Najam es una niña afgana de 13 años. El pasado 28 de octubre se subió junto a su familia a una barcaza que debía llevarlos hasta la isla griega de Lesbos. Minutos después de dejar atrás la costa turca, el barco, en el que viajaban unas 300 personas, volcó. Hubo 16 muertos y 34 desaparecidos. Najam está entre los 242 rescatados.
No hay noticia de sus padres, de su hermano de cuatro años y de sus hermanas de siete años y 10 meses.
– Me llegó un mensaje de los otros voluntarios diciendo que había un barco zozobrando. En un minuto volcó y vimos decenas de chalecos salvavidas en el agua. Una hora después se pidió a todos los que tenían conocimientos de prácticas de reanimación que fuesen hasta el puerto de Molyvos. Yo fui. Llegaron cuatro barcos con las personas rescatadas. La niña venía en el último de ellos. La cogí en mis brazos, no podía ni andar y casi se desmayaba.
Sin noticias de su familia
Quien dice esas palabras es Charlotte Vestli, la voluntaria que cuidó de Najam en las primeras horas después del peor naufragio registrado en la isla griega en los últimos meses. Es noruega, tiene 25 años y llegó a Lesbos en septiembre con una ONG de su país. “Me quedé con ella en el lugar en el que reunimos a los supervivientes. Cuando se recuperó, empezó a mirar alrededor y a preguntar”. Con la ayuda de un traductor, la joven empezó a entender la enormidad de la tragedia por la que aquella niña acababa de pasar. “Preguntaba por sus padres, por sus hermanos...”.
Estuvieron en la habitación durante horas. “Cada vez que llegaba otro barco con los supervivientes salíamos para ver si recogía a alguien de los suyos. Llegaron ocho por la tarde y cuatro por la noche pero nada”, cuenta Charlotte, o Charlie, como la llaman los otros voluntarios en la isla. La niña le pidió que se quedara con ella y con la otra familia de afganos con la que había compartido la travesía y que sí logró salvarse.
“El día después viajé con ella a Mitilene. No quería dejarme. Fui con ella al puerto y esperamos horas al frío sin que nadie nos diera respuesta”. Charlotte rememora con amargura aquellas horas de espera. También recuerda su enfado cuando supo que el destino de Najam sería el campo de Moria, un ex centro de detención convertido en centro de registro de los migrantes que llegan a la isla. Allí hay un espacio reservado a los menores no acompañados y Najam tenía que quedarse allí.
Su caso es más dramático que otros pero el procedimiento es el mismo para todos los menores no acompañados que se encuentran en la ruta de los refugiados camino a Europa. Niños que han emprendido el viaje solos o que han sido separados de su familia durante el viaje.
Son miles pero no hay cifras ciertas. Según el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados es muy probable que el número sea mucho más alto en 2015 que en 2014.
En manos de traficantes
La responsabilidad de los huérfanos recae sobre el país en el que se registran por primera vez. El registro es complicado, explica Caroline Anning, que pertenece a la ONG Save The Children y se encuentra en Lesbos. Primero porque los procedimientos de identificación de estos menores en Grecia no son muy sofisticados. Y luego porque algunos de los menores no quieren ser identificados para poder seguir el camino hacia Europa.
Los niños son los más vulnerables de los que cruzan las fronteras de los Balcanes y se enfrentan al riesgo de acabar en manos de grupos criminales, como alertó hace una semana el Jefe de Gabinete de Europol, Brian Donald, en una conferencia internacional sobre la trata, en Madrid.
A quienes sí son identificados se les traslada luego a centros de acogida. Si no se consigue contactar con la familia de origen, allí se quedan, bajo la tutela del Estado, hasta los 18 años. En el caso de Lesbos acaban en centros en Atenas, donde hay uno que es solo para niñas. Son lugares abiertos. Como confirma Eva Cossé, investigadora de Human Rights Watch en Grecia, “muchos chicos se escapan”. En algunos casos acaban en la calle.
“Hemos visto niños andar solos en las calles de Atenas y se dan casos de menores, como nos ha pasado también en Italia, que acaban prostituyéndose o traficando con droga para poder sobrevivir”, añade Anning. Por eso su organización pide “que se proceda al reasentamiento en otros países de la UE directamente desde Grecia, de manera que no se vean empujados a seguir solos por la ruta de los Balcanes”.
26.000 menores
“No sabemos cuántos menores no acompañados hay ahora en Grecia", dice Anning. "La situación es caótica. Lo que estimamos es que este año 26.000 menores no acompañados han entrado en Europa vía Italia y Grecia. En el caso de los que han sido separados de su familia durante el camino, junto con la Cruz Roja, estamos intentando hacer lo posible para reunirles con sus familias. En muchos casos lo conseguimos”. Del campo de Moria dice que “no es un buen sitio para los niños, aunque estén en una zona separada y segura”. Pero las condiciones del campo, que es ahora uno de los hot spot de la UE (los centros de registro para el recolocación de los refugiados), son muy precarias.
“¿Cómo podíamos dejar a la niña allí después de lo que acababa de pasar?”, dice Charlotte. Después de horas de negociación con las autoridades consiguió que Najam fuera trasladada a Pipka, un centro de acogida conocido también con el nombre inglés de “The Village of all Together”, creado hace años por un grupo de residentes de la isla para que los migrantes que llegaban tuvieran un sitio más acogedor en el que quedarse durante su estancia.
Allí Charlotte ha ido a visitar a Najam todos los días, al menos unas horas. Su vínculo va más allá de las palabras. Para hablar entre ellas hasta ahora les ha ayudado una de las mujeres de la familia que sobrevivió, como Najam, al naufragio. Y también una aplicación que Charlotte se descargó en su móvil y con la que consigue traducir frases pequeñas pero importantes… “Volveré mañana”. O “Dime si necesitas algo”.
Estrés postraumático
“Es una responsabilidad que yo no debería asumir", dice Charlotte. "Tendría que estar aquí gente preparada en casos de estrés postraumático. Yo quiero estar con ella pero junto a gente que sabe cómo tratar estos casos”.
Pese a esto, la voluntaria es desde hace diez días el único apoyo de la pequeña afgana. Es ella la que con la ayuda de miembros de Cruz Roja se puso en contacto con miembros de su familia de origen en Kabul. Los allegados de la niña le han enviado por móvil fotos de los padres y de los hermanos de Najam con la esperanza, cada vez más remota, de que hayan sido rescatados por la guardia costera turca y se encuentren en la otra orilla de este brazo de Mediterráneo.
Es Charlotte la que ha conseguido contactar con la tía de Najam, la hermana de su padre, que vive en Canadá y que quiere ir a Lesbos para empezar los trámites que prueben su consanguinidad. Quiere hacerse cargo de la niña pero la burocracia se puede demorar durante meses.
Charlotte pide que en este reportaje no se ponga el verdadero nombre de la niña. No sabe si puede ser un riesgo para ella: "Y no quiero tomar yo esta decisión”.