El barrio bruselense de Molenbeek se ha convertido esta semana, muy a su pesar, en centro de atención mundial. Aquí vivían varios de los terroristas responsables de los ataques del pasado viernes en París: Ibrahim Abdeslam, uno de los kamikazes de la sala de conciertos Bataclan, y su hermano Salah, el octavo terrorista huido.
Sus padres y su hermano residen muy cerca de la plaza central de Molenbeek. También era de Molenbeek el supuesto cerebro de la masacre, Abeldhamid Abbaoud, muerto en un tiroteo con la policía en Saint Denis. Este barrio aparece además vinculado a varios ataques yihadistas recientes en Europa, como una especie de base en la que en algún momento se escondieron los terroristas o planificaron los atentados. Alrededor de 50 jóvenes de Molenbeek se han ido a combatir en Siria.
Pero los vecinos de Molenbeek se rebelan contra esta imagen de nido del terrorismo yihadista en Europa. El miércoles organizaron una primera concentración en memoria de las víctimas de París, pero también para defender el buen nombre del barrio. En Molenbeek existe un importante tejido asociativo y cultural que trabaja por la integración de todas las minorías y que denuncia que los recortes de los últimos años han disminuido sus recursos.
El canal de Bruselas es la única separación entre este barrio de 95.000 habitantes y el centro de la ciudad. Casi el 30% de sus habitantes son inmigrantes, en su mayoría marroquíes. La tasa de paro alcanza el 30% frente al 9% de Bélgica. A continuación incluyo los testimonios de cuatro de sus vecinos, que explican cómo es la vida en este lugar.
Patricia Polanco, 37 años. Es chilena y trabaja como responsable del centro médico del Partido del Trabajo de Bélgica.
“Molenbeek está cerca del centro y es muy multicultural. La visión que el resto de gente tiene de Molenbeek no es la que vivimos nosotros como habitantes. Cuando yo les conté a mis amigas que me iba a vivir a Molenbeek, ellas me decían: 'Huy, ¿dónde vas?'. Pero yo nunca he tenido ningún problema acá. Aunque ahora nos hemos mudado a Anderlecht [otro barrio de Bruselas], mis hijos aún hacen deporte aquí cerca. Hacemos toda nuestra vida aquí.
Lo que me gusta mucho son los comercios. En Molenbeek, a las ocho de la noche, si uno se da cuenta de que le falta leche, puede bajar y encuentra dos o tres negocios abiertos. Si no tiene fruta un domingo a las tres de la tarde para darle a los niños, baja y tiene negocios para comprar fruta. Todo está cerca”.
Nosotros no hemos tenido casos de radicalización aquí en el centro médico. No digo que no exista, pero nosotros nunca la hemos visto. La gente viene a hablar de sus problemas socioeconómicos, de problemas de salud crónica, cosas así. Tenemos bastantes pacientes marroquíes, algunas familias hindúes, belgas flamencos y francófonos, italianos, dos familias de Madagascar, algunos turcos y españoles también. Es un grupo diverso pero con mayoría marroquí.
Vivir juntos es eso. Si yo puedo salir a la calle, comerme mi pan con jamón, es mi problema. Si ellos no quieren comer jamón, que sea el problema de ellos. A mí, cuando me va a molestar es cuando alguien venga a decirme: no puedes comer tu pan con jamón. Y ese tipo de cosas yo nunca las he vivido. Yo vengo aquí a Molenbeek, en verano ando con falda, polo de manga corta y la gente no me dice nada.
El Gobierno y también la alcaldesa lo único que tienen son medidas represivas. Sus discursos son de represión. Yo estoy de acuerdo: hay que meter a la gente en la cárcel si son terroristas. Pero en vez de tomar a esos jóvenes que vuelven de Siria y enseguida condenarles, ¿no habría que hacer un trabajo de fondo, con psicólogos, con las familias, meter medios para que cambien? ¿Qué va a pasar cuando salgan?
Yo tenía una idea de que el islam era una religión donde la mujer no tenía derechos y veía a la mujer con velo como alguien que no tiene personalidad. Después, al conocer a la gente, me di cuenta de que eso no era verdad”.
Johan Leman, 69 años. Es belga y presidente de la asociación Le Foyer, que trabaja por la integración de los inmigrantes en Molenbeek. Fue director durante 10 años del centro belga de igualdad de oportunidades.
“Molenbeek es el barrio donde han ido viniendo los inmigrantes, al principio sobre todo los marroquíes. Llegan aquí y buscan alojamiento en este lado del canal. Yo siempre comparo a Molenbeek con un ascensor y el ascensor a veces se detiene, se bloquea. Hay gente que tiene éxito en Molenbeek y se va. Quien no tiene éxito se queda y se mezcla con los nuevos.
En una generación la población de Molenbeek ha aumentado un 25%. La mitad de la gente vive en pequeños apartamentos de menos de 50 metros cuadrados. Si tienes cuatro hijos y estás confinado en un espacio así, los niños a partir de cierta edad empiezan a vivir en la calle. El paro es muy alto y algunos de esos jóvenes han encontrado a héroes malos. Un joven, un adolescente, busca héroes. En algún momento fue el Che Guevara.
Desde los años 90, como en toda Europa, hemos visto una cierta islamización. No es algo malo en sí mismo. El islam es plural. Pero se han formado redes y en ellas hay pequeños núcleos de islamistas y yihadistas. Lo que ha pasado en Bruselas es que se han establecido vínculos con Francia. Lo sabíamos, conocíamos los nombres, creíamos que, sabiendo dónde estaban, los controlábamos, y nos decíamos, vamos a limitar los daños. Pero viendo los resultados, no hemos sabido limitar los daños.
