Por un lado, es innegable que Putin puede celebrar lo que quiera el 9 de mayo, pero que su victoria sobre Ucrania no se certificará por completo hasta que tome Kiev, deponga al gobierno de Zelenski y establezca allí un poder paralelo con el que negocie una falsa paz para el este y el sur del país, las zonas de cultura y lengua rusa. En ese caso, al gobierno legítimo no le quedaría otra que escapar a Lviv y confiar en que nadie les persiga hasta ahí. Hay algo personal entre Putin y Zelenski, eso está claro. El actor convertido en héroe ha conseguido desafiar y vencer al que se cree el hombre más poderoso del mundo y esa es una ofensa que Putin no va a olvidar fácilmente.
Por otro lado, pensar en que Rusia puede ir a por Kiev en cuanto acabe de tomar Mariúpol es completamente absurdo. Si a las tropas chechenas les ha tomado unas cuatro-cinco semanas acabar con la resistencia armada de una ciudad de medio millón de habitantes devastada desde casi el inicio de la invasión por la falta de alimentos y el bombardeo constante incluso de maternidades y centros de refugiados, habría que ver cuánto les costaba tomar cualquiera de las ciudades que rodean la capital.
Rusia parece estar replicando paso por paso la estrategia de diciembre y enero, cuando empezó a hincharse como un pavo para meter miedo a su vecino y de paso a todo Occidente. No dejan de llegar noticias del enorme ejército que está juntando y de lo devastadora que será la segunda fase de la "operación militar especial" sobre Ucrania. Ahora bien, todo eso hay que demostrarlo. Kiev puede ser la guinda del pastel, pero antes hay que avanzar en al menos otros dos frentes. Del éxito más o menos inmediato que Putin consiga ahí, dependerá que se plantee el ataque a la capital.
En qué consistirá la segunda fase
Es de entender que, mientras las tropas ya instaladas en Mariúpol intentan subir hasta Járkov -algo que no tiene por qué ser fácil, pues no lo ha sido durante las siete semanas anteriores-, el grueso del nuevo ejército atacará a las tropas de las JFO desde el este. Esa doble operación se complementa, pero la segunda requiere del éxito de la primera. Mientras las JFO puedan abastecerse desde el oeste, podrán resistir los ataques rusos. Putin necesita envolverles por completo y luego ir tomando sus posiciones desde los dos frentes. Hacerlo solo desde el este sería un riesgo enorme.
Con todo, parece cuestión de tiempo. No es fácil saber si esto se conseguirá antes del 9 de mayo, pero la fuerza bruta de Rusia es excesiva para un ejército ucraniano que, a la fuerza, debe estar cansado, pagando el precio de la desorganización y con la moral baja por las masacres que el enemigo está cometiendo en sus ciudades. Dicho esto, hay que insistir en que lo mismo pensábamos el 24 de febrero y en estas estamos. No hay que descartar que, pese al cambio en la cúpula de las operaciones, el ejército ruso vuelva a cometer el mismo error: un exceso de confianza sin fundamento en la realidad.
Solo después de tomar Járkov y completar la conquista del Donbás, podría Putin plantearse un doble ataque en el sur y en el norte. En principio, el sur debería de ser su prioridad, puesto que, si la suya es una guerra cultural de liberación, es ahí donde en principio se encuentran sus "hermanos". Mariúpol puede ser el punto de partida para un corredor hacia Járkov, pero también lo puede ser hacia Crimea y, de ahí, hacia Jersón, Mykolaiv y la deseada Odesa. No parece probable que los rusos se lancen a por Kiev antes de conseguir dominar el este y el sur, por mucho que a Kadyrov se le caliente la boca.
A Kiev desde Bielorrusia
A partir de ahí, sí, Putin podría ir a por Kiev. Lo que pasa es que no sabemos si todo esto -llegar hasta Járkov desde Mariúpol, acabar con las JFO, intentar llegar a Dnipro para controlar el río Dniéper y avanzar hasta Odesa- va a ser cuestión de semanas, como suponemos que dan por hecho desde el Kremlin, o cuestión de meses. Uno se siente tentado a pensar en lo segundo. Meses de combate ciudad a ciudad, calle a calle, supone, lo hemos visto, miles de bajas y continuas remodelaciones y remplazos.
En esas condiciones, el ejército ruso tendría que avanzar hacia Kiev. Podría hacerlo desde el Dniéper, desde Mykolaiv… y desde Bielorrusia. El país de Alexander Lukashenko es un excelente anfitrión de tropas rusas dispuestas a lanzarse sobre un objetivo que queda apenas a unos cien kilómetros. De hecho, el 24 de febrero, la invasión empezó por el norte, ocupando inmediatamente la zona de exclusión de Chernóbil y su planta nuclear, que prácticamente hace frontera entre Ucrania y Bielorrusia.
¿Es posible, después de tanto desgaste, soñar con tomar Kiev a corto plazo? Parece poco probable, salvo desplome rotundo de las tropas ucranianas… y, con el apoyo constante de Occidente, ese desplome en el frente del noroeste es poco probable. Putin ya ha salido corriendo de las inmediaciones una vez, dejando tras de sí un reguero de sangre y terror. ¿Va a volver a exponerse a lo mismo? Que lo intentará, ya hemos dicho, parece seguro, pero si intentar tomar un territorio una vez ya es complicado, tomarlo dos veces parece bastante absurdo.
Todo el tiempo del mundo
Si el objetivo de Putin era no aflojar el cerco a Kiev, debería haber dejado ahí parte de sus tropas y no salir corriendo, lo que nos invita a pensar que la retirada no tuvo tanto de estratégica como de forzada. La segunda ofensiva de Rusia parece inminente y, sí, puede llegar hasta la capital, pero no le será nada fácil. Tiene que ocupar mucho territorio antes y se enfrentará a un ejército y unas milicias que ya saben lo que es proteger la ciudad y sus inmediaciones. En ningún momento durante la primera fase de la guerra se acercaron los rusos a menos de quince kilómetros de Kiev.
Lo horrible de la cuestión es la sensación de que esto es cuestión de tiempo. Si prestigiosos intelectuales y el propio Zelenski insisten en buscar una derrota sin paliativos de Rusia y no una simple resistencia, es porque saben que el apetito imperialista de Putin no se va a saciar nunca. Si ahora no puede conquistar el Donbás, lo intentará el año que viene. Si, conquistado el Donbás, no puede llegar hasta Dnipro ni Odesa, lo intentará en cuatro o cinco años, cuando mejor le convenga… y cuando consiga eso, el asalto a Kiev puede llegar la década que viene, no importa. No tiene prisa ni aprecio ninguno por la vida de los suyos ni de los ajenos.
Para Ucrania, de momento, la clave será resistir en el este todo lo que pueda, como ha hecho en Mariúpol. Cuanto más tiempo tengan las tropas rusas que dedicar a ese frente, no podrán aspirar a nada más. Si cae antes de lo previsto, entraríamos en otro escenario. Sea como fuere, lo averiguaremos pronto. Las ciudades-frontera van despoblándose mientras Rusia inicia la cuenta atrás hacia su siguiente ofensiva. La primera les ha procurado aproximadamente una octava parte del territorio ucraniano. Ya pueden haber aprendido de sus enormes errores si quieren un éxito tan rápido y tan completo.