Al principio, cuando se iban a Siria, el razonamiento entre la policía era: 'Un criminal menos aquí, allí se matará'. Hemos subestimado la amplitud que Estado Islámico iba a tener. En 2012 no creíamos que el Estado Islámico intentaría implantarse en Europa. Entretanto, el mal ya estaba sembrado y ahora cosechamos los resultados.
Si se quiere ser represivo, y hay que ser represivo en algunas cosas, ¿a quién se necesita? Se necesita a los padres de esos jóvenes. Hay que decirles: 'Os escuchamos, vamos a reunirnos, pero ¿estáis de acuerdo en que intervenga cuando hay drogas?'. Las madres dirán sí y entonces se hará. Pero si se dice que vamos a limpiar Molenbeek [como ha hecho el ministro del Interior belga, Jan Jambon], esas personas lo asumen personalmente: eso quiere decir que estamos sucios. La política está demasiado lejos, alienada de la vida real de este barrio”.
Nisrine El Bakkari, 23 años. Es belga y trabaja como educadora infantil en la asociación VK
“Hay miedo en los ojos de los habitantes de Molenbeek y un poco de odio porque siempre que pasa algo, terrorismo, vandalismo, siempre se apunta a Molenbeek. Nosotros somos los mejor situados para decir que no es verdad, no hay sólo vandalismo o problemas en Molenbeek. Molenbeek es un barrio bonito y es una prueba de que personas de diferentes religiones y comunidades pueden vivir juntos.
Personalmente, he conocido a gente que se ha ido a Siria porque eran vecinos o iban al mismo centro deportivo que yo, pero no mostraban ningún signo. Si lo hubiéramos sabido, podríamos haberles dicho: 'No hagáis eso, el islam no es eso, tienes que hacer algo con tu vida'.
Ha habido jóvenes que han cambiado, que han modificado su forma de vestir o han elegido a otros amigos. Pero eso sucede muy rápido, en un plazo muy corto de tiempo. Apenas nos damos cuenta, los jóvenes ya se han ido.
Yo me siento belga porque soy belga. Trabajo con velo y es estupendo porque cuando vengo a mi lugar de trabajo no se me pide ser otra persona, se me pide seguir siendo la persona que soy. Y yo soy yo con mi velo. Soy belga de un origen y religión distintos al de algunos de mis colegas, pero sigo siendo belga, tengo los mismos derechos que ellos.
Es muy bonito que pueda seguir siendo la que soy porque pedir a una persona que se quite el velo o se lo ponga es exigir a esa persona ser otro y lo bueno de Molenbeek es que todo el mundo puede ser uno mismo.
Me pone triste que se equipare el terrorismo al islam porque el terrorismo no tiene nada que ver con la religión. El terrorismo no forma parte de la familia islámica. No conozco ninguna religión que tolere que una persona quite la vida a otra. El terrorismo es algo que está lejos de las religiones, porque cuando uno es practicante y buena persona nunca pensaría eso. Sabemos que cosas así no están permitidas ni en el islam ni en el cristianismo. Seguiré diciendo hasta mi último suspiro que el terrorismo no es islam y el islam no es terrorismo”.
Sara Corsius, directora de la sala de conciertos VK de Molenbeek, con capacidad para 600 personas
“El equipo que trabaja en la seguridad, el bar y la consigna está formado por jóvenes del barrio. El 95% de esas personas son marroquíes. Es una elección muy pensada. Se trata de crear oportunidades para los jóvenes del barrio. Además actúan de intermediarios entre la sala y el barrio. Para evitar problemas, funciona muy bien que sean jóvenes del barrio los que trabajan en la puerta. Saben hablar con todo el mundo. Saben cómo reaccionar si hay alguien raro.
Para todo el mundo que trabaja aquí es una conmoción lo que ha pasado. No porque estemos rodeados de jóvenes que podrían ser víctimas de la radicalización quiere decir que esto sea próximo a nuestra experiencia. En absoluto.
En los últimos días he escuchado a madres o jóvenes de aquí por primera vez decir que sí: que saben que hay gente que hace reclutamiento en el barrio y que tal o cual es un radical que intenta cambiar la opinión de los otros. Es la primera cosa que yo escucho sobre esto.
Todas las asociaciones hacen un gran trabajo. Hasta ahora Molenbeek no ha sido un distrito muy interesante para los políticos. No es aquí donde están los votantes, no se invierte en grandes cambios en el barrio. Los cambios los aportamos las asociaciones, que hacemos pequeñas cosas cada día, pequeños cambios que pueden mejorar la vida de algunas personas.
Ahora todas las organizaciones tenemos un punto extra en la agenda: la radicalización. Es desafortunado pero no podemos mirar hacia otro lado y seguir como si nada. Seguiremos haciendo lo que hacemos, pero vamos a añadir eso a la agenda y debemos reflexionar juntos con los políticos y con la policía.
Soy yo quien me he puesto en contacto con la policía para saber qué medidas de seguridad extra debo adoptar. Ellos saben que estamos aquí, están al lado. Pero he tenido que ser yo la que ha ido a pedir información. Tendremos que ser nosotros los que vayamos a pedir a los políticos en las próximas semanas que nos tengan en cuenta en su toma de decisiones. No van a venir. Se quedarán en su lógica represiva porque tienen miedo. No conocen el barrio. No saben nada de lo que pasa. La imagen de Molenbeek nunca ha sido justa”.